miércoles, 28 de diciembre de 2011

GULA.Parte II- Otto y Mussy

El sol era abrasador en el exterior, pero aun y así, la oscuridad de la habitación seguía luchando por mantener su hegemonía, pues era tozuda como pocas y jamás arrojaba la toalla, jamás daba su brazo a torcer. A su favor, unas viejas cortinas color sepia, carcomidas por las polillas seguramente, en un claro reflejo de la dejadez del lugar, de la dejadez del hotel Wallestein. A través de ellas, los largos tentáculos del astro rey manoseaban la intimidad de las tinieblas, flirteando con aquello que no era suyo, con aquello que no le pertenecía y cuando esta, la siempre solitaria y muchas veces incomprendida oscuridad, se descuidaba, allí estaba la luz cegadora, portadora de su falsa condescendencia, para reclamar lo que falsamente, creía suyo. Y todo esto, por supuesto, ante la atenta mirada de los tres corderitos, atados cada uno de ellos a una silla, amordazados, aterrados por aquella inmensa y descomunal masa de carne grasienta y pestilente, que sudaba y sudaba mientras inundaba la estancia con su apestoso hedor a humanidad perdida. Pobres borreguitos, obligados a participar en el circo de aquel degenerado desnudo, quien no paraba de gesticular de forma exagerada mientras relataba sus hazañas con aquella boca ensalivada y aquellos ojos desorbitados intentando penetrar en la nada. De todos los pueblos, de todos los hoteles, aquella desgraciada familia había tenido que caer justamente en aquel pueblo, en aquel hotel. Mala suerte dirán algunos, otros dirán, destino. Pero aquello ya no tenía la menor importancia, la situación era la que era, y a los borreguitos, no les quedaba otra que seguirle el juego a Otto, quien seguía inmerso en sus fábulas, en sus alimenticios sueños húmedos, en las fantasías de aquel que ha perdido la razón y busca el camino de regreso en un sucio callejón sin salida.

Los Flannegan eran buena gente, George y Melissa, un matrimonio bien avenido, entre cuarenta y muchos y cincuenta y pocos, ni gordos, ni flacos, más bien, normales, o lo que se suele entender por normal. Luego estaba Sofía, el fruto del amor de la pareja, su hija. Una jovencita deliciosa, de unos veinte años aproximadamente, extremadamente atractiva. Pelo negro largo, piel pálida, delgada pero no exenta de curvas, con un delicioso vestido negro muy ajustado y muy cortito también, el cual de seguro, no le habría hecho mucho gracia que digamos al bueno de George cuando la vio bajar por las escaleras de casa minutos antes de tirarse (se entienda esto) a la carretera. Para rematar y siguiendo con Sofía, sería de locos o de mentirosos, pasar por alto aquellos sexys zapatos de tacón de aguja sobre los cuales descansaban sus adorables pies, con las uñas de aquellos no menos deliciosos deditos pintadas de intenso rojo sangre. Sería una gran locura y también una gran mentira.

Pobres Flannegan, huéspedes, justamente, de entre todas las habitaciones del hotel, de la que compartía pared con el hambre. Con el más profundo, voraz, incontenible e insaciable de los apetitos. Quien tan solo unas horas antes,  les había observado por la mirilla desde la intimidad de su habitación, como llegaban a aquel asqueroso antro en medio de la nada para hacer un pequeño alto en el camino, merecido descanso para un George que llevaba ya, demasiadas horas al volante. ¿Qué mejor que unas horitas de descanso a la sombra? Pensarían los buenos de los Flannegan mientras aquella conocida nuestra, la irreverente bola de fuego que todo lo poseía en Sunshine, clavaba su lasciva mirada sobre el auto de aquella familia de clase media que atravesaba el país para conocer la vieja mansión familiar que habían heredado tras la muerte de la  abuela Cheesa, quien llevaba años luchando acérrimamente contra una terrible enfermedad degenerativa y que al año pasado, había dicho, basta, hazme tuya. Tómame en tus negros brazos oh misericordiosa muerte y líbrame de todo este sufrimiento, de toda esta banalidad.
Los tres estaban en fila, uno al lado del otro. George, fuertemente magullado, fue el que se había llevado la peor parte cuando Otto irrumpió en su habitación mortero en mano. No era la primera vez que el hombretón se cebaba con el cabeza de familia, como amablemente le revelaría al propio George horas mas tarde. Aunque tampoco es que este opusiera mucha resistencia, poco pudo hacer ante aquella bola de grasa, terriblemente ágil dada su complexión, quien se abalanzó sobre el matrimonio mientras estos dormían plácidamente. Un par de morterazos, uno en la cara y otro en la cabeza, fueron suficientes para reducir al hombre. La mujer, poco pudo hacer mas que gritar ante tan perturbadora escena, retirándose de la cama como pudo y acurrucándose en una esquina de la habitación, consciente de que poco o nada podía hacer ante semejante monstruo, quien una vez había terminado con su marido, giró la mirada hacia ella, una mujer madura pero bien conservada que no tardó en despertar el apetito de su pene, erecto nuevamente y se acercó hacia ella, dejando caer el mortero sobre la sucia moqueta para poder agarrarla por el cuello con sus inmensas y sudorosas manos. No hizo falta apretar en aquella ocasión, pues la mujer perdió el conocimiento justo al sentir el contacto. Al morir los gritos, todo quedó en silencio unos instantes, pero breves, muy breves. Otto, de oído extremadamente fino, se percató de la sutileza de un gemido, del sonido del agua caer también. Era Sofía, quien se masturbaba en el baño mientras se dejaba violar por una reconfortable ducha de agua tibia, sin duda, pensando aun en la polla de su novio, quien la había follado hasta la extenuación la noche anterior, sabedores ambos, de que iban a estar unos cuantos días sin verse. Otto irrumpió en el baño como un animal en celo, destrozando el endeble cerrojo de la puerta y prácticamente arrancó la cortina de plástico sin tocarla, quedando al descubierto el escultural cuerpo de Sofía, al a que no dudó un instante en penetrar con aquel desproporcionado rabo suyo. La chica, atrapada entre las carnes de la bestia y sumida en una desconcertante sensación a medio camino entre el placer, el dolor y la mas asquerosa de las repulsiones, apenas tenía fuerzas para agarrarse a la barra de la cortina mientras Otto arremetía una y otra vez contra su en comparación, diminuto cuerpo.

Cuando terminó de saciar su apetito sexual y de inundar de esperma la vagina de aquella pobre chica, quien se desplomó rendida sobre el plato de la ducha, mientras este, se teñía de rojo, Otto le ordenó que se levantase, se vistiese, y le ayudase a transportar a sus padres a la habitación de al lado.  Una vez allí, colocó tres sillas una al lado de la otra, los sentó, los ató y los amordazó. Luego, cuando despertaron, incluida Sofía, quien también terminó por perder el conocimiento al comprobar como la sangre de su interior le acariciaba los muslos y moría en sus delicioso pies, Otto, muy educado, como buen cristiano, eso si, comenzó a poner en antecedentes a sus nuevos compañeros de habitación. Déjenme que les cuente.

Apenas había comenzado con su historia, escuchó voces en el pasillo. Discúlpenme un momento, se excusó ante unos aterrados Flannegan, perplejos y devorados por el miedo delante de aquel descomunal cuerpo desnudo, quien se acercó hasta la puerta para volver a observar por la mirilla. Tres personas había en el pasillo, frente a la puerta de una de las habitaciones, para ser concretos, la ubicada al final del mismo. Dos hombres con sombrero de vaquero y una mujer. Otto deseo comérsela nada mas verla, intentando sentir su olor a través de la puerta, aspirando con todas sus fuerzas para intentar captar su esencia, no pudo. Los tres entraron en su habitación. Otto se giró hacia los Flannegan claramente contrariado, secándose el sudor de la frente con una de sus manos mientras con la otra se frotaba una de sus peludas ingles. Los Flannegan, por supuesto, paralizados por el terror, lo único que hacían era mirarse entre ellos mientras intentaban articular palabras desde detrás de la fuerte mordaza. George intentaba gritar. Su esposa e hija, tan solo lloraban. El hombretón esperó unos minutos, se le veía desconcertado. Su siguiente movimiento fue acercarse a sus cosas y abrir su bolsa de viaje, mientras buscaba en ella y decía: -Mussy, Mussy, quiero comerme a esa chica, ¿Cómo lo hago?, ¿Cómo Lo hago? Pero no obtuvo respuesta, Mussy no estaba. Otto quedó paralizado ante tal descubrimiento, intentando pensar que podría haber dicho o hecho para ofender a su socia y que esta se hubiese marchado, para ser condenado a su silencio, a su indiferencia. Pensó y pensó… y al fin recordó. Sin duda se la había dejado en el mostrador de recepción, distraído después de haber intentado venderle sus productos al propietario del hotel. -Tengo que corregir mi error, la necesito- pensó. Y salió como un cohete hacia la puerta, la abrió dispuesto a cabalgar cuan príncipe en corcel hacia su princesa, pero al abrir la puerta descubrió que había alguien en el pasillo, era el propietario del hotel, quien escuchaba con la oreja pegada a la puerta de la habitación en la cual habían entrado un rato antes los vaqueros y la chica. Este se giro y le miró, miró asombrado su cuerpo desnudo. Otto le miró a él también… El viejo Wallestein se quedó alucinado, aunque los gritos de Sally, rápidamente, le enseñaron el camino de vuelta a la realidad.

El sr. Wallestein se quedó mirando aquella informe masa de carne y grasa apostada a pocos metros de él como Dios, Satán o una vieja perra le había traído al mundo. Otto no se movía, solo le miraba y el silencio que reinaba se hizo eterno, se hizo doloroso, era el presagio de la locura.
-Señor, no puede andar así por los pasillos-se atrevió a pronunciar Wallestein
-¿Así?¿Cómo?-respondió Otto sin mover un centímetro de su desproporcionada anatomía
-Desnudo, señor, desnudo
Fue en ese momento cuando Otto se miró, bueno, lo que llegaba a verse, pues su inmensa barriga le tapaba todo lo que hubiera mas abajo. Otto se miró y contemplar su desnudez le hizo sonreír, aquello le hacía disfrutar como el mas demente de las criaturas que poblaban aquel infierno llamado Sunshine.
-Por favor, entre en la habitación y póngase algo de ropa, se lo pido por favor señor, no me obligue a tener que llamar a la policía- volvió a decir Wallestein
-No será necesario- dijo Otto mirándolo muy fijamente- solo una pregunta, ¿ha visto usted a Mussy? creo que la dejé en el mostrador de recepción.
-¿Mussy? Discúlpeme caballero, no conozco a ninguna Mussy y si es tan amable, le rogaría de nuevo que se vistiera, se lo estoy pidiendo por las buenas.
Otto entró de nuevo en la habitación refunfuñando, puede que él fuera el gordo mas hijo de puta de la humanidad, pero su cerebro aún no había experimentado la obesidad de aquel que no es capaz de intuir el peligro.
Al cerrar de nuevo la puerta de aquella habitación reconvertida en matadero, los llantos se acentuaron y el miedo se podía oler a mil millas de distancia y era tan embriagador que Otto creyó que podría hacerlo sin ayuda de Mussy, tenía tanta hambre...
Acercó su grotesca desnudez al lado de los tres pobres diablos a los que les acababa de tocar la lotería, el gordo para ser mas exactos...
-Le voy a quitar la mordaza  a las damas, porque yo se que son chicas listas y no van a gritar, porque las chicas listas saben que si ellas gritan yo le haré gritar a usted y seguramente nos vamos a entender mejor con un poco de silencio y respeto- dijo Otto mirando a George- además, no me parece cristiano tenerlas ataditas sin que puedan rezar en alto. Me encanta oír a las mujeres rezar en alto, tienen una voz tan delicada...¿no le parece?-dijo otra vez mirándole fijamente.
George asentía con un ojo cerrado, así evitaba que toda la sangre que le chorreaba por la frente, debido a la inmensa herida abierta de su cabeza, le cayera directamente a sus cuencas oculares, ya había comprobado todo lo que escocía.
Otto primero quitó el pañuelo de la boca a Melissa, luego hizo lo mismo con Sofía. Ellas sollozaban, intentaban hacerlo bajito.
-Por favor señor no haga daño a mi hija-se apresuró a decir Melissa
-No se preocupe, yo también tengo una hijita, se llama Eva ¿sabe usted? Es un ángel, como mi Helen, me las mandó el señor hace mucho y nunca le estaré lo suficientemente agradecido.
-Entonces usted me entiende, Sofía es lo que mas quiero en este mundo, así que si tiene que hacer daño a alguien, por favor hágamelo a mi- terminó de decir la sra.Flannegan
Otto ya no la prestaba atención, se dirigió a la bella Sofía y le dijo:
-Así que Sofía ¿eh? Tienes un nombre precioso,¿sabías que significa sabiduría? Seguro que sí lo sabías, las chicas de tu edad sois muy curiosas.
Sofía le miraba aterrorizada, seguía en estado de shock por el incidente de la ducha. Intentaba esconder la vergüenza en lo mas profundo de su ser, intentaba que aquella sensación hubiera desaparecido por el desagüe de la ducha, pero no lo lograba, no lo estaba logrando...estaba empezando a entrar en pánico.
Otto la desató y la hizo darse una vuelta para contemplarla bien. Aquella jovencita era preciosa, era adorable y le parecía tan sexy que creyó que era una prueba del Señor, una de esas tentaciones en las que hay que caer para comprobar cuanto mal hay en la Tierra,  cuanto mal hicieron los hombres al imitar a Adán y comer de la manzana de las mujeres, al hacer caso a Eva...ohhhh, mi pequeña Eva, ahora estará dormidita...mi Helen sabe cómo cuidarla.
-Por favor, déjela no le haga daño, se lo suplico- insistía Melissa
-¡Cállate ya , zorra!- la dijo mientras le soltaba un puñetazo en la mandíbula tan bestial que se la desencajó, provocándole un dolor tan punzante que la llevó a la nausea.
Sofía comenzó a gritar y Otto la tiró al suelo, George se movía desesperado, intentado soltar las cuerdas, intentaba también gritarle algo a Otto, pero la mordaza se lo impedía y la impotencia era tan grande...
Una vez en el suelo, arrancó la ropa de Sofía, quien seguía sangrando por la entrepierna y la miró con GULA, con auténtica gula, y la abrió las piernas tan violentamente que partió la cadera izquierda de la muchacha. Sofía aullaba de dolor, no lo podía soportar y Otto reía, jijijiji, una comida muy divertida, pensaba.
Luego se arrodilló ante el cuerpo de la joven y palpó su vagina, se llevó los dedos a la boca y aquella sangre mezclada con su semen aun caliente, era tan absolutamente delicioso que no se pudo contener, se agachó y de un desmedido mordisco, arrancó los labios genitales de una Sofía que había traspasado el umbral del dolor y la cordura hacía ya unos minutos. Otto masticó y tragó con ansia, ni siquiera le importó engullir los finos vellos púbicos que adornaban aquel exquisito pubis.
Melissa pedía ayuda tan fuerte como podía, George creyó que despertaría de aquella pesadilla pronto, pero no despertaba, no despertaba...
Otto agarró el coño ensangrentando de aquella perra, introdujo su mano entera en la gran hendidura que ahora tenía y de un solo impulso tiró hacia arriba, arrancando de cuajo la pelvis de Sofía , que ya agonizaba entre estertores. La sangre brotaba majestuosa y exagerada, lo inundaba todo y Otto bebió de aquella fuente hasta calmar su sed. Mordió la cara interna del muslo derecho de Sofía y arrancó una buena tajada, luego mientras masticaba , se levantó y se puso unos pantalones y una camiseta y se dispuso a ir a por Mussy, porque ya solo podía pensar en ella, no podía dejar de pensar en ella, solo existía ella y esa pequeña iba a disfrutar tanto del festín, que seguro que se le pasaba el enfado.
Cerró la puerta, el espectáculo que dejaba detrás era dantesco. Bajó hasta la recepción de aquel infecto motel y volvió a encontrarse con Wallestein, quien no le miraba con cara de muchos amigos.
-¿Ha encontrado a Mussy?- preguntó Otto
-Disculpe caballero, ya le he dicho que no conozco a ninguna Mussy
-Es pequeñita, morena, con dos coletitas y un vestidito corto de rayas blancas y rojas...es una preciosidad
-¿se refiere usted a la muñeca?- dijo Wallestein sacando a Mussy de debajo del mostrador
-¿Muñeca?- preguntó Otto
Wallestein ya no dijo nada mas, simplemente devolvió a Mussy a su dueño y se metió en la pequeña habitación que había detrás del mostrador.
Nada mas verla, Otto sonrió como si hubiera sido un niño muy malo. Mussy estaba muy seria y en cuanto la agarró Otto, éste sintió cómo le decía al oído:
-Mira gilipollas, que sea la última vez en tu puta vida que me dejas sola.
Otto se sintió profundamente herido por aquellas palabras, pero no la culpó, al fin y al cabo, ella siempre había sido una niñita consentida.
-Lo siento Mussy, lo siento. No me lo tengas en cuenta, que tengo una sorpresita para ti, ¿me das el beso del perdón?
-eres un jodido seboso- le dijo Mussy mientras Otto sintió los pequeños labios de Mussy en su cara.
-Ahora vamos a la habitación princesita, tengo tantas ganas de que lo veas..- dijo Otto desapareciendo por unas escaleras que terminaban en el Averno.
Y en el averno habitan las peores de las criaturas, lo mas malvado de la creación, pero también lo mas seductor, nuestros mas oscuros deseos, el frío y afilado filo de un navaja, mortífera, pero suave al tacto si se sabe tocar con la delicadeza adecuada, si se es capaz de llegar a comprenderla, incluso, puedes llegar a quererla, a necesitarla.

Los escalones crujían a cada paso de Otto, pesada losa para aquella vieja madera muy castigada ya por el paso de los años, de los siglos dirían algunos, los mas viejos del lugar, pues nadie recuerda cuando emergió de las entrañas de la tierra aquel maldito edificio, lugar de peregrinaje de todas las alimañas de aquella tierra olvidada por un dios caprichoso que un día, se cansó de ella, renunció a ella, renegó de ella y se la regaló a la avariciosa gran bola de fuego, corrompiéndose con el pasar del tiempo como se corrompe el agua estancada. Si, crujían, se dolían dirían algunos, los mas sensibles del lugar, aquellos que son capaces de ver lo que nadie ve, de sentir lo que nadie siente, por que no puede, o por que no quiere, allá cada uno con sus propios demonios, con sus propias bestias interiores, luchando por salir a la superficie, desgarrando la carne y removiendo las entrañas de la humanidad que alguna vez tuvieron y que desde luego perdieron en esta tierra sin esperanza, en este trocito de infierno al que algunos llaman Sunshine. Buen ejemplo este, el de los vaqueros, quienes salían satisfechos de la habitación después de haberle estado robando el amor a Sally durante un buen rato. Max iba delante, siempre guardando las distancias con los demás, incluso con su socio, James, quien ayudaba a la pobre Sally a caminar, pues esta a duras penas se mantenía en pie después de la depravada función particular que le habían interpretado sus recientes nuevos amigos. Pese a esto, la mujer se veía sorprendentemente reconfortada en brazos de este y él, James, la sujetaba con fuerza, no con la fuerza de aquel que no quiere que escape su presa, con la fuerza de aquel que no quiere perderla.

Max llegó al final del pasillo, justo donde comenzaban las escaleras y vio a Otto subiendo por ellas. La sonrisa que se dibujó en su rostro estaba a medio camino entre la burla y la sorpresa. -¿pero que coño es eso?- se preguntó en voz alta mientras James y Sally llegaban a su lado. -¿Qué es, que?. Contestó James justo antes de que su mirada se topara de narices con aquellos 150 kilos de felicidad. También sonrió, Sally, no levantó la cabeza siquiera, pues sencillamente, no estaba allí. James miró ahora a su socio y le dijo que ahora no, que no tenían tiempo, que tenían negocios que atender, lo cual era cierto, pues ya habían perdido demasiado el tiempo con aquella preciosidad y los asuntos del señor Thorton no podían, no debían tomarse a la ligera. Pero Max, siempre nadando contracorriente a los siete mares, siempre dispuesto a rizar el rizo, a agarrarse con fuerza el clavo mas ardiente por el mero hecho de demostrarse a si mismo que él, no podía quemarse, hizo lo que solía hacer, ignorar a James y a su aburrido sentido común y dejarse llevar por la emoción del momento. Por esto, ahí se plantó, justo delante, desafiante. Otto, ajeno a lo que le rodeaba, cegado por la felicidad de haber recuperado a Mussy, no se dio cuenta de la presencia de los dos matones y acabó chocando con la arrogancia, quien por una simple y sencilla cuestión de física, salió rebotada hacia atrás, incluso perdió el sombrero.

-¡Maldita montaña de grasa! ¿Es que no tienes ojos en esa fea cara?- le gritó Max a Otto, quien ahora si, regresó a la realidad y le cogió prestada la atención a Mussy para dársela al vaquero. – Perdone señor, no le había visto, estaba inmerso en mis cositas y no le ví bajar, espere, que le recojo el sombrero- le contestó mientras se agachaba y efectivamente, le recogía el sombrero. Fue en ese momento cuando Max, viéndolo de más de cerca, pudo darse cuenta de que el rostro del hombretón estaba manchado de sangre, al igual que su camiseta, una de aquellas camisetas interiores de algodón blanco, sin mangas, a tirantes. -¿Pero que coño…? ¿De donde sales amigo? Por lo que se ve, te has estado pegando una buena fiesta- Otto, se dio cuenta de que Max le observaba la cara de forma extraña y se echo la mano al rostro para comprobar como este, efectivamente, estaba manchado de la sangre de Sofía.- He estado…, he estado… (con una fuerte hemorragia nasal), le susurró Mussy, de la cual, asomaba su cabecita desde debajo de la axila de Otto. –…con una fuerte hemorragia nasal, me golpeé la cara con la puerta de mi habitación y sangré como un cerdo en el matadero, jijiji- contestó visiblemente nervioso, mientras Max le arrancaba su sombrero de la mano. No fue lo único, pues también se percató de la presencia de Mussy y no pudo resistirse, la agarró por una de las coletas y se la quitó.

-¿Qué tenemos aquí? Mira que muñequita tan linda james, es casi tan bonita como la nuestra, ¿qué te parece?- James la miró y luego miró a Sally, ¿Te gusta la muñeca, Sally?- Pero esta no contestó. – Te ha hecho una pregunta, zorra!- Le grito Max. James tuvo que intervenir de nuevo para calmar a su socio. – Venga tío, déjala, ¿no ves que está cansada? Deja de jugar con este tipo y larguémonos de una puta vez, joder.
-Vale hombre, vale, solo quería regalarle la jodida muñeca.
-¿me la devuelve, por favor?- intervino Otto con timidez, mirando hacia el suelo. Max se acercó y le apretó uno de sus generosos mofletes. -¿la quieres?¿quieres tu muñequita? Seguro que te la follas, si, tienes pinta de ser uno de esos obsesos sexuales que no han probado una mujer en su vida, joder, que asco, seguro que te la has metido en la polla- a lo que Max la tiró al suelo y se frotó la mano en el pantalón. Luego se acercó a Sally, y le levantó la cara cogiéndola por debajo de la barbilla -¿no te habrás cabreado conmigo, verdad preciosa?

Otto recogió a Mussy y salió corriendo pasillo abajo hacia su habitación, renegando por lo bajo y con cara de muy pocos amigos dejando atrás al trío.

Abajo, en el cuartillo de recepción, Wallestein acababa de colgar el teléfono, después de llamar al sheriff, pues tampoco para él, pasó desapercibida la sangre en el cuerpo de Otto.


Otto llegó a la puerta de su habitación con el orgullo un tanto herido, soportaba como podía aquella mirada de Mussy y no se le podía quitar de la mente. Otto había visto cómo había mirado Mussy a los vaqueros, sus ojos habían brillado como la jodida hoja de una navaja sin estrenar, pudo ver incluso lujuria en los ojos de su pequeñina, y él no pudo hacer nada, no se enfrentó a esos dos bastardos, él, el gran Otto Vonvousten, Otto el hombretón, Otto el devorador, Otto el Dios.
Otto no miraba a Mussy, no podía, solo pensaba en que le tenía que haber arrancado la cabeza a aquel joven insolente y haberle puesto el sombrero en su lugar, pero no lo hizo...
-Mussy, cierra los ojitos cariño- dijo Otto mientras abría la puerta de la habitación.
Mussy, que era muy traviesa pero que jugaba a ser inocente, los cerró y no pudo reprimir una sonrisilla encantadora. La luz se hizo y Otto la dejó en el suelo en la entrada de la habitación.
-Ya puedes abrirlos- le dijo
Mussy abrió los ojos y vio que el espectáculo era tan sumamente grotesco que contaba con la belleza del caos, volvió la cabeza hacia atrás y vio a Otto mirándola ansioso por saber si le gustaba el regalo.
-Otto, cada vez estás más enfermo y eres mas sucio- replicó ella desde el suelo
-¿No te gusta Mussy?- preguntó él cogiéndola en brazos para llevarla cerca de la joven Sofía.
-En realidad, me encanta.
Y Otto reconoció de nuevo la mirada de la pequeña Mussy, porque ella le dedicó la mirada mas limpia y mas sincera que nunca nadie le había regalado a ese hombre, y enfrente de lo que quedaba de Sofía, Otto depositó a Mussy, en la gran cavidad que ahora era la zona íntima de la muchacha, y esa preciosidad de muñeca bebió y bebió hasta satisfacer el ansia que devoraba su cuerpecito de trapo.
George y Melissa, totalmente en shock, no querían ver que la realidad era como era y que por mucho que cerraran los ojos, en Sunshine habían encontrado el Infierno del que habían intentado escapar toda la vida.
Para Melissa, haber visto cómo aquel animal había destrozado a su hija ante sus propios ojos, fue como si él la hubiera matado a ella lenta y dolorosamente, de hecho, Melissa ya estaba muerta, ya ni siquiera tenía miedo, ya había desparecido...pero ver como a aquella bestia metía una muñeca en la herida de Sofía y la daba vueltas hasta empaparla totalmente en la sangre de su niña, había sido demasiado, y en ese mismo instante quiso que el corazón se la parase y empezó a rezar porque ya solo quería morir y suplicaba al Señor que se la llevase a ella y a George con Él en ese mismo momento. Deseo concedido.
-Uy Mussy, cómo te has puesto cochinota!!!- le dijo Otto a la muñeca ya totalmente bañada en sangre- y luego me riñes a mí porque yo me mancho, jijiji
-Lávame- le ordenó la pequeña Mussy con su vocecita.
-Ahora mismo, está claro que necesitas una buena ducha, princesita.
-Pero antes Otto, acaba con estos dos, que no se por qué todavía siguen respirando- volvió a ordenar Mussy.
-Es verdad Mussy, me había olvidado que estaban aquí...
George pensó que a qué clase de monstruo se le podía pasar por alto que había dejado atados a los padres de la chica a la que acababa de masacrar para que se recrearan en aquella infernal visión, sin duda George entendió que aquello era la peor tortura a la que se podía someter a un ser humano. Si por lo menos hubiera podido agarrar la mano de Melissa...
Otto cogió a Mussy y se la llevó al baño, dejando detrás de ellos un reguero de sangre que le chorreaba a la muñeca de las coletitas. Abrió el grifo del agua caliente y dejó a Mussy sentada al lado del jabón de manos.
-Ahora vuelvo pequeña, no te metas todavía en el agua- le dijo Otto advirtiéndola con el dedo índice.
Otto salió a paso acelerado, sin mediar palabra se colocó delante de Melissa, Otto le agarró de la cabeza y Otto le partió el cuello sin tener que hacer ningún esfuerzo. Se volvió hacia George y Otto repitió la misma operación. Otto notó su miembro erecto.
-¿Vienes ya grandullón?- gritaba Mussy desde el baño.
-Ya voy preciosa, aquí ya he terminado.
En el lavabo, con el tapón puesto, Mussy se bañaba con su ropita, jugueteaba con el agua y salpicaba a Otto en la cara mientras reía feliz.
-Puedes quitarme la ropa si quieres Otto.
-jijiji, si es que la tienes muy manchada también...-respondió Otto nervioso.

El agente Brackett bajaba del coche mientras se ponía las gafas de sol. Era un hombre realmente apuesto. Tenía un bonito cabello rubio, que cepillaba cada día para que no perdiera el brillo que le hacía resplandecer como el sol que  una vez le prometió que le regalaría a su novia Lissy.
Caminaba con paso firme y se subía un poco el pantalón, pues el peso de su arma a veces hacía que se le cayera un poco. Entró en el Wallestein. Siempre odió el característico olor de aquel motel, olía a pecado, a vergüenza y a dolor.
Se apoyó en el mostrador mientras llamaba a Wallestein con una voz grave y tremendamente sensual.
-Wallestein, ¿dónde se mete?
-Ya voy, ya voy- se oía decir a una voz desde el cuartucho de recepción.
Dan Brackett guardaba cuidadosamente sus Ray-Ban en el bolsillo de su impecable camisa blanca y buscaba con la vista algún lugar en el que reflejarse. Sin duda, ese agente se esforzaba por demostrar una seguridad que ni las malditas estrellas del firmamento de Sunshine le podían proporcionar.
-Agente Brackett, ¿qué le trae por aquí? - preguntó Wallestein, quien salía del cuarto limpiándose las manos con una toalla pequeña con una W bordada.
-Dígamelo usted Wallestein, es usted quien nos ha llamado- respondió el agente con tono altivo.
-No, disculpe, yo he llamado al Sheriff no a usted, y se lo digo con todo mi respeto.
Aquello hirió al agente Brackett, quien llevaba ya cinco años en el cuerpo de policía de Sunshine y no había conseguido ni un mínimo de respeto. Ser un tipo honesto en un lugar como Sunshine, en la cuidad del pecado, no estaba demasiado bien visto.
-Mire viejo, yo puedo ayudarle si lo quiere, si no, me doy la vuelta por donde he venido y se las arregla usted solo. El sheriff está en unos asuntos con Thorton y estará ocupado todo el día.
Wallestein le miró con los ojos cansados, entendió que eso era lo que tenía y aunque dudaba de la capacidad de Dan para enfrentarse a alguien como Otto en caso de que las cosas se pusieran feas, le dijo:
-Tengo alojado a un tipo muy raro. Acaba de bajar lleno de sangre a por una muñeca. Sólo quiero que vea que está pasando. No quiero más líos en mi motel (mas de los que ya tengo...)
-¿En qué habitación está?- preguntó Brackett.
-En la número 9
Acto seguido, el agente subió aquellos peldaños con la tranquilidad que proporciona la ignorancia.
Toc, toc, toc "Policía de Sunshine. Abra la puerta".

Mientras tanto, fuera del motel, en el coche patrulla esperaba la agente Gillian, quien apenas cumplía su primer año de servicio en Sunshine y que se había convertido en la inseparable pareja de Brackett por caprichos del Sheriff, quien siempre los tenía de aquí para allá, asignándoles todos los casuchos de mierda que llegaban a oídos de la ley, mera excusa para tenerlos bien lejos de la comisaría, epicentro de las actividades delictivas del cuerpo de policía y es que Brackett y Gillian, eran posiblemente, los únicos agentes de la ley de Sunshine, que aun no se habían dejado seducir por los cantos de sirena del sr. Thorton. Gillian, de nombre Rebeca, era una atractiva mujer de origen indio, piel morena, larga melena negra y de generosas curvas, una deliciosa criatura agonizante en medio del desierto para los buitres carroñeros que sobrevolaban el lugar, los miembros de la policía local, en especial, de ese maldito gordo cabrón del sargento Wilson, a quien llevaba de cabeza desde que esta pusiera sus nalgas en el pueblo. A nadie escapaba tampoco, que Rebeca sentía un gran apego hacia su compañero de trabajo, algo que iba mucho mas allá de la mera admiración, el respeto o la amistad, por lo que la mujer estaba encantada con el papel que le había tocado interpretar en la función. Por desgracia para ella, las inquietudes afectivas y gustos sexuales del agente Brackett, nadaban en la dirección opuesta, y no eran precisamente las mujeres, objeto de devoción para él, mucho mas interesado en otras criaturas de la creación, a pesar de su largo y por todos conocido, noviazgo con la preciosa Lissy Sunders, que era poco mas que una tapadera para ahuyentar a las habladurías y malas lenguas de Sunshine, por no mencionar la gris suerte que podría depararle el destino a un homosexual en aquellos lares aun infestados por las tinieblas de la tradición y la falsa moralidad.

-Quédese aquí agente Gillian- le dijo este cuando llegaron al motel- puedo encargarme de este asunto personalmente. Además, prefiero que no entre usted en este antro, no me parece el lugar mas adecuado para una señorita de su talla.- Era esta galantería característica de Brackett hacia las damas, una de las cosas que habían conquistado a Rebeca, cualidad muy difícil de encontrar por aquellas tierras, ávidas de sexismo y misoginia. Por supuesto, ella siguió sus órdenes al pie de la letra, siempre lo hacía. Permaneció en el vehículo mientras observaba a su compañero adentrarse en las entrañas del Wallestein.

Otto y Mussy estaban en la ducha, el grandullón y la pequeña compartían un refrescante y purificador baño, gentil invitación a toda aquella sangre a abandonar sus cuerpos. Él la abrazaba con fuerza, la besaba emocionado, apenas le salían las palabras por culpa de un inoportuno nudo en la garganta causado por la extrema felicidad del momento, sus cuerpos mojados se frotaban el uno con el otro y la excitación de Otto iba en aumento con cada roce, con cada mirada. La muñeca además, lasciva como pocas, susurraba obscenidades indescriptibles al oído de la bestia, quien era totalmente incapaz de controlar su monstruosa erección, pues que nadie dude que su miembro, estaba en total proporción con el resto de su cuerpo, algo que le había traído muchos problemas a lo largo de su vida en lo que al amor se refiere, en especial con su Helen, quien había tenido que sufrir aquella deformidad durante años en el interior de sus entrañas, desgarradas en mas de una ocasión por el amor de su marido. Otto cogió su miembro con fuerza por la base y apretó, intentando enseñarle quien mandaba, quien controlaba a quien, pero aquello era incontrolable, el deseo de masturbarse era tan grande que incluso comenzaba a sentir un desproporcionado apetito. Mussy, por su parte, le advertía que si se tocaba en su presencia, se iba a enfadar mucho y lo hacía, por el simple placer de manipular a aquella bestia, por el simple placer de comprobar, que ella movía los hilos de aquella inmensa marioneta. Otto no pudo mas, soltó a la maldad de trapo y saltó de la bañera para abalanzarse sobre el cadáver aun caliente de Melissa, le arrancó la camisa y le quitó el sostén, dejando al descubierto sus inmensos pechos, los cuales se metió en la boca, lamiéndolos en primera instancia, saboreándolos para luego comenzar a morder, comenzar a desgarrar, comenzar a devorar entre ríos de sangre, degustando hasta la última partícula de grasa mamaria de aquel trozo de carne muerta que una vez fuera mujer, esposa y madre. Otto, cayó al suelo vencido por el placer, rodó por la moqueta de la habitación con las dos manos en la boca, gracias a las cuales se ayudaba para masticar las interioridades de Melissa. Mussy lo observaba todo desde la distancia, satisfecha.

A todo esto, Brackett seguía aporreando la puerta. –Abra la puerta señor Vonvouten, sé que está usted ahí, no se lo volveré a repetir- aunque bien sabía que si no le obedecía, no iba a pasar nada, pues el mayor secreto de Dan Brackett, no era su homosexualidad, era su cobardía.

La mala suerte además, se cebó con él en aquella ocasión, pues fue en este último intento, en el que Otto se percató de su presencia, con la boca llena de grasa, carne y sangre, levantó la cabeza hacia la puerta y dio permiso a las palabras del agente a entrar en su cabeza. -¿quién es?- preguntó con la boca llena. Dan no entendió nada, pero contestó. –Soy el agente Brackett, de la policía, abra la puerta por favor, solo quiero hacerle unas preguntas…

Otto escupió la comida y se levantó, miró a Mussy, esperando consejo. –Abre- le dijo esta- ¿o acaso no sigues hambriento?- mientras dirigía su inocente mirada hacía su pene. Otto no dudó, abrió la puerta. Brackett quien seguía contemplándose en un espejo del pasillo, se dirigió a él sin mirarle mientras se peinaba con las manos sus cejas rubias. –Verá señor, hemos recibido una llamada del gerente del motel…- Otto no le dejó terminar, le agarró por el cuello y lo introdujo en el infierno, la puerta se cerró.

La fuerza del animal era demasiado para el pobre Dan, quien agarraba con sus manos las de Otto, intentando aliviar la presión que este ejercía sobre su garganta, pero era una empresa imposible, no tardó en perder el conocimiento. Al despertar, el agente estaba desnudo, atado en la cama boca abajo. Otto lo había esposado con sus propias esposas en el cabezal de la misma, uno de aquellos de hierro forjado, negro, muy acorde con la macabra naturaleza del lugar. Este giró la cabeza y presenció todo el espectáculo desde primera fila, los cadáveres de los Flannegan no fueron una visión agradable para el agente, quien lloraba y suplicaba por su vida –no me haga daño señor, por favor, soy un hombre casado, con hijos (mentía el muy cobarde para intentar salvar el culo), desáteme y hablaremos de esto con calma, seguro que lo podemos solucionar de alguna manera…- pero Otto no estaba interesado en los llantos de aquel hombre, tan solo en el orificio que había entre sus nalgas, lo único que podía saciar su apetito en aquel momento. Se giró y miró a Mussy, esperando su aprobación, esta, asintió con la cabeza y en aquel instante, el grandullón fue la criatura mas feliz del universo, se acercó hasta Dan con la saliva chorreándole de la boca y le separó las piernas con brusquedad, justo antes de clavarle su monstruosa polla hasta las entrañas, el grito de Brackett se escuchó en las mismísimas puertas del cielo.

Mientras, en el exterior, la agente Gillian comenzaba a impacientarse…

Y Otto triunfador,inmenso y reinventado sacó su polla ensangrentada de dentro de Dan, al que practicamente había abierto en canal, y sintió una sensación extraña y nueva, se sintió saciado pese a no haber probado ni un solo gramo de la suave carne del agente Brackett. Por un segundo pensó que podría llegar a acostumbrarse a aquella nueva dieta. Al segundo siguiente, todo volvió a su sitio y Otto entendió que lo que estaba delante de él era solo una trozo de carne que podría degustar en el momento que él quisiera.Como he dicho, estaba todo en su sitio.
Se limpió un poco su inmenso miembro con la mano y se la chupó con ganas, y como siempre le pasaba, no quiso que aquel sabor se le fuera de la boca nunca, luego se dio la vuelta en dirección al baño. Ahora sí, ahora ya estaba en disposición de terminar con esa ducha interrumpida con Mussy. Ahora Mussy ya no representaba la mayor tentación que había tenido que evitar en toda su vida.
Nada mas tocar las frías baldosas del suelo con los pies desnudos, Otto sonrió agradeciendo el gélido tacto que le aliviaba un poco la quemazón interior que llevaba unos días experimentando, y vio a Mussy tirada en el fondo de la bañera, con las prisas no había cerrado el grifo y Mussy estaba totalmente empapada, seguramente estaría helada, "dios Mussy,te necesito taaanto,que si alguna vez te pasara algo,sin duda yo no sabría caminar solo, no podría, no querría...Mussy, Mussy, Mussy..." pensaba Otto mientras corría a recogerla del gran charco de agua en el que estaba. La levantó con sumo cuidado, Mussy no hablaba, no le miraba, no se movía, Mussy parecía tan solo una muñequita.
-Mussy, cielo, dime algo- le dijo Otto arrimándosela muy cerquita del corazón.
Solo obtuvo un rotundo silencio por respuesta. Otto la zarandeaba
-Mussy, venga Mussy, dime algo por favor, tienes que entenderlo, tuve que salir de aquí, si no yo...no quería hacerte daño, cariño mío, eres tan delicada...
Y Mussy seguía petrificada, empapada, hundida, parecía como si hubieran cosido su corazoncito de trapo rojo, en el sitio equivocado, justo en el sitio en el que se les impide poder experimentar cualquier reacción a las muñecas.
Otto la secaba con una toalla y no paraba de hablarle,  Mussy seguía húmeda y comenzaba  a anochecer y la luna llena ocupaba todo el cielo y Sunshine se rindió ante un satélite que no para de dar vueltas porque pretende hipnotizarnos, porque la luna solo sale para que la miremos y sólo quiere que la miremos para aturdirnos y que perdamos el equilibrio de nuestras vidas y ser ella el único punto de apoyo, y la luna es la noche, y la noche es la oscuridad, y la oscuridad es el vacío y el vacío solo lo puede llenar Otto con su inmensidad...
-Mussy, pequeñaja, por favor no me hagas ésto- repetía una y otra vez la bestia
Otto el devorador, se sentía tan patético, tan insignificante sin ella, que haría lo que fuera para que ella volviera a caminar con él de la mano, lo que fuera.

Fuera, en la habitación , el agente Brackett seguía tumbado boca abajo en la cama, no se atrevía a abrir los ojos, lo que acababa de vivir le había hecho morir para todo lo que le restaba de existencia. Aquel agente, que había hecho de su vida un engaño, pero que era feliz a su manera, a partir de ese momento , si lograba salir de aquella, estaba seguro de que para él, la vida solo sería la cuenta atrás hacia la muerte, hasta que Dios o quien fuera, le sacara de aquel agujero en el que la había tocado vivir. Y Dan seguía sin poder abrir los ojos, el dolor era tan intenso, que tenía la certeza de que aquella bestia inmunda le había desgarrado todos los tejidos blandos desde su ano hasta su estómago, porque él sintió la polla de aquel demonio casi hasta su garganta, arrasando con todo lo que encontraba en su camino, y sintió cómo le empalaban como a un animal salvaje en un sacrificio ritual, y lo mas horrible de todo es que Dan sabía que aquello no había sido algo exclusivamente sexual, Dan, segundo a segundo, supo que aquel hombre no le estaba violando, que aquello era mucho más, aquel hombre le estaba dejando claro lo que siempre oyó decir a su vecina la bailarina, la pequeña Sally siempre decía que en Sunshine no hay nadie libre, y él ahora era esclavo del miedo mas atroz, y su culo chorreaba sangre y semen y él simplemente no podía abrir los ojos.

Rebeca Gillian ya comenzaba a estar preocupada, su compañero llevaba dentro del Wallestien ya mucho mas tiempo del rutinario, incluso había anochecido ya y ella estaba mas que impaciente. Sabía que si Dan Brackett la decía que esperara en el coche patrulla, ella debía hacerlo, pero algo no iba bien, esta vez había pasado algo, tanto tiempo no era normal y aquella luna enorme solo la decía que entrara en aquel motel para comprobar lo que estaba sucediendo. Aquella luna brillaba tantísimo...
La agente entró hasta el hall del motel, y como hiciera su compañero aproximadamente una hora antes, ella llamó a Andrew Wallestein elevando la voz y exigiendo que le dijera dónde estaba su compañero.
-Vamos a ver agente Gillian, tranquilícese, no me grite. Yo había llamado al sheriff, que es quien debió personarse aquí, en cambio apareció su compañero y dios me libre de pensar que él no puede enfrentarse a ciertas cosas,pero todos en el pueblo sabemos la verdad...Yo le dije que había un tipo muy raro en la habitación número 9, que se había registrado bajo el nombre de Otto Vonvousten y que tuviera a mano el arma, pero que yo no quería mas líos.Hace ya un buen rato que oí un fuerte grito,pero no podría asegurarle de quien se trata, así que si va a subir, por favor señorita, saque ya su arma.
Rebeca no pidió mas explicaciones, no las necesitaba, con lo que Wallestein le había explicado, su corazón ya había empezado a latir apresuradamente y su cabeza tenía ya la seguridad de que el día en que les tocaba bailar con el diablo a su querido compañero y a ella, había llegado.
Subió corriendo las escaleras mientras sacaba su pistola de la funda e intentaba cubrir todos los ángulos de visión ella sola.Llegó a la habitación número 9, tenía que pensar rápido, fuera lo que fuera lo que pasara, acertara o se equivocara, lo que tenía claro es que ella no iba a entrar por las buenas, así que se preparó para dar una patada a la puerta, cuando se percató de que estaba entreabierta. Terminó de abrirla de par en par con un rápido movimiento y se dio de bruces con el horror, sólo habían pasado unas milésimas de segundo y su cerebro ya había procesado las imágenes mas perturbadoras y enfermizas que cualquier ser humano hubiera visto antes. Acababa de ser presentada ante el mismo Satán, y antes de poder estrecharle la mano, había tenido que pasar al lado de Sofía, de los Flannegan y ver cómo su adorado compañero Dan, estaba en la cama, esposado boca abajo, con el pantalón arrancado, el culo amoratado del roce de aquella bestia contra él y una gran hemorragia anal que le empapaba las blancas piernas con una sangre tan roja que dolía mirarla.
-Dan ,Dan...por dios Dan, ¿dónde están las llaves de las esposas?-le preguntaba Rebeca a su compañero sin perder un solo detalle de la habitación, para evitar que la pillaran por sorpresa-Dan,Dan...-seguía diciendo con el seguro de su pistola quitado y apuntando a todas partes.
-Vete Becky,vete- dijo Dan desde la cama con un fino hilo de voz
Aquella era la primera vez que la llamaba Becky. Ella se lo había pedido en varias ocasiones, pero él siempre mantenía la distancia que da la supuesta profesionalidad, evitando tutearla.
-Dan, piensa dónde están las llaves y te ayudaré a salir de aquí.Dan, Dan...abre los ojos Dan
Pero Dan Brackett seguía sin abrir los ojos, sólo la pedía una y otra vez que se fuera de allí.
Rebeca oyó un ruido en el baño, apuntó su arma en esa dirección y sus piernas la acercaron hasta la boca del lobo, y este lobo aullaba de la manera mas salvaje que nunca nadie huiera oído,auuuuuuuuuuuuuuuu!!!
Abrió la puerta del baño de una patada y se encontró con Otto, una mole de grasa y maldad desnuda, con una preciosa muñequita de trapo en sus manos. Otto la estaba secando con un secador y la peinaba las coletitas, y él tenía el cuerpo cubierto con sangre fresca y zonas con sangre reseca. Por todos los demonios ¿qué era aquel ser?.
Otto actuó de manera instintiva al verse sorprendido y ni siquiera dio tiempo a la joven y perfecta agente Gillian de poder decir una palabra, cuando él ya había alargado su pesado brazo y la había empujado tan potentemente contra la pared, que había hecho que ella perdiera el conocimiento.Otto no contaba con aquella otra sorpresa, así que pronto la boca se le llenó de saliva. Arrastró a la agente fuera del baño y la dejó en el suelo,enfrente de su compañero, la arrancó la ropa y se quedó mirando su cuerpo moreno, rotundo y jugoso.Cogió un cuchillo de su maleta, el cuchillo de la sra. Huggins, y cuando se disponía a empezar a servirse el primer plato de carne, una vocecilla dijo algo desde la puerta del baño:
-Esta vez, Otto, déjame a mí ¿Lo harás por mí grandullón? ¿Me dejarás a mí?
-¡¡¡Mussy!!!!- Otto sintió la mayor de las dichas al oir de nuevo aquella cantarina voz- ven aquí pequeñaja, por supuesto que lo harás tú, haré todo lo que tú quieras que haga amor mío.
Justo en ese instante, el agente Dan Brackett por fín abrió los ojos.

Otto no estaba allí en ese momento, puede que lo estuvieran sus 150 kilos de felicidad, pero no su mente, no su alma, pues estos, habían partido de la realidad dirección a la onírica tierra donde él y su amor, la pequeña Mussy, revoloteaban desnudos entre los árboles con alas de mariposa, jugueteando entre la maleza en busca de la mas hermosa de las flores, para posarse delicadamente sobre ella y lamer a dúo su nectar con sus delicadas lenguas al compás de una perfecta sincronía. Su jardín del Edén particular, utópico paraíso postrado ante un precioso cielo azul estrellado y donde el olor a jazmín era tan fuerte, tan embriagador, que la mismísima bestia de los abismos, habría sucumbido a su susurro de haberle prestado algo de atención. Más allá, pasados los verdes prados, fuera del jardín de las mil y una flores, en lo alto de la montaña y siempre siguiendo el camino de baldosas amarillas, se encontraba la casita de la pareja, una inmensa construcción fabricada de dulces y golosinas mucho mas grande, mucho mas descomunal, mucho mas dulce de la que aparecía en el cuento que Otto le explicaba cada noche a la pequeña Eva antes de ir a dormir. Esta, la casa de Otto y Mussy era indescriptible, construida sobre cimientos de hojaldre, se levantaban las majestuosas paredes de esponjoso bizcocho casero, el mismo que Helen preparaba en todas las celebraciones familiares, lugar perfecto por el que rebozar sus cuerpos al ritmo de la música que para ellos interpretaban los cientos de pájaros de llamativos colores que revoloteaban sobre el tejado de mazapán. Otto y Mussy, Mussy y Otto. Otto el soñador, Otto el inconsciente… que no se percató que Dan había decidido que ya era hora de enfrentarse a la realidad al abrir sus ojos llorosos, girar el cuello con la poca movilidad que le permitía la situación y ver a su compañera desnuda e inconsciente tirada en el suelo.

Brackett comenzó a forcejear con las esposas, intentando liberarse de su cautiverio, de su prisión de infinito dolor y aterradora vergüenza, pero estaba claro que las esposas no iban a ceder, tampoco sus muñecas, aunque finas para ser un hombre, podían deslizarse fuera del frío metal. Así que la única posibilidad de liberarse, era cebarse con aquel viejo y sin duda, maltrecho cabezal de hierro oxidado. Así hizo, tiró con todas sus fuerzas una y otra vez, luchando no solo contra el metal, también contra el inimaginable dolor que le atravesaba las entrañas y esta vez, solo por esta vez, la maldita suerte le concedió una tregua, permitiendo que una de las varillas de hierro se soltara, liberándose así de su cárcel. Brackett rodó por la cama y calló sobre la moqueta, justo al lado del cadáver de Sofía. Lo siguiente fue ponerse en pie, tarea que no resultó nada sencilla, pues las piernas le temblaban como si acabase de salir del ojo de un huracán, luego, se aseguró con la mirada llorosa que el monstruo, no se había percatado de su hazaña, lo cual era bastante evidente al verlo, abrazado a la siniestra muñeca de trapo mientras interpretaba una grotesca coreografía junto a la puerta del baño. Brackett, al ver el inmenso miembro de Otto, ensangrentado hasta los testículos, no pudo retener el vomito al pensar que aquello había estado dentro suyo y lo soltó sobre la cara de la pobre Sofía, quien por otro lado, ni se inmutó. Apenas podía andar, a cada paso, sentía como si le metieran una lija de acero por el culo y le diesen vueltas sobre ella misma, pero en aquella situación, en  aquel momento, el pobre Dan lo había perdido todo, incluso, su cobardía. Se acercó a Rebeca, tendida en el suelo, y le puso las manos en la cara. – Despierta Becky, despierta… tenemos que salir de aquí, pues bien sabía el agente Brackett que intentar recoger la pistola de sus pantalones, los cuales estaban demasiado cerca de Otto, era una empresa muy poco recomendable en aquel momento, que huir, era, dada las circunstancias, la mejor de las opciones. Rebeca, parecía receptiva a las suplicas de su compañero y no tardó en comenzar a articular movimientos con su rostro, preámbulo a la abertura de sus preciosos ojos marrón oscuro. -¿Qué ha pasado?- preguntó desconcertada mientras Dan la ayudaba a incorporarse. –No hay tiempo, tenemos que salir de aquí. Y así hicieron, salieron de la habitación y corrieron agónicamente hacía la esperanza de un nuevo amanecer… bueno, lo de corrieron era una forma de hablar, mas bien, se arrastraron, pues las fuerzas de Dan eran escasas y era Rebeca, quien tenía que cargar con todo el peso de su cuerpo, pasando su brazo sobre su espalda y sujetándolo con fuerza por la cintura… Otto el inconsciente, seguía relamiéndose entre litros de chocolate caliente y montañas de nata montada junto a su princesita cuando esta cambió el semblante de su hasta ahora angelical rostro, para tornarse diabólico, ojos rojo brillante, gran boca dentada y afilada nariz engrandecieron su figura haciéndola inmensa y descomunal ante su atónito y asustado enamorado, quien se hacía mas y mas pequeño al igual que aquel palacio de dulces… donde el hojaldre, el bizcocho y el mazapán, dejaban paso a la carne humana putrefacta, los ríos de chocolate ahora eran de sangre, la nata montada, corrupto semen caliente chorreando sobre las mejillas de Otto que no entendía nada, no entendía por que su mundo se derrumbaba ante sus ojos, por que su muñequita se convertía en turbadora visión… -Escapan inútil, escapan- anunció la monstruosa muñeca con voz grave de ultratumba acompañada de un terrible hedor a muerte y descomposición… Otto giró la cabeza y se asomó a la puerta de la habitación, al comprobar que los dos platos de su menú, habían desaparecido y allí, los vio, al final del pasillo, lo que desató toda su ira. Agarró el cuchillo y salió tras ellos.

La pareja bajó las escaleras como pudo y pasó por recepción, vacía, pues el viejo Wallenstein, que no quería saber nada del asunto, veía despreocupado la tele en su garita. Salieron del motel, la noche ya había caído de pleno sobre Sunshine y todo estaba oscuro lejos de la tenue luz que iluminaba el cartel de la entrada. Rebeca estaba exhausta, cargar con el cuerpo de su compañero, no era tarea fácil, ni siquiera para una mujer atlética como ella. Un último esfuerzo los acercó hasta su vehículo. Dejó a Dan sentado sobre la arena del desierto apoyado en el coche y se dispuso a abrir la puerta, pero estaba cerrada, ella siempre cerraba la puerta del coche cuando salía de éste y se maldijo por ello. Fue entonces cuando la monstruosa figura de la masa de carne, se hizo visible en la puerta del motel al grito de “!Tengo haaaaaaaambbreeeeeeee!!!”. Aquello fue demasiado para la pobre agente Gillian, a quien apenas le quedaban fuerzas y no tuvo coraje para intentar cargar de nuevo con Dan. –Perdóname Dan, pero no puedo salir de esta si tengo que cargar contigo, iré a buscar ayuda, te prometo que volveré a buscarte- le dijo entre lloros justo antes de salir corriendo de nuevo hacia la carretera. Dan era consciente de la situación y no la culpó –corre, no mires atrás- le dijo. A los pocos instantes, Otto estaba a su lado, mirándolo con cara de pocos amigos. –Habéis hecho enfadar mucho a mi Mussy, esta me la vais a pagar- Después de esto levantó a Dan agarrándolo por su rubia melena y le cortó los testículos y el pene allí mismo con el cuchillo tan solo con sus estremecedores gritos y la propia luna como testigos para acto y seguido llevárselos a la boca y devorarlos. Dan ya se había marchado, soltó su cuerpo y este se desplomó sobre la arena, Otto, sin dejar de masticar y de saborear las interioridades de Brackett, prosiguió la marcha hacia la carretera en busca de aquel inquieto culito indio, diciéndose a si mismo, que lo mejor de una comida, siempre era el postre.

Rebeca, por su parte, seguía corriendo como una autómata hacia ninguna parte, ausente, aterrada, en estado de shock. A la lejanía, los faros de un coche que venía de frente, iluminaron su cuerpo justo antes de detenerse ante ella, quien corrió hacia el vehículo y desplomó sus pechos sobre el capó. Se abrió la puerta y una bota de policía pisó el asfalto. -¿Pero que diablos te ha ocurrido?- preguntó el Sargento Wilson, quien regresaba a su cabaña en las afueras tras una placida jornada en la oficina de comisaría. Se acerco a Rebeca, esta apenas podía articular palabra. –Ssshhhh, tranquila agente Gillian, yo me encargo de todo- dijo Wilson con una sonrisa en la boca antes de coger a Becky por la cintura con un brazo y apretar con fuerza uno de sus pechos con la otra mano al son de su propia erección, de acariciarle el pezón… -yo me encargo de todo.- Repitió. Y la introdujo en la parte de atrás del coche. Este aceleró y entre sombras, pasó como una exhalación ante la atenta mirada de un Otto, que se había quedado sin postre como los niños malos. Ya nunca mas tendría la oportunidad de catar a aquel culito indio. Pero el caso, es que su apetito, seguía siendo voraz, y de regreso al motel, no dejaba de pensar con que podría saciarlo…



ALICIA MISSTERROR Y NANDO EL RECTOR


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domingo, 18 de diciembre de 2011

Frío

Desde el momento en que entré en la habitación, tenía bastante claro que nada iba a salir bien, que nada volvería a ser igual. Tenía miedo de lo que me esperaba, pero estaba ya cansado de mirar para atrás.
Tumbado, sentía que ya no era capaz de controlar ningún músculo, no sentía la sangre correr por mis venas, no notaba oxígeno en mi cerebro, mis latidos me habían abandonado, pero la sensación no era desagradable.
Vi entrar a un hombre con una bata verde, era extraño porque no sentía ningún respeto por él, incluso me hubiera gustado poder mirarle con desprecio, era un matarife, nada más.
Descubrió la sábana que me tapaba, me miraba con ojos inquisidores, buscaba restos de mi vida, pistas de mis pecados, investigaba mi cuerpo y parecía disfrutar, me abría la boca, me miraba fijamente a los ojos, hurgaba en mi sexo, notaba su respiración cerca, muy cerca.
La primera toma de contacto no fue satisfactoria. Él fue rápido, no hubo preliminares, sacó el escalpelo enseguida. Si hubiera tenido un corazón vivo, se me habría disparado, pero en el estado en que me encontraba no fui capaz de tener una reacción lógica, una reacción lógica física, claro, porque mi cabeza iba a mil revoluciones por segundo.
No sentí la incisión, pero la imaginaba larga por el tiempo que le llevó. Me hubiera encantado verme abierto en canal, pero no pude hacerlo, solo veía las manos del matarife ensangrentadas, chorreantes, moviéndose mecánicas, depositando mis órganos en balanzas y cajones, pesando mi interior, rebuscándome dentro.
Imagino que le estaba costando arrancarme las entrañas porque, de vez en cuando, resoplaba y emitía sonidos de esfuerzo. Una vez silbó, supongo que porque vio que tenía el hígado destrozado, consecuencia de mi gran afición por el alcohol (¡¡¡ahora sí que me bebería un whisky triple!!!).
Me esforcé por ver lo que iba sacando, pero como me había ladeado la cabeza, solo veía una puerta y las balanzas y cajones llenándose, pero todo lo introducía en ellos muy rápido, así que ya tenía negada la visión hasta de mí mismo…
El sonido viscoso de la sangre y la situación en la que me encontraba, me hizo recordar una canción de Skinny Puppy, así que era curioso, pero mientras me vaciaban, no podía dejar de tararear internamente “I´mmortal”. Después de un rato sin parar de tener esa música en mi cabeza, algo me llevó a pensar en My Ruin y su tema “Ready for Blood”, ojalá hubiera podido reírme, lo hubiera hecho a carcajadas, “¿Preparado para la sangre?”, ¡joder si lo estaba… preparado, listo y ya!!! VACIO (confieso que también me excitó pensar en la cantante, pero obviamente no me empalmé…)

El matarife se fue de la sala un rato, supongo que a relajarse y tomarse un breve descanso, porque cuando llegó apestaba a tabaco negro y café… (espero que se haya lavado las manos…porque ya se sabe lo que dicen: “café y cigarro…muñeco de barro…”)

Rápido, al lío (a este tipo le deben pagar por horas…), me puso la cabeza de frente, la sujetó con una especie de tornos… oí el sonido del perforador (esto va a ser una trepanación en toda regla!!!), ahí va… a por mis pensamientos, a por mis emociones, a por mis recuerdos, a por mi mala cabeza… Ahora sí, esto se acaba, solo puedo pensar en una última cosa: tienen razón, la Morgue es tan fría como dicen…

ALICIA MISSTERROR


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jueves, 8 de diciembre de 2011

GULA.Parte I - La familia se lleva dentro

 Segundo pecado.Primera parte

Déjenme que me presente amigos, mi nombre es Otto, Otto VonVousten, representante comercial de Ink Foods, una de las compañías alimenticias más reputadas y con más tradición del país. ¿Mi trabajo? Oh, adoro mi trabajo, déjenme que les cuente como me gano la vida. Comenzaré diciendo que soy uno de esos afortunados que disfrutan con su trabajo, algo que no se paga con dinero, los que estén en mi misma situación bien sabrán de que les hablo. Bueno, mi trabajo consiste en viajar a lo largo y ancho del país ofreciendo nuestros productos al sector alimenticio, bares, restaurantes, supermercados, un amplio catálogo de referencias a disposición de nuestra selecta clientela. Aperitivos varios, una amplia variedad de patatas chips, ¿sabores? Para todos los gustos, para todos los paladares. ¿Quién no conoce las patatas Deloner? ¡Exacto!, todo el mundo las conoce, a los niños les chiflan, perfectas para un snack de media tarde, perfectas para acompañar las comidas familiares, para reuniones sociales, viendo el partido de la noche... Sabor queso, sabor bacon, sabor mostaza, sabor cebolla y, sin olvidar nuestra nueva referencia, una delicatessen española, sabor jamón serrano, esta, aun no la comercializamos, pero me gusta ir informando a nuestros clientes sobre ella, para que se vayan familiarizando con tan selecta variedad, si me lo preguntan, les diré que estoy seguro, de que serán todo un éxito. Pues bien, básicamente, en eso consiste mi trabajo, ir de aquí para allá con el objetivo de poner una bolsita de Deloner en cada mesa del país. Siempre viajando, siempre viajando, ¿y la familia? Se preguntarán ustedes, bueno, eso no es ningún problema, la familia nunca es ningún problema, la familia es para siempre. Déjenme que les cuente, hace cosa de un par de años, algo mas quizás, discúlpenme, no soy demasiado bueno recordando fechas, tengo tantas cosas en la cabeza que a veces uno, pierde la noción del tiempo. Les decía, hará cosa de un par de años, era verano, eso seguro, por que hacía un calor de mil demonios, disfrutaba de unos merecidos días de vacaciones, Helen había salido a pasar el día con sus amigas, Helen es mi mujer, llevamos más de veinte años casados, felizmente he de decir, el matrimonio es una bendición de Dios, por supuesto, El caso es que Helen, había salido y yo me quedé a cargo de nuestra pequeñita, Eva, la criaturilla mas maravillosa que ha visto la luz del día, diez añitos, un encanto, nos tenía locos a los dos. Déjenme que les cuente, Eva jugaba en su habitación mientras yo mataba un poco el apetito, eran las nueve y media de la mañana y el cuerpo me lo pedía. Amigos, nunca le lleven la contraria a su cuerpo, nunca. Había quedado pavo relleno de la noche anterior y madre mía, me estaba diciendo cómeme, cómeme, con tanto esmero, con tanta devoción, que no pude decirle no. Estaba delicioso, frío, grasiento… delicioso. Creo que perdí la noción del tiempo devorando aquel pavo, pero tenía tanta hambre, estaba tan hambriento… no dejé ni un gramo de carne, relamiendo cada huesecillo como si la vida me fuese en ello, relamiéndome los dedos a cada segundo, saboreando cada matiz, cada ingrediente de aquel obsceno relleno que había preparado Helen la tarde anterior, masticándolo, escupiéndolo sobre la bandeja para luego recogerlo y masticarlo de nuevo, una y otra vez, una y otra vez. Con las manos llenas de grasa, me bajé los viejos pantalones de estar por casa, uno de esos pantalones deportivos que la gente delgada, los “secos” como yo los llamo, utiliza para ir a hacer deporte. Bien, pues me los bajé y ayudándome de la grasa del pavo, comencé a masturbarme, aquello fue delicioso, masturbándome mientras saboreaba los restos regurgitados de aquel grasiento pavo relleno, fue una sensación tan maravillosa, tan inolvidable, tan mágica. Gracias señor, por tanto placer. Por supuesto, no pude remediarlo y acabé descargando todo mi agradecimiento sobre los restos del pavo, se lo había ganado, quise devolverle todo el placer que me había suministrado, quedé en éxtasis durante unos segundos, mis mas de 150 kilos de felicidad, quedaron paralizados, en prefecta comunión con el planeta, en perfecta harmonía con mi apetito. Tuve las fuerzas justas para, frotarme la cara con mis manos, pringadas de una mezcla de semen y grasa, girar la cabeza hasta la puerta de la cocina, y ver a Eva allí delante plantada, mirándome fijamente, pálida, con los ojos desorbitados, lo había presenciado todo. Tan maravillosa, tan tierna, con su muñeca de trapo favorita debajo del brazo y vestida con ese vestidito corto de estar por casa que Helen le regaló por su décimo cumpleaños hace unos pocos meses. No dijo nada, se quedó allí de pie, mirándome. Yo, por mi parte, me chupaba los restos orgánicos que abrazaban mis dedos, todo aquel placer no podía desperdiciarse, no hubiera sido cristiano. Ella siguió mirándome, no entendía lo que había ocurrido, pobrecita… verla allí tan necesitada de mi, me entristeció mucho, pensar que en un par de días tenía que marcharme a la otra punta del país, a un pueblecito llamado Sunshine y volver a dejarla sola, a ella y a Helen claro, esa era la parte mas dura de mi trabajo… dios, sentí tanta hambre en aquel momento, tanta, que no pude contenerme. Me acerqué hasta Eva, con los pantalones bajados, ella no hizo nada para evitarlo, no entendía lo que estaba pasando, rodee su tierno cuellecito con mis enormes manos grasientas y apreté, apreté con fuerza hasta que lo sentí crujir. Se desplomó cuando la solté. Tenía tanta hambre.


Eva, la dulce Eva, mi niñita, tan delicada, se cayó rota al suelo, la miré y me subí los pantalones, ella no era el plato que yo buscaba en ese momento.
La llevé en brazos hasta su habitación y le dejé en su camita,al lado de su muñeca Mussy, la besé en la frente y volví a la cocina, porque desde que era pequeño, me enseñaron que no hay que levantarse de la mesa hasta que todos los comensales hubieran terminado de comer, y el cuarto de pavo cubierto de un nuevo rebozado que quedaba, me indicaba que yo aún no había terminado de comer, y podré ser mil cosas, pero a Otto VonVousten, en educación no le gana nadie.
Volví a coger la bandeja del pavo aderezado y lo lamí, saqué la lengua y lo chupé como si fuera la primera vez en mi vida que probaba algo tan delicioso, la saliva me resbalaba por el cuello, pero yo no podía dejar de lamer algo tan sublime, la mezcla de la excelente y jugosa carne del pavo, con el relleno tan exquisito que había preparado mi Helen y mi semen, era lo mas intenso que había probado nunca. Lamí con ansia y cuando ya solo quedaba la carne, me la metí en la boca como un salvaje, no podía masticar, no había tiempo, necesitaba tragar aquel manjar rápido, luego intenté saborearlo más, se me estaba acabando y la tristeza me invadía. Yo estaba totalmente lleno, rebosante, pero seguía comiendo aquella exquisitez. Cuando terminé me costaba andar. Torpe, pesado y lento, me dirigí al baño, necesitaba vomitar algo o, en su defecto, hacer de vientre ( qué poco me ha gustado nunca la palabra cagar...)Una vez allí, me miré en el espejo y ví a un hombre feliz, a un hombre completo, a un hombre saciado.
Terminé en el baño y me fui a ver a la pequeña Eva, descansaba junto a su muñequita, descansaba en la habitación que mi Helen había decorado con tanto mimo, mi dulce niña, la lamí un poco la frente para ver a qué sabía, Eva sabía a algodón de azucar. Me tumbé a su lado y me quedé dormido, sólo los padres saben que no hay nada en este mundo mas agradable, mas tranquilizador y mas especial que dormir placidamente junto a un hijo y ella dormía taaan profundamente en ese momento...

Cuando desperté, calculo que habrían pasado una dos horas, Eva seguía durmiendo, bueno, ella todavía hoy sigue durmiendo, la dejé en su camita tranquila.
Luego estuve preparando mi viaje a Sunshine, haciendo mi esquema de locales a los que acudir, preparando mis tarjetas de visita, metiendo en una gran bolsa las muestras de la nueva variedad de Deloner e incluso eligiendo los trajes que me llevaría.
Luego fui a hacer la cena, me apetecía mucho un gran plato de pasta en su punto, con tanta salsa, que fuera imposible no mancharse, ummmmhhhhhh, me gusta que la salsa se me caiga por las comisuras de los labios y poder sorberla de nuevo, en el fondo soy como un niño, disfruto tantísimo...
Pues tenía ya casi preparada la pasta, cuando entró Helen, mi Helen, mi amor, mi vida entera.Esa mujer es una santa, jamás se ha quejado por pasar tantas noches sola, ella sabe bien que su marido la venera y que cuidará siempre de ella y de nuestra hijita. Ella me quiere mucho y yo la adoro.
Entró, se acercó a la cocina y me besó
-Qué bien huele, cariño
-Gracias mi amor, ¿te acordaste de comprar los cereales y la leche de soja? Eva, nuestra ratita, se los terminó esta mañana y ya sabes lo que me gusta desayunar
-Sí cielo,¿te lo dejo aquí y guardas tú la compra?
Yo colocaba la comida con delicadeza, rebuscaba entre las bolsas desesperado por ver si mi Helen me había traído alguna sorpresa, sabe que el chocolate me pierde y ella siempre me encuentra...comiéndolo.
Cuando ya lo tenía casi todo bien guardado en la despensa, oí un grito desgarrador y corrí hacia la habitación de Eva
-Otto, por dios Otto, Eva está...
-Shhh, calla, déjala que descanse, ha tenido un día muy intenso
-Otto-me gritaba con lágrimas en los ojos-Eva no respira
Me costó mucho que dejara de gritar, intentaba explicarle lo sucedido, que estaba comiendo y Eva parecía tan asustada, ¿qué iba a hacer yo como padre sino intentar que se fuera su miedo? Dios sabe que soy un buen padre, Dios lo sabe.
Helen estaba desencajada, histérica. Yo volví a la cocina, no quería que se me quemara el tomate frito. Ella vino detrás y comenzó a pegarme puñetazos en la espalda y repetía una y otra vez "devuélveme a mi pequeña, devuélveme a mi pequeña". Yo estaba probando el punto de sal en la salsa, cuando ella me tiró la cuchara, que aterrizó en la baldosa de la pared, eso me enfureció, aun así me dí la vuelta  y la pedí que se tranquilizara, que estaba muy alterada y ella seguía fuera de sí
-Vamos a cenar y luego lo hablamos tranquilamente-le dije
-¿Cómo puedes pensar en comer ahora?- sus gritos me taladraban
-Cállate ya, cállate ya, cállate ya!!!- yo lo suplicaba
Luego, con el cuchillo con el que acababa de cortar la cebolla, atravesé su corazón y la abrí en canal, no fue difícil porque también ella era una mujer poderosa y la grasa se corta con facilidad, cogí uno de sus riñones, un trozo de hígado y el corazón, y los puse en la tabla de madera, los corté en daditos y los eché en otra sartén, piqué un poco mas de cebolla y cuando estaba todo bien dorado, lo añadí a la salsa de tomate, metí un cucharón grade dentro de mi Helen y pude sacar dos cucharadas colmadas de sangre que le dieron un color espectacular a la salsa, luego lo mezclé con los spaghetti.
Me puse una servilleta, me serví un buen plato y en la misma cocina en la que Helen me miraba como solo ella sabe hacerlo, disfruté del mejor manjar que había comido nunca, tragaba y tragaba y nunca me cansaba de aquel sabor, que aun hoy permanece en mi paladar, quería más, cada vez que me llevaba el tenedor a la boca mi estómago pedía más, cada vez que masticaba era consciente de que jamás había experimentado tanto placer, ni el mejor de los orgasmos me había hecho estremecer tanto como aquella delicia.
Repetí dos veces y cuando ya no había nada mas en la sartén, me dispuse a buscar el postre, mi dulce Eva, mi algodoncito de azúcar.

Déjenme que les cuente que aquel fue un momento muy especial, pues fue la primera vez que hablamos. Eva ya me lo había contado muchas veces, me decía lo muy habladora que era Mussy, su muñeca de trapo, pero entiéndanme, yo siempre lo atribuí a la imaginería típica de tan especial edad, todos hemos sido niños, ya saben a queme refiero. El caso es que entré en la habitación, rosa, todo era rosa, a Eva le encantaba el color rosa, aunque si he de ser totalmente fiel a la verdad, a quien realmente le fascinaba el rosa, era a Helen, a mi nunca me terminó de gustar, pero en ese momento, con Helen dentro de mi, vi las cosas de forma diferente, de repente, el rosa era un color fascinante. Maldita sea, me habría rebozado desnudo por aquellas paredes de color rosa, frotando mis carnes hasta el último rincón de aquella preciosa habitación, pero no era el momento, el postre no se podía hacer esperar. Mientras colocaba el cuerpecillo de mi Eva en la cama, de forma que se cabecita colgara hacia abajo, ya me fijé de Mussy no me quitaba ojo de encima, pero ya saben como son los niños a esas edad, curiosos por naturaleza. No le di más importancia y seguí a lo mío, por que tengo que reconocer, que el postre, es uno de los mayores placeres a los que se ha enfrentado el ser humano. Bien, déjenme que les cuente como con el mismo cuchillo que le había vaciado las entrañas a mi mujer un rato ante, limpio claro, ante todo, en lo que a comida se refiere, higiene. Decía que con dicho cuchillo y la cabecita de mi Eva colgando hacia abajo, encima de aquel precioso edredón rosa, en aquella no menos preciosa habitación rosa, seccioné con sumo cariño su garganta, fue fácil, pues su carne era tierna como la mantequilla. No les voy a negar que en aquel momento, experimenté una nueva erección, lo cual me resultó algo embarazoso, allí, delante de Mussy, pero como ya les dije, hay que hacer lo que el cuerpo te pide, es nuestra naturaleza.

Coloqué la cazuela debajo de la cabeza de Eva y la sangre no tardó en brotar de su gargantilla abierta, llenando la cazuela dulce. Ese era el nombre de aquel utensilio de cocina, así lo bauticé en honor al maravilloso arroz con leche que Helen hacía de forma habitual en aquel recipiente. Cuando me pasaba por la cocina y veía la cazuela dulce fuera de su armario, era señal inequívoca de que aquella noche había arroz con leche. Pues bien, al igual que cualquier otra cazuela, la cazuela dulce no tardó en llenarse con la sangre de Eva, mucho mas espesa de lo que me esperaba, por cierto. Fue entonces cuando sucedió. En el instante preciso que yo, mi erección y la cazuela dulce nos disponíamos a  ir hacia la cocina, me habló por primera vez. -¿Cómo lo vas a preparar?- me preguntó Mussy mientras un ya agonizante hilo de sangre de Eva, manchaba la alfombra, rosa, por supuesto. Yo me giré hacia ella algo sorprendido, entiendan que lo encontré un poquito raro, nunca me había hablado hasta aquel día. –Voy a preparar un batido, me encantan los batidos y este, además, me ayudará a bajar a Helen, que la tengo algo atragantada (menos mal que no me escuchó decir esto, por que se lo habría tomado muy mal, Helen era una mujer muy aprensiva, había que tener mucho cuidado con lo que le decías o dejabas de decirle). -¿Un batido?¿con leche y azucar?- Claro, ¿Cómo si no? Delante de ti tienes al mejor preparador de batidos del condado- le contesté con una sonrisa de oreja a oreja.

Cogí a Mussy y me la llevé a la cocina, la senté encima del mármol mientras puse a calentar la cazuela dulce con la sangre. De la nevera saqué el cartón de leche, les diré que prefiero la leche de soja, mucho mas sana y sabe dios, que mucho mas cariñosa con el paladar, pero para la elaboración de batidos, yo recomiendo la leche de vaca, con su grasa, sus trazas de pus y demás contenidos animales. Vertí la  leche en la cazuela dulce, lentamente al tiempo que removía la mezcla con el cucharón, si, el mismo con el que obtuve la sangre del cuerpo de Helen, pero limpio, recuerden, higiene. Removí durante un rato ante la atenta mirada de Mussy. El olor era delicioso, la boca se me hizo agua de tal manera, que comencé a babear de forma irremediable sobre la cazuela, la saliva comenzó a brotar de mi boca y cayó sobre la mezcla, ni se imaginan la cantidad de saliva, espesa, muy espesa, que llegó a caer dentro de la cazuela, un grueso y denso hilo de saliva me conectó con la cazuela, como un cordón umbilical que une a una madre con su hijo. Luego abrí el armario para echar mano del azúcar… aquel fue el primer gran disgusto del día, no había azucar. Maldita sea Helen, ¿tengo que encargarme de todo en esta casa?, me pregunté en voz alta sensiblemente enojado, entiéndanme, una cocina sin azúcar, aquello fue imperdonable, aun le guardo cierto rencor a Helen por ello, para que les voy a mentir. –La señora Huggins. -¿Cómo?- pregunté.- La señora Huggins, insistió Mussy. –Claro, buena idea, seguro que la señora Huggins podía prestarme algo de azucar. Déjenme que les cuente, la señora Huggins era mi vecina, la de la casa de al lado, patio con patio. Una mujer de unos cuarenta y pico años, de muy buen ver, cristiana, por supuesto. Casada y con dos críos, no me pregunten sus nombres, ahora mismo no los recuerdo. Si les puedo decir el de su marido, Greg, un buen hombre, un buen esposo y un buen padre, por lo que tengo entendido. Casualmente, de viaje de negocios por aquellos días.

Bajé el fuego, muy lento, y dejé a Mussy vigilándolo, remuévelo de vez en cuando, le dije. Salí de casa, eran las ocho más o menos y ya comenzaba  a oscurecer. Anduve por el jardín, descalzo sobre la hierba, muy seca, tengo que regarla, pensé. El de los vecinos era otra cosa, húmedo, eran mucho mas cuidadosos que yo en el tema del jardín. Fue muy gratificante andar sobre la hierba mojada. Me planté en la puerta y piqué al timbre. Mientras esperaba, un sonido llamó mi atención, como una especie de goteo…tuc, tuc, tuc. Miré hacia el suelo del porche, era mi saliva, seguía brotando. Me dí cuenta de que tenía la camiseta empapada, no solo de saliva, también de sangre. Huggins abrió la puerta.

Era curioso porque  llevábamos viviendo al lado de la sra. Huggins más  de quince años y yo nunca había tenido una conversación con ella de mas de tres minutos.La verdad es que no solíamos coincidir nunca, una vez tuve la intención de llevarle unas muestras de las Deloner de cocktail de gambas que salieron hará unos dos años (no tuvieron demasiado éxito), para que me diera su opinión, porque yo no entendía por qué no era capaz de llegar a mi objetivo de ventas con ellas, cuando a mi me parecía que estaban absolutamente deliciosas.
Yo siempre vi a la sra. Huggins como una persona muy elegante y , déjenme insistirles, bastante atractiva para haber superado hacía algunos añitos la barrera de los 40.
Su marido, el sr. Huggins, era un banquero muy conocido por la zona, siempre era educado, nos saludábamos con corrección, pero nunca jamás le vi sonreir. Como dije,Dios les había bendecido con dos hijos,la lástima era que eran más pequeñitos que mi Eva,me hubiera gustado que Eva hubiera tenido una amiguita de su edad mas cerca para poder jugar en el jardín los domingos por la tarde.
Antes de decirle nada a la Sra. Huggins me quedé mirando el porche, tenía un aire sureño que me pareció muy elegante, pero al mismo tiempo frio, aquello no tenía pinta de utilizarse mucho, sólo era el escaparate de la casa.
La señora Huggins perfectamente arreglada me miraba desde la puerta
-Sr. VonVousten, ¿qué puedo hacer por usted?
-Verá Sra. Huggins, estaba preparando unos dulces para la pequeña Eva, cuando he caido en la cuenta de que me había quedado sin azucar, ¿se lo puede creer?,jijijiji, ¡preparando deliciosos dulces y sin azucar!-le dije, intentando ocultar la desesperación y punzante necesidad de ese ingrediente-¿no tendrá usted un poco para dejarme?
-Por supuesto sr. VonVousten, precisamente acababa de preparar ahora unas galletas para los niños
-Llámeme Otto
-Pase Otto,pase, no se quede en la puerta
Ni que decir tiene que me quedé embobado viendo aquella casa por dentro, grandes lámparas,alfombras que parecían de buena calidad,jueguetes nuevos bien colocados, la madera de los suelos estaba recien pulida y los espejos brillaban y devolvían un reflejo perfecto a la sra. Huggins. Sin duda, aquella era la casa perfecta para una familia perfecta, por un momento me imaginé en lugar del sr. Huggins y sonreí, aunque luego pensé que él estaba demasiado seco y que éso solo le pasa a la gente que no es feliz, supongo que por eso no sonreía, pese a tener una vida de ensueño.
Mientras caminábamos por el pasillo, la sra. Higgins se fijó en mi camiseta "¿es éso sangre, Otto?, ¿está usted herido?",me puse algo nervioso porque no sabía muy bien cómo explicarlo, así que opté por mentir ( que bien sabe Dios que es una cosa que detesto hacer) "no por dios  sra. Huggins, no es sangre, es sirope de fresa, como le digo estaba haciendo unos dulces y decorando las rosquillas glaseadas, tuve un pequeño traspies y se me cayó parte del sirope en la camiseta, perdone que no me haya cambiado de ropa", ella hizo un gesto con la mano y me dijo "por favor, no se preocupe, es solo que parecía sangre", creo que parecía avergonzada.
Llegamos a la cocina y el fantástico aroma a galletas recién horneadas me transportó a mi infancia, a casa de mi abuela, y en ese instante, me las habría comido todas. Verán, la abuelita Gertrud ,me preparaba siempre galletas, las galletas mas ricas del mundo y me solía llamar glotoncete, pero decía que verme comer la daba la felicidad, así que, en cierta manera yo fui el responsable de que muriera con una sonrisa en los labios, siempre fue una mujer feliz. Murió porque su vieja cocina tuvo un escape de gas y mientras ella cocinaba, respiraba y respiraba ese gas y un vez dentro de ella, ese gas ya no se quiso ir nunca más. La encontró mi abuelo, y siempre comentaba que cuando la vio, estaba tirada en el suelo con las sonrisa mas perfecta con la que nunca le había sonreído. La muerte dulce le llaman. Mi abuelita, que en paz descanse, fue determinante en mi vida y en mi alimentación.
-¿Quiere una galleta, Otto?
-Por supuesto sra. Huggins
-LLámeme Ruth
-Claro Ruth
En el momento en que probé una de esas crujientes galletas, sentí que mi paladar estaba experimentando un nuevo éxtasis, ¿cómo describirlo? esa mezcla excepcional de harina, huevo, mantequilla, leche y azúcar era tan perfecta que volví a excitarme
-Ummmhhhh, ésto está delicioso Ruth
Ruth sonrió, claramente vi que esa sonrisa era una invitación
-El secreto está en el jengibre, coma, coma otra!
Yo quería comerme la bandeja entera, no podía contenerme. Cogí dos a la vez,mientras, ella se subía en un taburete para buscar un paquete de azúcar
-Siempre tengo azúcar de reserva, me encanta la repostería- decía jubilosa aún subida en el taburete
Yo la miraba embelesado y cogí otras tres galletas, me las metí en la boca a la vez, casi no la podía cerrar para masticar, pero aquel jengibre...A Ruth se le marcaba las caderas en su falda de lino perfectamente planchada y mi mirada se posó en sus glúteos, generosos que intuía prietos, y las galletas estaban tan ricas que me hubiera gustado homenajear a la cocinera...gustosamente la habría rebanado un buen filete de su trasero y lo habría mezclado con las galletitas que se deshacían en mi boca. Yo comenzaba a salivar.
En ese preciso momento,unas llaves en la puerta y una voz masculina me recordaron que yo estaba allí por otra cosa y que a lo mejor Mussy no estaba revolviendo bien los ingredientes de la cazuela dulce y éso sería una auténtica tragedia, ya lo creo.
-Ruth, cielo!!!-dijo la voz masculina desde la puerta
-¿Greg? ¡qué sorpresa! no le esperaba hasta mañana...me dijo Ruth con una mezcla de alegría,decepción y rabia
Oí a unos niños corriendo "papi,papi,¿nos has traído algo?"
-Oh, si, yo debería irme ya, he dejado a la pequeña Eva sola al cuidado de la cocina y esta chiquilla es un terremoto- me disculpé, mientras, cogía otra galleta y ella me daba el paquete de azucar.
Ruth me acompañó a la puerta, y en el salón nos cruzamos con el sr. Huggins
-Greg!!qué inesperada alegría tenerte de vuelta tan rápido!-le dijo Ruth a su marido mientras se daban un casto beso en la mejilla-El sr.Vonvousten vino a pedirme algo de azucar,¿te lo puedes creer?estaba haciendo dulces sin azúcar,jijiji.
-Sr. Vonvousten, ¿qué hay?
-Sr. Higgins
Nos dijimos con un gesto con la cabeza que equivalía al apretón de menos que nunca nos dimos.
Ruth salió hasta el porche y me dijo:
-Espere, espere, llévese las galletas que quedan, yo les prepararé más a July y Tommy ahora
-No por favor Ruth, ya he comido bastantes y eran para los chiquillos (en realidad estaba deseando que las trajera de una puta vez), perdónenme, a veces soy un poco mal hablado cuando tengo hambre...
Ruth se metió dentro de la casa y salió de nuevo con una bandejita con las galletas (qué pocas,joder!!) colocadas delicadamente
-Por favor, vuelva cuando quiera Otto, es una delicia verle comer y a mí me gusta mucho cocinar
Hubiera jurado que aquella era la segunda invitación de Ruth para meterme dentro de ella desde que toqué el timbre.
-Descuide Ruth, lo haré
Volví por el mismo camino, con mi azucar, con mis galletas, aunque, si les digo la verdad, antes de llegar a casa ya me las había comido todas.

Abrí la puerta y el seductor olor de la cazuela dulce volvió a impregnar todo mi ser, subió por la nariz y me llegó al cerebro, me lo estrujó y allí se quedó, atado con alambre de espino.
En la cocina, Mussy me miraba pícara y locuela
-¿te has portado bien? ¿has dado vueltas al jugo hipnótico siempre en el mismo sentido?- le pregunté.
Mussy se rió y la inocencia atravesó mi corazón
Cuando miré el interior del recipiente, vi que la sangre era una especie de almibar y que sólo faltaba el azúcar para hacerme el hombre mas feliz del mundo.Lo eché, sin medida, sin control, tengo muy buen ojo para calibrar las cantidades, y a fuego lento se cocinó, no podía dejarlo enfriar, necesitaba probarlo ya y me llevé a la boca  con la misma cuchara con las que que lo estaba removiendo, me abrasé el paladar y al tragar, noté fuego por la garganta, pero cielos, aquel majestuosos caldo era lo mas extraordinario que había probado nunca, más incluso que mi Helen, y noté que la polla me estallaba en los pantalones (discúlpenme de nuevo,sigo teniendo hambre..) y me fuí a la intimidad de mi habitación y allí me masturbé de una forma descontrolada, y a mi mente venían imágenes de mi Helen,de la sra. Huggins, de las galletas y del jugo hipnótico y Mussy no hacía mas que acercarse y me decía "venga hombretón, échalo todo, venga, hasta la última gota...eso es hombretón, eso es!!"
y me quedé dormido, y en mis sueños mi vida había cambiado, yo era Otto el hombretón, Otto el devorador, Otto el Dios.

Me ha dado un poco de vergüenza contarles esto último, no quiero que piensen que soy un degenerado, yo, buen cristiano y ciudadano ejemplar. Pero ya saben, no es sano llevarle la contraria al cuerpo y yo, bueno, en realidad soy un bocazas, me pierdo por la boca y me resulta muy difícil guardar secretos. Espero que no se hayan molestado... bueno, lo que les iba diciendo. Después de aquello, pasaron unas cuantas horas, no se exactamente cuantas, ya saben que la memoria no es una de mis virtudes, el caso es que me desperté encima de la cama, sin los pantalones, como dios me trajo al mundo. A mi lado, Mussy seguía dormida, no quise despertarla, amén del fuerte olor a esperma que desprendía, bien se merecía un descanso, así que no hice ruido, me levanté en silencio y fui a la cocina a ver si aún quedaba algo del delicioso postre, es normal, uno, cuando se levanta de la cama, está hambriento. En mi caso, muy hambriento.

Me acerqué a la cocina y me asomé a la cazuela dulce, pero estaba vacía, Mussy debió acabárselo todo mientras yo dormía, voy a tener que dedicarle unas palabritas cuando despierte, no está bien acaparar con todo y no dejar nada para los demás. Subí las escaleras y fui a visitar a la pequeña Eva, estaba mas fría y pálida que nunca, tengo que sacarla mas de paseo pensé, pero no se lo dije, no quise herirla, a veces un exceso de sinceridad no es bueno, puedes herir a la gente que quieres. Levanté su cuerpo y la senté en la vieja silla de mimbre de mi madre en paz descanse, mientras le abría la cama a Eva, quería meterla dentro y arroparla, la última cosa que quería es que cogiese un molesto constipado y fue justo, en ese mismo momento, cuando mi pequeña ya estaba bien acomodada, cuando miré por la ventana de la habitación y vi a la señora Huggins en la suya, en su dormitorio, la única luz encendida de la casa a aquellas horas de la noche, calculo que serían las once o las doce. Tenía un sexy camisón y me miraba fijamente, me devoraba con los ojos, fue entonces cuando eché la mirada hacia abajo y caí en la cuenta de que iba sin pantalones, con el pene erecto si les soy sincero, supongo que debido al fuerte olor especiado que desprendía mi Eva. Volví a mirar hacia el dormitorio de la Sr. Huggins y la vi tocándose, con su mano jugueteando por debajo del camisón mientras se asomaba mas y mas por la ventana, intentando acercarse mas a mi, yo, por supuesto, no tuve otra que agarrarme la polla y comenzar a menearmela, aprovechando, por supuesto, que mi Eva tenía los ojitos cerrados, si no, no habría sido apropiado.

Pero cuando el agua ya estaba a punto de hervir, un grito proveniente del piso de abajo, apagó el fuego. Era Mussy, me llamaba desesperadamente, así que tuve que soltarme el pene e ir a ver lo que quería mi pequeña, imagínense la cara de decepción de mi estimada vecina. Una vez abajo, Mussy, sentada encima de la cama, puso un poco de sentido común a una situación que se me había ido un poco de las manos, lo mío con la sr- Huggins, tenía que terminar, no podía hacerle eso a Helen, no siendo un buen cristiano como yo soy. –Tienes que terminar con ella, me dijo Mussy, visiblemente enojada- te prometo que no volverá a pasar, no volveré a tener pensamientos sucios con ella, ni me masturbaré delante de ella, le contesté mientras golpeaba mi pene con disimulo para intentar doblegar mi insistente erección. – no me refiero a eso Otto, ya sabes lo que quiero decir… ella lo sabe, lo sabe todo, no puedes permitirlo.

Aquella pequeñaza tenía razón, la Sra. Huggins, de seguro me había visto manipulando a Eva, y con esto no quiero decir, que lo que hacíamos yo y la pequeña fuese algo malo, pero ya saben, en cada casa hay unas reglas y hay gente, que puede encontrar extraña la actitud de otros, el comportamiento del vecino en los adentros de su propia casa. Además, voy a ser muy sincero con ustedes, me moría por comérmela y esto, no era nuevo, no era de ahora, sentí esa necesidad desde la primera vez que hablé con ella… así que todo parecía bastante claro, corrí hacia la cocina y agarré el mortero de madera de mi Helen, la cual, por cierto, seguía sentada en el taburete, apoyada contra la pared con lo que poco que había quedado de sus entrañas colgando. Mejor  así pensé, pues no le gustaría nada que me colase sin pantalones en medio de la noche, en casa de nuestra atractiva vecinita… y les digo, ahí, me volví a empalmar.

Los grillos habían comenzado su función particular, no había ni un alma en la oscuridad de la noche. Corrí entre la hierva y cogí impulso para elevar mis ciento cincuenta kilos de alegría por encima de la verja de madera que separaba nuestros patios, tenían que haberme visto, que agilidad, que elegancia, parecía un cisne. Seguí corriendo al son de mi aliento y esquivando los cantos de los grillos con la agilidad de una gacela, dos volteretas dí sobre el césped, que agradable fue sentir las caricias de la hierva sobre mis testículos, ni se lo imaginan y ni mucho menos, se imaginan el apetito que me despertó aquello, en aquel instante, me habría comido cualquier cosa, me habría comido al mismísimo Jesucristo, con cruz y todo.

Allí me planté delante de la puerta, espatarrado y hambriento, con el mortero en la mano, pensando en la forma de entrar en la casa sin alertar a la buena señora Huggins, quizá podría trepar por la parte de atrás pensé.

Y eso fue exactamente lo que hice, caminé sigilosamente alrededor de la casa, mi desnudez me liberaba de la culpa, así que intenté forzar la puerta trasera. Como ustedes supondrán, éso hubiera sido demasiado fácil, así que, sí, me tocó trepar...mi cuerpo no fue problema, mi peso se convirtió en mi aliado y me impulsaba, subía como los gatos,un dulce gatito que sabe que se va a dar un buen festín. Lo que mas me costó fue que el mortero no se me cayera, no quería que se manchara de ninguna manera (ya saben, la higiene).Recuerdo que me reí en bajito porque no quería despertar a nadie, y me reía, porque yo intentaba subir lo mas rápido posible por la rejas que había en la parte de atrás para que la enredadera trepara y cuando daba pequeños saltos de un hueco de esa reja a otro, mis pelotas saltaban conmigo y me hacian cosquillitas,jijiji
Llegué a una ventana, estaba medio abierta, era la de la habitación de los niños, la subí del todo y me colé en la habitación, no sin algo de dificultad. El mas pequeño de los dos se despertó (será posible que nunca me acuerde del nombre de estos dos chiquillos...), le hice un gesto con el dedo para que no hablara, shhhhhhhh. El pequeño miraba a su alrededor con los ojos desorbitados, "duérmete pequeño" le dije entre susurros, él me señalaba, supongo que era la primera vez que veía un cuerpo desnudo adulto, supongo que en esa casa, el sentido del pudor reinaba, como ha reinado en la mia hasta el momento, supongo que  su padre tapará sus verguenzas delante de sus angelitos, supongo que era la primera vez que  aquel muchacho veía un pene grande, supongo que en cuanto yo me marchara de su habitación, se bajaría el pantalón para ver la diferencia de tamaños. Cerré la puerta de los niños y me dirigí a la habitación del matrimonio, fui muy sigiloso y al abrir la puerta les vi en la amplia cama, durmiendo, entregados totalmente al mundo de los Oniros, seguro que alguno de los mil hijos que Hipnos tuvo con Nix, les estaban entreteniendo en aquel momento. No estaban abrazados, cada uno miraba para una parte diferente y yo la miraba a ella, qué belleza, qué aroma..me temo que me volví a empalmar, llega Otto el hombretón. Todo fue bastante rápido, cogí el mortero y le arreé a Gregg con él en la cabeza hasta que se la aplasté, la sangre me salpicó la cara, las manos y los brazos, y salpicó también a Ruth, quien se despertó sobresaltada. Greg no se dio cuenta de nada, se quedó en el mundo de los sueños para siempre. Ruth estaba totalmente desorientada, me miraba con pánico, no entendía nada ,intentó levantarse de la cama y correr hacia la puerta, yo seguía golpeando con el mortero la cabeza de el bueno de Greggy y tuve que ser muy rápido, porque la sra. Huggings estaba en muy buena forma y era muy ágil .Me interpuse en su camino y la pegué un puñetazo en la barriga que la tiró al suelo, entonces yo era Otto el oso, "por favor Ruth, no vaya hacia la puerta, todo en esa dirección debe morir y así será" le dije.
Desde el suelo Ruth gritó " July,Tommy no salgais,cerrad la habitación" (éso era,se llamaban July y Tommy...qué memoria!!) Ni que decir tiene que los chiquillos en cuanto oyeron los gritos de su madre, corrieron a la habitación, quedándose petrificados de miedo en la puerta, realmente Gregg lo habia puesto todo perdido. Yo corrí hacia la puerta y les pedí que volvieran a su habitación y que se arroparan, que luego mami iría a darles un beso de buenas noches y cerré la puerta.
-Bien Ruth, ya estamos solos- dije guiñandola un ojo
-Otto por favor no haga daño a mis pequeños- me decía totalmente fuera de sí
-Pero Ruth,por favor, ¿por quien me toma?
En un segundo ella miró hacia atrás, miró al deformado rostro de su marido. La verdad es que era realmente grotesco y mirándolo yo también me di cuenta de que me había dejado el mortero encima de la cama, lo cogí, estaba totalmente rojo, empapado en la sangre del banquero y lo lamí con ansia, su sabor era fuerte, pero me gustó mucho. Ruth me miraba y gritaba sin parar, "calle Ruth, no grite, esto está delicioso, venga, venga y pruebe". Ella volvió a intentar levantarse para ir otra vez a la puerta, cuando cogió impulso se le levantó el camisón y admiré su figura, no tenía nada que ver con la de mi Helen. Tuve que volver a dejar el mortero en la cama y abalanzarme de nuevo hacia la señora Huggins, "deje de hacer éso Ruth, al final conseguirá que me moleste". La cogí en brazos,ella no ponía resistencia y la tumbé de nuevo en la cama .Allí se quedó quieta, yo seguí lamiendo el mortero y cuando estaba totalmente limpio, empecé a chupar la cabeza del sr. Huggings, ummmmhhhhh, solo podía decir ummmmhhhh, y ese ummmhhh ni siquiera se había inventado aún, era tan placentero que habría que idear una nueva palabra para describir esa sensación. Joder, no podía parar de chupar, sorber toda esa masa en la que se había convertido su cerebro
-Ruth, por favor, hágame caso, tiene que probar ésto, es un manjar de dioses
-Está usted totalmente loco Otto- gritaba ella
-Ruth, insisto
y en ese momento cogí a Ruth y puse su cara contra lo que quedaba de cara de su marido."Saque la lengua" le decía yo y nada, al final tuve que sacar mi genio y le dije "saque la lengua y pruebe a su marido o créame, al final va a tener que probar a sus pequeños", nada mas escuchar ésto la sra. Huggings sacó su lengua y empezó a chupar, lamía muy bien a su marido, yo también  lo hacía y me relamía y noté que toda esa sangre que estaba chupando me bajaba a la polla y las venas se hacian inmensas.
Vamos a por el segundo plato. Agarré a Ruth y la tiré al suelo ,me puse encima de ella, comenzó a gritar desesperada, la verdad es que no lo entendí ,porque claramente me deseaba, bueno, pues lo que les  iba contando, que estando encima de ella, acerqué mi nariz a su cara y olía tan bien, estaba tan calentita...que mordí su mejilla izquierda hasta arrancársela, la mastiqué atropelladamente porque quería mas, casi ni la degusté. Ruth seguí gritando y sangraba mucho, la arranqué el delicado camisón y fui directo a por el plato a por el que había ido a su casa. Primero mordisqueé un poco sus pezones,no quería que pensara que solo iba a lo que iba, me gusta que una mujer sienta placer con mis preliminares. Luego ya arranqué el pezón derecho de cuajo, ohhhhhhhh, maravilloso, era dulce y amargo a la vez, sabroso y algo salado, sublime. Ruth se rendía y cuando iba a servirme el otro pezón, sin darme cuenta la abrí las piernas y sin darme cuenta se me coló el pene entre ellas, mordí, tragué y me corrí dentro de la señora Huggins. Luego bajé a la cocina corriendo, cogí un cuchillo, subí corriendo también, tenía el pulso acelerado y la respiración entrecortada, Ruth no había intentado moverse, estaba inmovil, perdida...a lo mejor ela esperaba que hubiera sido mas apasionado, no lo se. Fui hacia ella,  pero antes miré por la ventana, miré hacia la ventana de la habitación de Eva, la luz seguía encendida y vi perfectamente la silueta de Mussy, "me temo que estará molesta,he tardado mas de lo que la dije que tardaría", así que ya no tenía tiempo para entretenerme. Clavé el cuchillo en el pecho de Ruth unas 13 veces, la di la vuelta y la corté un generoso filete de su trasero, lo enrollé y salí de la habitación y de la casa.

Volví a cruzar el jardin de los Huggins y el nuestro, volví a notar la diferencia en el césped de ambos y entré en casa.
-Mussy,Mussy ,ya está, ya he hecho lo que me pediste y mira lo que he traído para después...

Mussy. Cuando mi Eva la vio por primera vez en aquellos grandes almacenes, se enamoró de ella perdidamente, recuerdo como me miró Helen al ver a su niñita abrazada a la caja de plástico de la muñeca. Yo la miré y la correspondí con un gesto de complicidad, los dos sabíamos que Eva no iba a regresar sola aquella tarde a casa, además, faltaban poquitos días para su cumpleaños, como le íbamos a negar aquel capricho en semejantes fechas, no pudimos, no pudimos. Déjenme que les cuente como ella corrió hacia nosotros con la caja en brazos y nos miró con los ojos llorosos por la emoción, bueno, en realidad me miró a mi, por que los niños no son tontos y la pequeña Eva, mi Eva, sabía que yo era quien llevaba los pantalones en aquella casa (bueno, habitualmente por lo menos, jijiji…). Vale Eva, ponla en el carrito de mami, le dije. Tendrían que haber visto su cara, jamás nadie fue tan feliz como mi Eva en aquel momento, aquella fue la primera vez que me dieron ganas de comérmela, ni se imaginan como me abrió el apetito aquello.

Mussy era la clásica muñequita de trapo de toda la vida. Déjenme que les cuente, ya que ahora mismo no puedo enseñársela a ustedes. Piel pálida, pelo negro, largo, con dos coletitas, sonriente, ojitos pequeños, muy pequeños, naricita de garbanzo y suave, muy suave (ni se imaginan cuan suave…). Una cintita roja en la cabeza, un vestidito a rayas horizontales, blancas y rojas y unos zapatitos… madre mía, me encantan esos zapatitos, azules, con un lacito rojo. Esa, es la muñequita que enamoró a mi Eva, esa es la muñequita que me enamoró a mi.

Helen y Eva seguían dando vueltas por la sección de juguetería, aquello era enorme, no en vano, les estoy hablando de los almacenes TODYS, el edificio mas descomunal del recién remodelado centro comercial de la ciudad, nuevecito de trinca, si señor. Solíamos ir todos los sábados por la mañana, los domingos, como ustedes comprenderán, estaban reservados al señor y en concreto, a la iglesia del padre Tomás. Como les iba contando, dejé a la familia deambulando entre toda aquella cantidad obscena de juguetes y yo me excusé diciéndole a mi Helen que quería pasarme por el supermercado, que me había entrado un apetito voraz y quería comprarme un tentempié. A ella. No le gustaba mucho que comiese entre horas, se le había metido en la cabeza que yo tenía que perder peso, que estaba, algo rellenito, ¿se lo pueden creer? Yo, rellenito. Helen, Helen… ¿no querrás que sea como uno de esos asquerosos e infelices secos? Siempre le preguntaba cuando me salía con aquellas tonterías, luego me decía que era por mi bien, por mi salud y cosas así, pero yo siempre sospeché que había gato encerrado, que había algo turbio, algo oscuro en mi Helen, vamos, que no me decía toda la verdad, que a ella… le gustaban los secos. En aquellos momentos, le habría arrancado la cabeza y la abría metido en el horno a máxima potencia. No te enojes Otto, me decía a mi mismo cada vez que aquello ocurría, que sería de ti sin tu querida Helen, ella, que lo era todo para mi, junto con mi pequeña Eva, claro está. Pues lo que les iba contando, me acerqué hasta el supermercado que había en la primera planta de TODYS, en aquel momento, el abismo que había en mi estómago era tan profundo, que podría haber sido engullido por él y estar cayendo por el resto de los tiempos, hambriento por el resto de la eternidad. ¿Cómo saciar aquel irremediable deseo? No fue fácil, miré y miré por el supermercado, todos aquellos estantes abarrotados de comida, latas de conservas, pasta cruda para cocer, snacks de todo tipo, por supuestos, incluidos los nuestros, faltaría mas, refrescos, batidos, galletas, pastelitos, zumos… había de todo, pero nada parecía suficiente para mi, para mi abismo. Fue entonces cuando vi a aquella jovencita entrar en un pequeño cuartillo, un pequeño almacén donde se guardaban los utensilios de limpieza para el mantenimiento del establecimiento. Era tan guapa, parecía taaaaan tierna. La seguí y me colé detrás suyo, luego, cerré la puerta cuidadosamente.

No puede entrar aquí, me dijo la jovencita, algo sorprendida. No se preocupe, solo estoy buscando algo de comer, solo intento no caer por el abismo. ¿De que está usted hablando? Esto es solo para empleados, la comida está fuera, toda la que usted pueda desear, señor. Pero no, aquella chica no tenía ni idea de lo que yo podía desear, pero no la voy a culpar por ello, ni yo mismo lo sabía hasta que la conocí. No medié mas palabra con ella, simplemente, me acerqué, cogí una botella de lejía, una de esas lejías industriales que se utilizan para limpieza, pues eso, industrial, y se la rocié en los ojos. Pueden imaginarse el dolor que sintió mi precioso tentempié, cómo gritaba la cochina, la cochina seca. Cayó al suelo y comenzó a retorcerse como la cola de una lagartija, ¿le han cortado alguna vez la cola a una lagartija? Bueno, como comprenderán, no pude quedarme quieto, aquellos gritos de agonía se habrían escuchado hasta en el mismísimo infierno, así que cogí el palo de una escoba y se lo metí en la boca, apreté hasta que este se introdujo en su garganta, luego seguí apretando, no tardó en dejar de gritar. Cuando saqué el palo, este estaba impregnado de sangre y olía tan bien, aquel falo de madera húmedo, tuve que lamerlo, si, tuve que hacerlo, ya se que estas cosas no debería hacerlas un buen cristiano, un hombre no debería lamer el pene de otro, eso no le gusta a Dios, pero estaba tan rico, me imaginé al padre Tomás, con sus generosas carnes dando el sermón de los domingos con aquella túnica blanca que le quedaba tan bien y no pude evitarlo, me lo metí en la boca, lo mas profundo que pude y chupe con todas mis fuerzas hasta que lo dejé limpio. No me miren así, no se vayan a pensar que soy maricón, ¿acaso tengo aspecto de persona enferma? No, claro que no. Luego me amorré sobre el rostro desfigurado de la chica, Marta, según la tarjetita identificativa que llevaba colgando del bolsillo de la camisa, blanca con rayas rojas horizontales, igual que mi Mussy, miren que casualidad, la vida está llena de casualidades, ¿no creen? Pues eso,  me amorré a su boca, de la cual salían toda clase de substancias corporales y me colé sin invitación, me introduje, agarré su lengua con mis dientes y tiré, no fue fácil, pero lo acabé consiguiendo, se la arranqué de cuajo y por supuesto, la mastiqué, la saboree y luego, la devoré. Lo bien que me quedé. Lo bien que se quedó mi tripita, jijiji.

Luego regresé con Helen y Eva y fuimos a comer, hamburguesas para todos. Me pasé toda la comida pensando en el padre Tomás, ante la atenta mirada de Mussy, que no me quitaba ojo de encima y Eva, que les voy a contar, Eva la espachurraba con todas sus fuerzas. Fue una bonita mañana de sábado.

Ah, por cierto, deliciosa la nalga de la Sr. Huggins, de-li-cio-sa. Lástima que Mussy apenas me dejará saborearla en condiciones, pues me dijo que ya estaba bien de comer, que tenía que limpiar todo aquel estropicio ya, comenzando por los niños de los Huggins, que ya era tarde y mañana teníamos que madrugar para emprender el viaje de negocios a aquel pueblecito, Sunshine. Así que ya me ven de nuevo, entrando en la casa de los vecinos…


Esta vez me llevé a Mussy conmigo, sin ella no me veía capaz de hacer las cosas bien, ya se sabe que las mujeres se fijan en los detalles mas pequeños y yo necesitaba que Mussy me guiara, Mussy siempre tiene razón, Mussy me dijo que a la familia siempre la tienes que llevar dentro, que éso es lo mas importante, qué bien lo sabía aquella diablilla.

Llegamos de nuevo a casa de los Huggins, no sin tener que aguantar por el camino la bronca que la pequeña Mussy me echaba por tener que hacer ella parte de una trabajo que sólo me correspondía hacer a mi.
Esta vez, entramos por la puerta  principal, me la había dejado abierta un rato antes,  justo cuando salí con el sublime filete de Ruth, ahhhhhhh, recordaba ese filete y se me caía la saliva de la boca como si fuera un géiser. Cuando entró Mussy en la casa, lo miraba todo con gran curiosidad
-Venga Mussy,que hay que dejarlo todo listo pronto y hacer las maletas
-No me vengas con prisas ahora Otto ,que habrá que ver cómo lo has dejado todo...yo mejor que nadie se lo cerdo que eres comiendo...
Yo miré al suelo con cara de culpa y la cogí en brazos para subir las escaleras mas deprisa (ella es algo lenta),  y en menos de tres minutos, ya estábamos en el piso de arriba, en la puerta de la suntuosa habitación de matrimonio de los Huggins.
Mussy no daba crédito a lo que estaba viendo...La habitación tenía salpicaduras de sangre por todos los rincones, y los niños de los Huggins estaban sentaditos en la cama, al lado de su padre, mirándole con los ojos muy abiertos...como dije, los niños son muy listos y sabe muy bien a quien acercarse. Ellos sabían perfectamente que era papá quien les traía regalos de sus viajes y , en ese momento, estaban probando por si este regalo era lo que ellos querían: Tommy unos guantes de baseball y July, la muñeca Sally que todas las niñas de su clase tenían.
-Por Dios Otto, no me lo puedo creer, ¿que hacen los niños aquí?-me dijo Mussy manifiestamente molesta
-No te enfades Mussy,que te pones muy fea...-fue lo único que se me ocurrió decirle...cuando le decía éso a mi Eva, mi angelito me sonreía y me decía "papi,no me llames fea,yo no soy fea", "claro que no cielo mio, eres la mayor belleza que han visto mis ojos" y ella siempre me preguntaba "¿mas que mamá?" y yo sonriendo la decía "mas que todas las mamás del mundo..."
Mussy no me dedicó la misma sonrisa que me dedicaba Eva sin reservas, Mussy se limitó a decirme "encárgate de ellos ya mismo"
Yo cogí a los pequeños de la mano-"no deberíais estar aquí, ya os dije que os quedarais en la habitación...",el pequeño Tommy me dijo "sí,lo hicimos,pero usted nos dijo que mami vendría a darnos un beso de buenas noches y no vino" y la pequeña July, que era lista como el demonio, dijo balbuceando "mami no se mueve, ya no se va a mover más". En ese momento sentí que la mirada de Mussy me atravesaba el cerebro, la estaba haciendo enfadar mucho, y creánme, es mejor que esa muñequita no se enfade...

Llegué a la habitación de los chicos,la luz de una lámpara que daba vueltas y que dejaba imágenes de aviones, nubes, estrella y lunas en la pared, seguía encendida y arrojaba al aire una preciosa melodía, que se fundía en el ambiente y producía una inmensa paz. Metí a los dos niños en la misma cama, creo que era la de la niña, porque las sábanas eran de princesas (caí en la cuenta de que eran casi iguales que las de mi Eva...qué casualidad), los niños me miraban en silencio (qué bien educados están!), yo cerré la ventana,no fuera a ser que se colara algún vampirillo por ella,jijiji. Entonces el aroma se hizo intenso y yo volvía a tener hambre, no hay tiempo no hay tiempo, ya comerás luego. Comencé a contarles el cuento que siempre me pedía mi hijta que le leyera: "érase una vez  dos hermanitos que vivían en una casita muy pobre, era tal su pobreza que su papá no tuvo mas remedio que llevarlos al bosque porque no podía alimentarlos para dejarlos allí, pero el niño,que se llamaba Hansel, era muy muy listo y había dejado piedrecitas en el camino para saber cómo volver a casa .Cuando regresaron, por la noche, su mamá estaba disgustada y decidió que les llevaría al día siguiente al bosque ,pero mucho mucho mas lejos para que no pudieran regresar .Hansel dejó miguitas de pan en vez de piedras esa segunda vez y cunado intentó regresar por el camino de migas de pan, comprobó que los pájaros se las habían comido, esos pájaros eran cuervos y habían logrado que los niños se perdieran en el bosque, en compañía de cuervos es fácil perderse. Hansel cogió a su hermana Gretel y echaron a andar sin saber muy bien qué dirección seguir, de pronto, encontraron una casita de chocolate, con ventanas de gominola y puertas de galleta y los niños sonrieron, intentaron comer algo de la casa, estaba deliciosa, ummmhhh, pero la bruja malvada que vivía en aquella casa de ensueño,les atrapó y les encerró y les obligaba a comer para que engordaran, porque los pobrecitos estaban muy secos. Todos los días hacía que Gretel sacara el dedo por los barrotes de regaliz en los que les había encerrado para ver si habían ganado peso..." y de repente me dí cuenta de que July y Tommy se habían quedado dormiditos y que yo estaba chupando uno de los deditos de July y debo decirles que sabía realmente bien. Mussy gritó desde la otra habitación,"¿ya está todo listo Otto?", "sí, Mussy" la mentí y fue entonces cuando cogí la almohada de la cama de Tommy Huggins y la puse en la carita de las criaturitas y apreté y apreté y apreté, ellos pataleaban, me impresionó la fuerza que tenían para ser tan pequeños. Seguí apretando, les juro que me hicieron sudar y todo, pero por fin dejaron de moverse. Todo limpio, a Mussy le va a gustar que haya sido tan cuidadoso.Lamí la cara de los pequeños y me fui a la otra habitación, donde Mussy intentaba limpiar la sangre. "Ésto es imposible Otto, no tenemos tiempo, has sido muy sucio. Al menos pon a esa mujerzuela en la cama con su marido, y cúbrela, se la ven todos los pelos del coño!!" 
-"Mussy por dios,cuida ese lenguaje"- me apresuré a reprender. Nunca me ha gustado que la gente diga palabras malsonantes y mucho menos las señoritas.

Mussy decidió que debíamos quemar la casa, porque la policía del pueblo comenzaría a hacer preguntas y sabía que yo no había nacido para mentir, y si evitaba las preguntas, evitaba las respuestas.
Bajamos a la cocina y buscamos alguna cerilla, no había gasolina por ninguna parte..así que Mussy, ya visiblemente cansada, encendió una cerilla y prendió fuego a las cortinas, luego todo fue una reacción en cadena y las llamas lo inundaron todo. Salimos de allí y en el porche Mussy me miró de una manera que me heló el alma. La cogí en brazos y me puse a correr hasta llegar a nuestra casa. Una vez allí,le dí las gracias por cuidarme tanto. En la cocina el olor de Helen era mareante y sin que Mussy me viera, unté una tostada en el hueco de su estómago y me chupé hasta los dedos. Mussy me esperaba en la cama.
Me introduje dentro de las sabanas, estaban frías y yo estaba algo destemplado, así que me pegué a Mussy en busca de calor
-Vas a tener que ser mas cuidadoso en un futuro,¿lo serás por mí?-me dijo
-Seré todo lo que tú quieras que sea- le dije yo mientras la daba un besito en la mejilla de trapo
Ella me abrazó, sabía que esa noche sería Otto el hombretón el que dormiría a su lado.


ALICIA MISSTERROR Y NANDO EL RECTOR


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