domingo, 27 de noviembre de 2011

El Amor Duele

Nadie se ha parado a pensar detenidamente en el significado real de las palabras, ¿nadie ha ido más allá al pronunciar ciertas sílabas juntas?, ¿por qué la gente no tiene ni idea de lo importante que es juntar las sílabas correctamente ? Amor, alegría, dolor, vacío...no hay que tomárselo a la ligera.
Sólo tuve que recordar el pensar en el Amor y todo estuvo claro,¡qué necia fui!. Los latigazos del interior de mi cabeza eran un claro síntoma, aquello debía ser amor verdadero, o a lo mejor algo más profundo aún, aquello debía ser vacío, ¡joder! no lo tenía claro...
Comencé arrodillada, estaba completamente tranquila, necesitaba saber cual era la sensación más poderosa, saber qué se adueñaba de mí cuando pronunciaba una palabra.
El cuchillo (que afilé con esmero hacía media hora) se deslizó sin problemas desde el dorso de la mano hasta el hombro. Al principio no profundicé, pero luego me gustó la sensación de la carne blanda rendida ante mí y apreté bien profundo, era curioso ver la cantidad de grasa que hay en un brazo, parecía un cerdo... admito que lo hice por simple curiosidad.
Arrodillada no llegaba bien al estómago, así que me incorporé y rebané la grasa del michelín de la barriga de un solo tajo (¡pues sí que había afilado bien el cuchillo!) y no ví nada, sólo una masa sanguinolenta y viscosa, ¡no era eso lo que buscaba!, yo quería ver su interior (¡creía que le quería tanto!).
Preferí usar las manos desnudas para desgarrar el músculo, estaba duro, pero apretando hacia los lados lo suficiente, todo en aquella cavidad terminó por romperse. Así fue como llegué a los intestinos. Comencé a sacarlos y me parecía mentira cuantos metros de tripa nos caben dentro, era como tener una bufanda caliente e interminable entre mis manos, daban ganas de echársela al cuello y salir arropada con ella en un día de nieve a comprar el pan.
Cuando le vacié por completo, miré dentro del agujero detenidamente, él estaba en la cama tan quieto, tan blanco, tan bello, tan muerto, tan vacío...tan vacío como lo había estado cuando cenábamos, cuando paseábamos, cuando me hacía el amor lentamente y lentamente me miraba con ojos de cansancio.
Allí estaba él, en la cama, y en el suelo todo su amor, todas sus tripas. Yo sólo quería comprobar que, como él decía, el amor era algo visceral, que no era cuestión del corazón, así que yo tengo sus tripas y él tiene su jodido corazón pudriéndose dentro de su cuerpo muerto. Yo tengo sus tripas, aquello que le hacía tan desdichado...¡ya no las tienes amor mio! ¡Ya no te preocupes por tus "viscerales impulsos"! Ya no los tienes, ya eres libre.
¡Dios santo, le quiero tanto... que creo que voy a volverme loca!
Con el brazo abierto en dos y completamente eviscerado (esta palabra la aprendí leyendo recetas de cocina de pescados) no estaba tan atractivo como de costumbre, pero no me importaba.
Cojo el cuchillo de nuevo, por algún motivo lo limpio cuidadosamente en la cocina, lo voy a utilizar conmigo y no quiero coger ninguna infección. Intento realizar el primer tajo a la altura del esternón, pero me tiemblan demasiado las manos. Respiro profundamente y empiezo a cortar a la altura del ombligo, pero duele mucho, bueno, más que doler escuece, aprieto los labios y sigo cortando, pero cuando la sangre comienza a caerme en la ingle, lo dejo, no voy a ser capaz, me odio a mí misma durante un segundo, pero realmente yo no tengo que demostrar nada, ¡yo sí se que le quiero con todo mi alma, era él quien me decía que no podía controlar sus sentimientos, que sus sentimientos eran viscerales y que algún día lo comprobaría! ¡pues lo acabo de comprobar! y en sus tripas no hay más que mierda, asi que por extensión, sus sentimientos no eran más que mierda.
YO sé que el amor es vacío y así quedará él, aunque también sé que el amor es ciego, así que me tumbo a su lado y comienzo a masajearme los ojos...

ALICIA MISSTERROR


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viernes, 25 de noviembre de 2011

El sonido de la IRA

 Si tuviéramos que explicar alguna vez cómo sonó la IRA de Sunshine en nuestras cabezas,probablemente ésto sería lo mejor que podríamos decir:

Alicia Missterror:
Machine Head "I Am Hell"

Nando El Rector:
Rammstein "Morgenstern"

lunes, 21 de noviembre de 2011

Ira.Parte III-Cuando la Ira lo devoró todo

Esto no debió ser así, la muerte no puede soltarme la mano y echar a correr en libertad, no puede escaparse, la muerte no puede elegir a quien amar, yo decido, yo soy la portadora. Max encontraste una muerte equivocada. Nunca debió ser así, te merecías algo mejor, un hombre como tú nunca debió irse por la puerta de atrás, se que no es justo, ni para ti, ni para mí, pero es lo que el destino nos tenía reservado.
-Alice, ¿estás bien?,¿estás herida?
-Wallestein, no debiste disparar, ahora todo será más difícil
-Alice, pequeña, era o él o tú y él te hubiera matado sin pestañear. Yo ya he visto demasiada muerte para el resto de mi vida. La miseria no es buena compañera de viaje y yo solo conozco la peor de las miserias, la del alma.
-Max no me hubiera matado, no se puede matar algo que ya está muerto. De cualquier modo, gracias Andrew. Voy a subir a vestirme.
Se que cuando suba las escaleras, el viejo me mirará con gesto paternal, ni siquiera completamente desnuda soy capaz de volver a encender la llama de la lujuria en este hombre, está demasiado atormentado y la gente así es incapaz de sentir algo que no sea dolor y tristeza.
Ver mi reflejo en el espejo del baño de la habitación, cubierta con la sangre del vaquero es como dejar que el vacío atraviese mi cuerpo, dejar que me empale. Escupir en el espejo es el único acto de rebeldía que me puedo permitir ahora.
Sally sigues sin respuestas. Eres una página en blanco y acabo de perder el único lápiz del que disponía para escribir.¿Podrás perdonarme algún día?.Cuando te encuentre se que lo harás, se que me devolverás el pedacito de cielo que una vez me robaste.
El vestido negro se me ajusta como una segunda piel. Es curioso cómo la desnudez puede intimidar tanto y a la vez proporcionar tanta fuerza, pero al mundo venimos desnudos y así quiero abandonarlo también.
A veces doy pasos equivocados, pero es la única manera de aprender. Sin duda éste fue uno de ellos.
Mierda, tengo que irme ya o mi él se despertará y no le va a hacer ninguna gracia que yo no esté allí con él. Soy esclava de sus pasiones y alimento de su orgullo,es lo que elegí.
Subió por las escaleras una serpiente sin veneno, las baja una tarántula que busca mas presas.
-Wallestien, deshazte del cuerpo
-Por supuesto, se exactamente dónde dejarlo
Hasta siempre Max, hasta los gigantes caen. Por un momento te quise tanto que me olvidé de mi mundo. Siempre amo con todo mi ser un minuto antes de que la muerte se lleve al que me acompaña.
Me gusta susurrar al cadáver de Max.El enorme agujero que tiene en el estómago parece que quiere absorberme y dejarme alojada en ese vacío para rellenarlo.
Besarle la frente me parece un acto de compasión y a la vez de venganza.Yo no soy la ganadora de la batalla,si es que hubo alguna,pero aún puedo respirar,así que puedo permitirme el lujo de sentir algo.Tú ya no,Max.Me gustaría lamer todas tus heridas,pero no tengo tiempo.No te despediste,sabía que no lo harías,me gusta que sea así,aunque ahora tengo la misma sensación del que espera una respuesta que nunca llegará.De todas formas,yo no soy como tú, así que adios vaquero.Alice y Max.Alice y Alice.
Mientras observaba alejarse a la joven Alice,Wallestein,con ayuda de una manta para poder arrastrar por el suelo tanto peso,se llevó el cuerpo de max a la parte trasera del motel y allí lo tiró a un contenedor de basura
-Vuelves al lugar del que nunca debiste salir,hijo de puta.
Y allí,acomodado entre la mierda de los demás,Max dejó de pertenecer a Sunshine.

James salió del piso de la Sra. Pheebles cuando Mike cerró la puerta de enfrente.Era difícil sorprender a aquel hombre,pero esa escena era totalmente inesperada y James no lograba encontrar una conexión lógica.Se acercó a la puerta con la esperanza de poder escuchar algo de lo que dentro estaba aconteciendo,pero no oía nada.Estaba a punto de llamar de nuevo,cuando se vió advertido otra vez por la voz temblorosa de la anciana,que le dijo "no llame,hijo.Ahora no debería llamar,sería como traer el Infierno a la tierra.Entre de nuevo.En Sunshine no hay nadie seguro y en esta calle solo hay cabida para el sufrimiento".
James no era un cobarde,de ninguna manera lo era,pero a diferencia de su socio Max,todavía conservaba un poco de sentido común,y decidió entrar de nuevo en la confortable casa de la vieja,un buen disfraz en aquel inmundo edificio.
-Señor,ni usted ni yo queremos mas problemas de los que tenemos-le dijo Pheebles agarrando del brazo a James,para que éste la ayudara a caminar hasta su sillón favorito,aquel que conservaba desde cuando se casó,desde que era ocupado por el Sr. Pheebles ,el pobre Sr. Pheebles que murió con el hígado totalmente destrozado,con un hígado cirrótico, pero un corazón que solo latía si su mujer estaba cerca.El hecho de que fuera un jodido borracho era solo circunstancial,era sólo su seña de identidad como ciudadano de Sunshine.El Sr. Pheebles amó mucho a su esposa y ella retroalimentó ese amor con una devoción propia de una esclava.
-¿Qué es lo que está pasando aquí?-preguntó James.Empezaba a ponerse nervioso,empezaba a impacientarse,empezaba a cerrar el puño.
-¿Cómo quiere que yo le diga lo que pasa fuera de mi casa?Cuando esa puerta se cierra,no se lo que pasa,y le aseguro que tampoco quiero saberlo.Solo se que cuando viene el muchacho que ha venido hoy ,los gritos de Alice son mucho mas fuertes.Sólo el mismo Satanás sabe la clase de cosas que ocurren ahí dentro,pero ese hombre solo trae sangre y dolor-dijo la anciana mirando a la puerta
-¿Sabe usted quien es ese hombre?Ese hombre es el hijo del dueño de Sunshine.Ese hombre es el puto Rector del Infierno.No entiendo qué tiene que ver con sus vecinos y tampoco sé la relación que tiene todo esto con Sally.
-Tenga paciencia,si ese hombre está aquí,la joven Alice vendrá.El mal siempre llama al mal,todo es cuestión de esperar.
James se acercó a la ventana.Fuera una farola,una puta y un hombre con gabardina que parecía vigilar el edificio.
-No tengo tiempo para seguir esperando algo que si ni siquiera se qué es-dijo James dirigiéndose a la puerta.
Cuando se disponía a abrirla,oyó las pisadas de alguien que subía corriendo las escaleras.Miró de nuevo por la mirilla y sólo vio a una mujer abriendo la puerta de enfrente,sólo pudo ver una larga melena negra y un vestido negro,¿Sally?
James abrió la puerta y Alice,que todavía no había entrado en su jaula de cristales rotos,se giró para ver quien salía de la casa de la vieja,pues sabía que ésta no salía nunca hasta que el pasillo no estuviera vacío.
James no reconoció la cara de la mujer,pero sí pudo reconocer al demonio que habitaba en su interior.
Alice
James
Dicen que toda tu vida pasa ante tus ojos justo antes de morir.
Recuerdo la primera vez que me crucé con Max. Era mi primer trabajo para el sr. Thorton, hacía poco mas de una semana que había llegado a Sunshine desde ninguna parte. El tío, Throrton, era el pez gordo de la zona, aquel al que había que temer si no estabas de su parte, también si lo estabas. Mi presencia no pasó desapercibida para él después del numerito del bar con uno de sus matones, aquel gigantón greñudo fue la mejor carta de presentación posible para presentar mis credenciales, la nariz rota, un hombro dislocado y múltiples contusiones, tanto en el cuerpo como en el orgullo, fueron una minuta a pagar si tenemos en cuenta todo lo que conseguí a cambio, porque no nos engañemos, si no hubiese sido por Thorton, no habría visto muchos amaneceres en aquel rincón del infierno.
Recuerdo que el teléfono sonó a altas horas de la madrugada. Aquello fue como una puñalada en el corazón, odio el maldito teléfono. Pero si una cosa había aprendido en mis pocos días de estancia en el pueblo, es que hacer esperar al viejo no era una buena idea. Así que no me quedaron mas cojones que aceptar aquella llamada del infierno a cobro revertido. El muy hijo puta me dijo que tenía que ir inmediatamente a la comisaría, en el centro de la ciudad, a sacar de la trena a uno de sus chicos, un tal Max, quien, por lo visto la había liado gorda en una pelea horas antes que había terminado con varios heridos de gravedad y una prostituta muerta. Así que no me quedó otra. Conduje hasta la puta comisaría de policía. En la entrada un poli gordo de sucio uniforme me preguntó que quería. – vengo de parte del Sr. Thorton… no me dejó terminar. -¿vienes a buscar a ese hijo puta de Max? Bien, el pasillo del fondo primera puerta a la derecha, espera allí mientras aviso al Sheriff.
Recuerdo que me senté en aquella calurosa oficina, era verano y hacía un calor insoportable, así que la espera se me hizo eterna. No se cuanto tiempo pasé allí sentado, no lo recuerdo. Lo que si recuerdo es lo que me dijo el sheriff cuando entró por aquella puerta: “Así que eres la nueva niñera del vaquero… pues espero que tengas mas cojones que la última y mantengas a este hijo puta lejos de mi vista, por que ya está agotando mi paciencia. Lo tienes fuera, firma el puto formulario y llévatelo de aquí. Y una cosa más, dile a tu jefe que esto le va a costar el doble”. Desde ese momento supe que Thorton lo controlaba absolutamente todo en aquella ratonera, incluso a la policía.
Recuerdo que el tal Max estaba allí de pie plantado, esposado a la barra del mostrador. Ni siquiera me dirigió la mirada. Firmé el maldito impreso y el poli gordo le quitó las esposas. Subimos al coche. -¿Eres mi nueva putilla?- me preguntó medio sonriendo mientras se acomodaba su sombrero de Cowboy. -¿Tu putilla? Lo siento amigo, no eres mi tipo-le contesté con tono serio, aunque en realidad, aquel hijo puta ya me había caído en gracia, no se, acababa de conocerlo, pero sentí que para bien o para mal, era un tipo especial, un tipo diferente. -¿Qué pasó? Le pregunté. El cabrón volvió a sonreír una vez más. – nada especial, me pasé un poquito con una zorra y a su chulo no le hizo mucha gracia, invitó a sus amigos a la fiesta y una cosa llevó a la otra. - ¿Qué le hiciste a la puta? Insistí.-Pero no contestó. Jamás supe lo que ocurrió realmente aquella noche, Max no volvió a hablar de ello en todos los años que trabajamos juntos, en todas las borracheras que compartimos juntos.
Recuerdo.
James y Alice. Alice y James.
Sus miradas se cruzaron, fue como si el día y la noche fueran conscientes por un instante, de la existencia del otro. Dos detalles marcaron aquel casual encuentro. El primero, el sombrero que la mujer portaba en su mano, no había duda, era el sombrero de Max, aquel sombrero que una vez acomodó en su cabeza y del cual nunca se desprendía. El segundo, el colgante que asomaba por la camisa del hombre, una lágrima de cristal, una lágrima de Sally. Sin conocerse, sin haberse visto nunca, sin haber hablado nunca, sin haber existido nunca, los dos supieron al instante quienes eran y que habían venido a hacer, o por lo menos, eso creyeron. El primer pensamiento de James fue echarse la mano a la espalda y desenfundar su pistola para vengar la casi segura muerte de su socio a manos de aquella desconocida que, sin lugar a dudas, era su enemiga. Ella, por otro lado, desde el otro lado del espejo, desde su mundo, supo que aquel hombre había tenido algo que ver con la casi segura muerte de Sally y que sin lugar a dudas, era su enemigo. Se odiaron tanto y con tanta intensidad, que incluso llegaron a quererse. No hubo tiempo para más, la puerta del apartamento de Alice se abrió y aparecieron Mike y el gigantón, fue en ese momento de claridad cuando James le reconoció, se acordó de él, era el tipo de la pelea en el bar en su primera noche en Sunshine. Ellos no le reconocieron, sin duda, Hector no se acordaba de él y Mike, bueno, nunca se habían visto en persona, James lo conocía por las fotos del despacho de Thorton. Lo que sí tuvieron muy claro es que James, había llegado hasta allí conduciendo el coche de Sally, por lo que estaba implicado en su desaparición.
Max se habría liado a tiros con los tres, pero James tenía bastante mas sentido común y dedicándole una última mirada a Alice, a la cual no dijo nada pero lo dijo todo, dio media y vuelta y volvió a entrar en el piso de la manzana podrida, corriendo hacia la ventana y se lanzó por ella, cayendo sobre la vieja escalera de incendios por la que se deslizó hasta el callejón y luego corrió calle abajo sin mirar atrás como si le persiguiese el diablo, pero éste, no le perseguía, tan solo le observaba bajo la luz de una farola.
Mike y Hector saltaron detrás de él y le persiguieron calle abajo. Alice se dirigió a la señora Pheebles. –no se que tienes que ver en esto anciana, pero me lo vas a contar todo, por que si no, conozco a un niño que se va a quedar sin amigos.- luego se asomó a la ventana, las tres siluetas habían desaparecido en la noche. Sintió una presencia también y miró hacia la acera de enfrente, hacia la luz de la farola, pero ya no había nadie.
Mientras corría desesperado mas allá de la noche por las calles de Sunshine, James tan solo podía pensar en los ojos de aquella mujer al tiempo que se hacía una pregunta: ¿Qué le hiciste a aquella zorra,Max?

Alice agarró a la Sra. Pheebles del brazo y la empujó hacia el Infierno,la metió en su casa y cerró la puerta.La vieja sintió todo el mal con solo una mirada en el interior de aquel apartamento y cerró los ojos,la muerte soplaba y una leve brisa acariciaba su gris cabello.Abrió los ojos de nuevo,y vió a Alice mirándola fijamente, sonreía como la serpiente que era,ni siquiera tenía que amenazarla,bien sabía la anciana que Alice, o lo conseguía todo o lo destruía todo,así que fue la primera en pronunciar una palabra:
-Alice,querida,en realidad ni yo se lo que ha pasado.
-Venga,vieja,no intentes engañarme,a mí no
-Ese hombre se presentó y estuvo haciendo algunas preguntas,sólo eso
-¿y le metes en tu casa?La adorable sra. Pheebles,siempre tan entregada a los demás,tan pendiente de que en este santo bloque no ocurran cosas malas...No juegues conmigo vieja!!!,se que eres incluso peor que yo,lo supe desde el primer día en que te miré a los ojos-le dijo acercándose mucho a ella y colocándola el sombrero de Max
La sra. Pheebles temblaba,pero no hacía ningún gesto de defensa,dejaba que Alice le acariciara el pelo,que le ajustara el sombrero e incluso que le agarrara de la mano.Cuando no hay nada que perder,simplemente,te abandonas.
-No vais a parar hasta que eliminéis a todos,¿verdad,zorra?.Lo supe en cuanto os vi,os devoraréis el uno al otro-le gritó la anciana a Alice en la cara con la voz salida de lo mas profundo del odio.
La respuesta que recibió aquella mujer sabia y derrotada,fue un bofetón que la tiró al suelo y la hizo suspirar profundamente,pues sabía que el dolor había recordado cómo se volaba y acababa de extender sus alas.
Alice pisó el brazo de Pheebles en el suelo y con la cara transformada por el odio,el asco y la rabia,gritó:
-Dime ahora mismo,qué quería ese hombre y exactamente qué le has contado o juro por dios,que te parto todos los malditos huesos de tu decrépito cuerpo
y agachándose al oído de la anciana,la susurró "sabes que lo haré",y pasó su lengua por la mejilla arrugada de la grotesca muñeca vieja que ahora estaba en el suelo.
-Venía buscando a tu amiga, a la bailarina y...yo solo le dije que venía a veros con frecuencia y que no buscábamos líos-respondió la anciana
-¿y por qué la buscaba?
-No lo se,no lo se-susurraba entre lágrimas la sra. Pheebles.
Alice levantó el pie del brazo de la anciana y se dirigió lentamente a la ventana,miró a través de ella y vió cómo se acercaban de nuevo al edificio Héctor y Mike. Volvió lentamente también al lado de la anciana,que seguía en el suelo,se desabrochó las botas,se las quitó con calma,son la sensualidad del que quiere provocar y dejó sus pies desnudos,sintiendo el suelo,sintiéndolo todo y propinó una de las patadas mas brutales que había visto aquel inmundo bloque de pisos,en la cara de la pobre vieja,quien perdió el conocimiento instantáneamente,con la boca y la nariz chorreando sangre.
Alice sonrió y parecía una diosa,tenía el rostro tan iluminado,que parecía el único ser de este planeta que había recibido la gracia de Afrodita.Sin duda,ser la mayor perra de este mundo la sentaba realmente bien.
Alice fue al baño,Alice volvió del baño,Alice se agachó al suelo,Alice agarró la cuchilla,Alice sacó la lengua de la vieja y de un tajo,Alice se la cortó.
La puerta sonó,Alice abrió descalza,salpicada de sangre.Héctor la empujó y cuando vió a la vieja Pheebles en el suelo en un inmenso charco de sangre,miró fijamente a la serpiente,la única mujer que le había hecho olvidar que él era una bestia y la vió frágil,con una sonrisa inocente y la deseó tanto en ese momento,que le habría encantado tirarla al suelo,arrancarla el vestido,empaparla en la sangre de la vieja y poseerla hasta que a los dos les doliera el alma,pero entendió que no era el momento y que tenían un invitado que atender.
-¿No le habéis podido alcanzar?-preguntó ella
-No,corría rápido,¿quién es ese hijo de puta?¿le conoces?-le preguntó Mike a Alice
-Es uno de los matones de tu padre-respondió ella
-¿Y qué hacía aquí?-preguntó Héctor
-Venía buscando a Sally y esta puta vieja,vete tú a saber lo que le ha contado
Bastó con decir éso,para que Héctor levantara el cuerpo aún con vida de la inconsciente sra. Pheebles y le partiera el cuello como quien parte una manzana podrida.
Ni Mike ni Alice se inmutaron ante tal hecho,es más,Alice se humedeció los labios con la lengua,aquello pareció calmar su sed,al menos,de momento.
-Abajo está el coche de Sally-dijo Mike
-Me di cuenta al venir,deberíamos revisarlo-dijo Alice mientras se volvía a poner las botas.
Los tres demonios bajaron sin hablar.Alice era la mas pequeña,pero entre tanta brutalidad se hizo mas grande que un gigante,era invencible,era espejo y reflejo,cielo e infierno,día y noche,lo era todo y no era nada.
Forzaron el coche en busca de algún rastro de Sally,de alguna pista.El asiento trasero estaba empapado de sangre y en el maletero estaba el cuerpo de Tony.
-Sally está muerta,ya no hay duda,la mató otro de los jodidos hombres de tu padre-dijo Alice-y a juzgar por tu cara,creo que entiendo que a Tony le diste tú el final que siempre mereció.
-Mira puta, eso no es cosa tuya y si es cierto que a Sally se la han cargado,Sunshine va a vivir su propia destrucción.
-Max,el asesino de nuestra Sally,ya no será un problema,puedes apostar.El problema es que hay alguien que sabe mas de lo que debería.Si tu padre se entera de la muerte de su hijito,removerá cielo y tierra para encontrar al culpable.El tiempo corre en tu contra Mike-dijo Alice con un tono de voz bajo.
-Héctor,deshazte de este trozo de mierda ya! No quiero volver a ver el cuerpo de este bastardo.
Dicho esto, Héctor cargó con el pútrido cuerpo de Tony,lo llevó al maletero de su coche y arrancó sin mirar atrás.
-Alice vas a acompañarme,vamos a buscar a ese malnacido,a mi nadie me deja atrás-le dijo a la mujer mientras abría su coche.
-Mike,siento lo de Sally,por tí y sobre todo,por mí-le dijo Alice una vez dentro
-Créeme preciosa,yo también lo siento-exclamó Mike sin mirarla-y recuérdame que cuando todo esto termine,te busque,sólo me quedas tú para jugar.
Alice no respondió,solo miró por la ventanilla y sus ojos se volvieron vacios y cansados y los cerró y por un momento despareció de Sunshine y del mundo,y por un momento fue feliz.

James había dejado de correr,miraba hacia atrás constantemente con el revolver en la mano.Rememoraba una y otra vez lo que acababa de pasar,a la sra. Pheebles,al gigantón sin expresión,ú,l hijo de Thorton y la mirada de esa maldita mujer.¿Cómo terminaste con esta gente,Sally...? Se dirigió a "La eternidad",siempre terminaba allí...y la mirada de esa mujer...por un momento sintió que el odio era un sentimiento mas intenso que el amor,luego en voz alta dijo:"que te jodan".
Si, “La Eternidad”, ese fue el primer pensamiento de James, esclavo del sentido común, encadenado a la lógica más aplastante, ¿Qué mejor lugar para esconderse que en la vieja trastienda del local de Terry? Un refugio donde recapitular sobre tan peliaguda situación, rearmarse… ¿sentido común?. Eres diferente James, no eres como los demás, actúa en consecuencia, no me decepciones.
James despertó. Un oscuro callejón, detrás de un viejo contenedor lleno de basura. Extenuado por el estrés y el cansancio de la eterna persecución, el pistolero había caído rendido a los brazos de la derrota y tan solo una voz, la voz de Max, lo había traído de vuelta. –maldito hijo de perra, incluso ahora que parece que te has ido, en esta hora tan oscura, estás ahí para tenderme la mano, gracias socio- se dijo a si mismo mientras su rostro volvía a dibujar una sonrisa, otro legado directo de su amigo, reírse del peligro, disfrutar el peligro, desear el peligro. -¿Qué harías tú, viejo y arrogante perro de la guerra, en esta situación?¿te esconderías como una rata?¿enterrarías la cabeza bajo tierra cual avestruz? No, desgarrarías las entrañas de la lógica con tus propias manos, sacarías todo lo oscuro que tienes dentro, te pondrías la soberbia por sombrero y andarías a través de un campo de estrellas caídas para nadar contra corriente por los siete mares si fuese necesario, eso harías y eso haré, por que si esa maldita zorra y sus perros han acabado contigo, juro por la mismísima muerte, que yo acabaré con ellos, te lo prometo socio- y tras estas palabras, recogió la pistola del suelo, se la guardó detrás del pantalón y anduvo de nuevo calle arriba al encuentro de lo inesperado.
Mientras tanto, Mike y Alice seguían patrullando la ciudad en busca de su particular vendetta, en busca del desconocido con el coche de Sally, en su interior, aun podía olerse su aroma, su esencia. Y eso, parecía incomodar a la pareja, ambos muy ligados a su recuerdo, uno de esos momentos donde el silencio se tornaba en tremendo estruendo y por lo que Alice, tenía su vista fija en la calle a través de la ventanilla a media hasta por la cual, intentaba ventilar el habitáculo y desprenderse del olor a muerte que parecía se le había impregnado sobre la piel y la atormentaba. Mike, por su parte, hablaba, pero ella, no podía escucharlo, su mente estaba en otro lugar, su alma, nunca estuvo en ninguna parte, aun no.
-¿Qué ocurrió con el otro tipo? ¡Alice! ¿Qué ocurrió con el otro tipo?- insistió Mike con tono amenazador al verse ignorado por la mujer y apretándole el muslo con fuerza. Esta sin girarse, sin concederle el más mínimo movimiento, sin apenas sentir su mano, respondió de forma fría: -no debes preocuparte por él, ya te lo dije. No volverá a hacerle daño a nadie. ¿Estás segura de eso serpiente?
-Bien hecho, ésa es mi chica-Asintió satisfecho Mike, mientras no perdía detalle de la calle, solitaria a aquellas horas de la madrugada, más aun ahora, que había comenzado a llover con fuerza de nuevo y que la lluvia, caía sobre ellos como alfileres envenenados. Dudo siquiera que Alice se diera cuenta de tal acontecimiento, dudo incluso de que se hubiese percatado de la presencia de James de haberlo visto, porque ella ahora estaba sola en su mundo, ahora que tenía la certeza de que Sally se había marchado, también la tenía de que en adelante, siempre estaría sola. Nadie más podría entrar de nuevo en su mundo, nadie. Eso, a su manera, la entristecía.
-No te preocupes Alice, cuando esto termine, tú y yo vamos a pasar un buen rato juntos, por los viejos tiempos, si quieres, incluso puedo dejar que se sume ese animal tuyo. Te gustaría eso, ¿verdad que si zorrita mía?-aun no había terminado la frase y su mano ya se deslizaba entre las piernas de la serpiente, incluso acercó su cara hacia ella y la beso el cuello, lo lamió con fuerza y repetidamente mientras ella seguía impasible dejando escapar la mirada por la ventanilla… de repente un estruendo, un disparo, una bala atravesó el cristal delantero del coche, destrozándolo en mil pedazos e impactó en el cuerpo de Mike, perdiendo el control del auto, la sangre de éste salpicó la cara de Alice que ahora sí, regresó a Sunshine. Dos volantazos del mayor de los Thorton no fueron ninguna medicina para tal enfermedad y el brutal impactó contra el muro de otro de aquellos decrépitos edificios de la zona, fue inevitable.
Hasta la escena, dos botas acercaron a un hombre, James, salido de entre las sombras, se había aprovechado de la lujuria de uno, de la desidia del otro y les había sorprendido. Con la cabeza fría, con un plan perfectamente trazado que, como de costumbre, había dado sus frutos. Se acercó por el lado derecho, el del acompañante, allí estaba Alice, conmocionada, llena de sangre, con la cabeza apoyada sobre la guantera, destrozada por supuesto. James abrió la puerta y, tras asegurarse de que Mike estaba inconsciente, la sacó del interior, cogiéndola por su larga melena y arrastrándola a unos metros de allí. Luego regresó, cogió el cinturón de seguridad y se lo lió al cuello de un agonizante Mike, herido de muerte por su certero disparo y posiblemente, con la mitad de los huesos de su cuerpo rotos por el impacto. –mucho me temo que hoy un padre, se queda sin hijos- gritó el vaquero entre carcajadas mientras estrangulaba con fuerza y sin piedad alguna a su víctima. –Muere maldito cerdo, muere- fueron las últimas palabras que escuchó Mike Thorton, quien entre agónicos sonidos y palabras rotas, en su último aliento de vida, suplicó un nombre, Alice. Aquel que vino a comerse Sunshine y fue devorado por éste.
James dejó de jugar con aquel cadáver y guió sus pasos nuevamente hacia la serpiente, la cual, ya tenía nombre, Alice. -¿Así que tu eres Alice? La Alice de Sally… se agachó y volvió a agarrar a la mujer por el cabello, ésta, parecía que poco a poco, iba recobrando el conocimiento. –tengo un mensaje para ti, ojitos bonitos. Mira por donde que hoy, voy a cumplir dos promesas.

-Ni se te ocurra volver a pronunciar ese nombre,bastardo!Sally es el mundo,tú no eres mas que un segundo insignificante en su vida-dijo Alice con un hilo de voz lleno de rabia y dolor-¿también ayudaste para hacerla desaparecer?
-Mira puta,si alguien intentó salvar a Sally,ese fui yo.
Alice sonrió en el suelo con desprecio,cerró los ojos y brotaron tres lágrimas de sus ojos,que se mezclaron con la sangre de su cara y que ayudaron a purificar un poco toda la suciedad que se había ido acumulando en su alma con el paso de los años.
-No tienes ni puta idea de cómo era,de lo que era!-Alice le miraba desde el suelo,intentando limpiarse la cara como podía
James se agachó,la incorporó un poco y la dijo:
-Sally me pidió que te dijera que te quería,que había oído a la muerte suplicar tu nombre...por lo que fuera,tú fuiste la última persona en la que pensó.
-Ya puedes matarme-dijo Alice cerrando los ojos y agarrándose del colgante en forma de lágrima que James llevaba en su pecho.
Instintivamente,el vaquero la apartó la mano y ella volvió a caer en el suelo.El pelo la tapaba la cara,y de repente,James hubiera jurado que la persona que estaba indefensa y vencida en el asfalto,era su adorada Sally.James la cogió en brazos y se la llevó del callejón,lo que menos le convenía en ese momento era que apareciera el gigantón,o peor aún,el Sr. Thorton y tuviera que dar unas explicaciones,que ni le apetecía dar,ni él mismo entendía.
Su casa no quedaba lejos,así que,totalmente hermanado con la oscuridad,recorrió las calles de Sunshine con la serpiente en brazos.Si James era bueno en algo,era en dejarse arrastrar por el lado oscuro y fundirse con él.
Una vez en su apartamento,James dejó a Alice en la bañera,ella seguía inconsciente.James abrió el grifo del agua fria,helada,aquella perra no había conocido la calidez nunca,así que el frío la devolvería al lugar al que pertenecía,y es curioso,porque en el Infierno no había hielo.
El chorro de agua la limpió la cara y la empapó el cuerpo.Alice despertó sobresaltada y su primer gesto fue de defensa,algo que,en cierta forma,desconcertó al pistolero,pues sabía que aquella mujer había liquidado a su socio,su amigo,su hermano,y verla tan frágil,con la mirada perdida y con los brazos convertidos en un débil escudo,hizo que por un segundo pensara que a lo mejor,con cumplir una de las promesas era suficiente.
Alice miró rápido a su alrededor,se ubicó,ordenó su mente y entendió que seguía en Sunshine,seguía viva,pero el vacío...el vacío cada vez era mas grande.Solo necesito una cosa vaquero,arráncame el alma,llévate el dolor .
-Y ahora,¿cual es el siguiente paso?-le preguntó Alice a James-está claro que me tienes donde quieres.
James la sacó de la bañera y la dirigió hacia la habitación,lo estaba mojando todo,y totalmente calada y sumergida,ella ya era un fantasma.James la miró detenidamente, el pelo la caía por la cara,como un velo negro mojado,era una mujer sumida en su duelo,la serpiente agachaba la cabeza y se movía con delicadeza,el vestido se derretía en su cuerpo,cuerpo que James admiró con gesto serio.
Nada mas entrar en la habitación,James agarró del cuello a Alice,apretaba fuerte y ella arañaba unas manos enormes que la enseñaban la fragilidad de la vida,a ELLA,al ser más sacrílego de Sunshine,a ella,que fue cielo e Infierno,a ella,que conocía todas las habilidades de la muerte,a ella...
James la miraba...sonrió,apretó un poco más y la tiró al suelo.Ella tosía,se revolvía,el oxígeno que ahora respiraba le ardía por la garganta.
-¿Qué te unía a Sally?-la dijo mientras la volvía a levantar y la apartaba el pelo de la cara.
La serpiente,convertida en zorra,sonrió y le miró a los ojos,atravesó sus ojos,lo vio todo en esos ojos,vio su interior,le había descubierto.
-Sally???Sally era mi muñeca,era mi niña,¿Te gustaba Sally?,morías por ella ¿verdad?.Puto perro!!!-Alice seguía sonriendo,hiriendo con la mirada-¡Sally era como yo!-le susurró
James,en un acto reflejo de rabia,la empujó contra la cama y ese vestido tan pegado a su cuerpo...se abalanzó sobre ella y esa mirada tan sexual...
-No era como tú,Sally estaba viva,tú estás muerta-la dijo prácticamente escupiéndola en la cara.
-Me odias,¿verdad?¿Cuánto me odias, vaquero? Dime lo que me odias...le dijo ella,emborrachando cada palabra con astucia y lujuria.
-Sí,te odio,te odio mas de lo que puedes imaginar.
Acto seguido,Alice se acercó a la boca de James y sin tocarle,le besó,le besó como si fuera a capaz de sentir algo,como si no estuviera perdida en aquel abismo.James sintió sus cálidos labios,su lengua húmeda,las promesas son solo promesas...
Alice besaba a James,Alice cerraba sus ojos,Alice sentía el aliento de James en sus pulmones,Alice adoró a ese hombre por un instante.
James besaba a Alice como si nunca hubiera probado unos labios mas deliciosos,James cerraba los ojos,James sentía que la saliva de Alice había saciado su sed para toda la eternidad.
Alice se apartó,solo buscaba una mirada,James la miró,solo quería su mirada.Alice se mordió el labio,lo hizo con tanta fuerza que se lo desgarró y un hilo de sangre brotó de una boca que solo mentía.
-Lame mi sangre,hazlo James...-le suplicó
James dejó que su lengua recorriera los labios de la mujer y chupó su sangre,la saboreó
-Sally era mi única esperanza,éso era Sally para mí.Tú probaste su sangre y has probado la mía,ahora decide si quieres cerrar el círculo-la serpiente habló
-El círculo no se puede cerrar-el destino respondió
Se miraron a los ojos,se adoraron,se odiaron,se desearon,se mataron y se resucitaron.Alice se subió el vestido,James,metió las manos entre los muslos de la serpiente
-Amor mío,voy a hacerlo por las buenas,tiembla si lo hago por las malas.


No puedo arrancarte el alma, es demasiado oscura para mí.
Ni siquiera con su mano entre las piernas, James tenía claro si deseaba poseer a aquella mujer, o si deseaba matarla, abrazarla, o estrangularla, dicen que el odio es un sentimiento mucho más fuerte que el amor, también dicen que más amargo que la muerte, es el amor de una mujer. No cabe duda, y el vaquero, no dudaba que aquella era la tentación más grande a la que jamás se había enfrentado, la tentación más grande que el diablo había puesto en la tierra para el hombre. Ahora mismo, la propia Sally parecía una sombra desdibujada a su lado y su cuerpo, tan caliente, tan deseoso… de la misma forma, James tampoco tenía ninguna duda de que todo lo que salía por aquella fascinante boca, era veneno. Mentiras. Pero mientras se debatía entre lo racional y lo irracional, la cordura y el deseo, el día y la noche, su mano permanecía en el mismo sitio, en el mismo infierno, ardiente como ningún otro y él, seguía cavando profundo y profundo sin miedo alguno a quemarse, porque cuando has estado en el infierno y te ha gustado, es difícil escapar de él.
Alice tenía la mirada clavada en sus ojos, como intentando demostrar que ella, podía manejarse igual de bien con los ojos que con los cuchillos, pero el vaquero era hábil como pocos en aquellos menesteres y no cedía un instante, mirándola como solo él sabía hacerlo, triunfando allí donde muchos habían fracasado, con la certeza de que pasase lo que pasase, aquella mujer jamás olvidaría su mirada, porque por mucho que le pesara aquella noche a las estrellas, aquella mirada era y sería, como su dueño, única. Pero James, que a diferencia de Max, podía ver más allá de su propia vanidad, también pudo descifrar en los ojos de la serpiente, aquello que para otros sería por siempre un eterno galimatías por mucho que creyesen lo contrario, James se dio cuenta de dos cosas, que en aquel instante, en aquel efímero segundo en sus vidas, él la había poseído mas que ningún otro en un millón de años y, que aquella criatura, era demasiado especial como para arrebatarle nada, mucho menos la vida. Perdóname socio, permíteme que falte por esta vez a mi palabra, por lo menos de momento, por lo menos, en este mundo.
James recuperó la mano, húmeda, caliente, y si alejó de Alice, -hoy es tu día de suerte guapa, dale las gracias a esos ojitos tuyos- le dijo James haciéndose el duro cuando en realidad le temblaba el alma. –A Sally no le gustaría que te hiciera daño, a ella no pude ayudarla, ahora te ayudo a ti. Lárgate. Recoge tu veneno y regresa al sitio del que saliste, regresa a tu mundo. Aunque te diré una cosa, si vuelvo a cruzarme contigo o con esa bestia que te acompaña, no esperes compasión de nuevo, pues mi deuda, está saldada.
Alice seguía tumbada en la cama y lo miraba extrañada, insultada. ¿Quién se había creído que era aquel bastardo para rechazarme? A mi, que me arrojan pétalos de rosa a mi paso, aunque luego se marchiten. A mi. -¿Me estás diciendo que me perdonas la vida?¿tú me perdonas la vida a mi?- agitó el cascabel la serpiente colocándose en posición de ataque. Su rostro cambió, se tornó siniestro. James rápidamente se dio cuenta de que sus palabras habían sido mas dolorosas que cualquier golpe, que cualquier disparo. Fue consciente de lo delicado de la situación y por ello acarició la culata de su pistola, pues él no era de aquellos que le dan la espalda a su enemigo para que le apuñale a placer. –Quédate ahí quieta ojitos, muy quieta, no me obligues a hacerte daño. -¿daño? Tú no puedes hacerme daño, gusano insignificante, tú no sabes lo que es el dolor, pero si quieres, yo puedo enseñártelo. – Es una propuesta interesante, guapa, pero me parece que por ahora voy a pasar, tengo otros oscuros asuntos de los que encargarme y creo que por hoy, ya he perdido demasiado tiempo con tu adictiva presencia, estoy seguro que tú también tendrás cosas mejores que hacer que jugar con un viejo vaquero, quédate en tu mundo, que yo me quedaré en el mío, ¿Qué me dices cielo? ¿tenemos un trato?
Pero Alice no estaba para bromas, los sarcasmos de su negado amante no hacían mas que alimentar la llama de su deseo de muerte, ya no era por Sally, ahora era por ella misma. Porque su apetito sexual, sólo era superado por su ego y aquel perro, había jugado con él.
Alice tensionó los dedos de las manos dispuesta a abalanzarse sobre James por muy bien armado que este estuviese, ella no tenía miedo a la muerte, solo ha la soledad. Pero no tuvo tiempo, no tuvo oportunidad de arrancarse el casquillo de bala de la profunda herida, pues Hector apareció en escena, les había seguido hasta el apartamento y como martillo de Thor golpeando la tierra, arrolló a un James, que apenas tuvo tiempo de reaccionar, embarcándose ambos, abrazados, en una vertiginosa caída por el pozo de envidia y celos que había cavado el gigantón con sus propias manos, mientras instantes antes, observaba a la extraña pareja jugando a quererse y odiarse.
No olvides quien es tu dueño, puta.

Y de repente no había lugar para la esperanza...En Sunshine no hay nadie libre
Adiós vaquero,me llevo tu mirada,la llevaré conmigo,pero esto es mi IRA y no hay salida para nosotros en este mundo
Héctor propinó un puñetazo salvaje en la mandíbula de James,James estaba entre sorprendido,rabioso y nervioso.No esperaba la aparición del perro de la serpiente allí,no se esperaba que la realidad no diera ni un solo segundo de tregua,y sobre todo,no recordaba la extrema fuerza de aquel titán.La sangre salía por su nariz con la fuerza de un volcán en erupción,ardía tanto como la lava y ese escozor,presagiaba que el dolor era solo un aviso,que la pérdida había entrado en su casa y la pérdida significaba la derrota.
La serpiente miraba asombrada desde la cama.Odiaba que Héctor se tuviera que encargar de sus asuntos,odiaba no haber sido lo suficientemente hábil para doblegar al vaquero,se odiaba a sí misma.Que James la hubiera dicho que la perdonaba la vida,había provocado que su interior desencadenara toda su ira y ahí,en lo más profundo la ira se mezcló con la mas desoladora de las tristezas y se alojó dentro de ella,tan dentro que parecía que le arrancaba las tripas como un perro rabioso muerto de hambre.Nunca podré dejar de ser lo que realmente soy

Héctor y James seguían en el suelo ,agarrados como fuego y agua,los dos invencibles,devastadores,incontenibles.James era incapaz de zafarse de Héctor,quien repetía sus golpes una y otra vez.Alice,ya de pie,simplemente miraba la escena,la hubiera gustado poder fumarse un cigarro en ese momento y saborearlo lentamente mientras contemplaba la belleza de la violencia
En uno de los envites de la bestia,James consiguió engañar al destino, y golpeó con ímpetu en la sien de Héctor lo que hizo que éste perdiera el equilibrio,y nadie como James para aprovechar las segundas oportunidades de ese destino girado,así que pudo ponerse en pie y se abalanzó sobre Alice como una fiera salvaje.En ese momento,sabía que estaba en clara desventaja,estaba frente a los dos asesinos mas letales de Sunshine,así que tenía que jugar muy inteligentemente sus cartas.En el fondo,James no quería hacer daño a Alice y en el fondo,Alice solo deseaba que alguien la amara.
James vió que Héctor se recomponía y se desfiguraba,y el odio y la ira miraban a través de sus ojos,así que se echó la mano a la espalda,cogió fuerte su revolver y con extrema rapidez se lo puso a Alice en la sien, consciente de que tan solo le quedaba una bala. Interesante encrucijada para el vaquero, ¿dispararle al perro y jugársela después con la dueña, a todas luces, igual o mas mortífera que él mismo? Piensa James.
-Da un paso más,hijo de puta,y te juro que tendrás que quitarte los sesos de esta zorra de tu cara durante tres días- exigió mientras sujetaba a Alice con fuerza por la cintura con el brazo izquierdo, y le presionaba la sien con el cañón de la pistola con la mano derecha y era curioso, pues daba la sensación de que la serpiente, podría haberse liberado de haberlo deseado con la suficiente fuerza.
Hector se paró en seco e hizo un gesto de tregua, elevó sus manos fingiendo parecer tranquilizador y dijo:
-Suéltala o...
-¿o qué?¿crees que estás en diposición de exigir algo?-preguntó James anticipándose a las amenazas de Héctor.Todo se ralentizó,todo empezó a verse a cámara lenta,el aire tardaba minutos en renovarse en los pulmones,los ojos parpadeaban pesadamente,el silencio ocupaba toda la habitación,sólo se escuchaba la respiración de Alice,profunda,densa...aunque en realidad,no respiraba,el oxígeno en su interior,se lamentaba y ella se abandonaba.
-Ahora quiero que salgas de este apartamento y no digas ni una puta palabra,porque sabes muy bien que voy en serio-le dijo James a Héctor mientras quitaba el seguro de la pistola y se la arrimaba aún más a la sien de la pequeña Alice.
Alice miró a Héctor con la mirada mas temerosa y delicada con la que nunca le habia mirado,y Héctor,ese animal salvaje,supo que daría su vida por ella,porque ella era su vida,y ella hacía ya mucho tiempo que estaba acabada.Héctor adoraba a Alice,la veneraba como a una diosa y así se lo hacía saber cada noche.Nadie como ella sabía manejar la Ira de aquella bestia,y nadie como él para complacerla.
Héctor comenzó a caminar hacia la puerta,que había reventado unos cuantos minutos antes,al irrumpir dentro y sorprender a los dos maximos oponentes jugando a acercarse el uno al otro.James le seguía muy de cerca,arrastrando a Alice,sin quitar los ojos de Héctor porque,de nuevo,la desconfianza era su mayor aliada.
-Eso es bestia, te estás portando como un campeón, ahora se un niño bueno y quédate fuera mientras tu dueña y yo nos ponemos de acuerdo. Y Hector, si en algún momento la oyes gritar, no te pongas nervioso, que no será de dolor- dejó escapar James al tiempo de una macabra sonrisa mirando a Hector desafiante.
Héctor salió del apartamento,se quedó en el rellano.James cerró como pudo la maltrecha puerta y ,sin soltar a Alice,puso una silla apoyada en el picaporte para intentar blindar,de nuevo,el acceso al interior.Luego volvió a empujar a Alice,quien tuvo que hacer verdaderos esfuerzos por no perder el equilibrio,y quedaron cara a cara.James la apuntaba con la pistola,ella le apuntaba con su mirada. Él la arrastró de nuevo, esta vez hacia la ventana, parecía como si el vaquero buscase algo en el exterior, no dejaba de mirar hacia el cielo. Fue entonces cuando preguntó: -¿Qué le ocurrió a Max?¿como murió?- Alice suspiró y respondió –no fui yo si es lo que quieres saber maldito hijo de puta, fue ese viejo de Wallestein, lo reventó a traición con su escopeta.
-Ese maldito cabrón, teníamos que haberlo liquidado hace mucho tiempo. Alice, yo nunca miento,te dije que no te iba a matar y no voy a hacerlo-le dijo James,aunque seguía con el seguro de su revolver quitado-solo quiero que salgas ahí fuera y que calmes a tu dueño,que os vayáis. Ya pensaréis mañana en cómo morir.
-¿Quién te dice a tí que alguien como yo puede calmar a alguien como Héctor?
-Me parece,preciosa,que precisamente eso es lo único que has podido hacer tú por él,y que llevas haciéndolo mucho tiempo-dijo James,dejando escapar una medio sonrisa- además,¿ qué hombre en su sano juicio sería capaz de contradecirte…?
-¿y quién te dice a tí que quiero que Héctor se calme cuando me estás apuntando con una pistola directamente? -dijo Alice ,con la mirada mas intensa y retorcida de su amplio abanico de miradas.
James miraba fijamente hacia el cielo, bajó la pistola. –Mira- le dijo a la chica, algo desconcertada. –mira, no tengas miedo, mira- así hizo ella, se acercó a la ventana y miró hacia el oscuro firmamento, de él, se desprendía una estrella, una estrella fugaz camino de Sunshine, parecía portar un mensaje. James comenzó a reír, primero tímidamente, después a carcajadas. –Malditas hijas de puta, toda la vida dándome la espalda y justo ahora me guiñan un ojo, justamente ahora, cuando mi vida no vale nada. Alice,vete ya,mi deuda con Sally está ya saldada, no te lo voy a repetir mas veces y créeme,ahora no me apetece jugar a tu juego, estoy muy cansado.
Alice no decía nada,no entendió nada, estaba inmóvil, pero aquel hombre tampoco había entendido nada,aquel hombre no entendía cómo era ella,aquel hombre no entendía cómo se vivía en Sunshine...Se pasó la mano por la nuca y la notó húmeda.La tensión que la producía la calma,era peor que el miedo y la confusión.
-James,no vas a salir de ésta, tú lo sabes y yo lo se,pero al menos,concédeme algo,dime que Sally murió en paz,dime que se fue tranquila,dime que notaste que ella sabía que ésa era la única forma de salir de Sunshine,dime que entrendió que era lo mejor que la podía pasar.
James recordó exactamente y con todo detalle,el estado en que encontró a Sally y tuvo claro que no se había ido en paz,que había sufrido lo indecible y que era la única persona en aquel maldito pueblo que no quería morir,pero mintió,el hombre que nunca miente mintió y sólo lo hizo por Alice,porque la serpiente se había convertido en mujer,y esa mujer le fascinaba.
-Tranquila Alice,Sally se fue en calma y te llevó con ella
Alice sonrió,agachó la cabeza,se tocó la cara y muy lentamente se dirigió hacia James.
Fuera,en el rellano,Héctor estaba atento a cualquier sonido que viniera del interior del apartamento,preparado para reventar la puerta de nuevo en el momento en que intuyera que algo iba mal,aunque él,bien lo sabe el cielo, confiaba en Alice ciegamente y sabía que sería ella la que abriría la puerta a la muerte y cerraría el último capítulo de James.
Alice subió muy despacio su mano derecha por el pecho de James,hasta llegar al colgante con forma de lágrima,lo acarició,lo sintió,sintió a Sally y se lo arrancó al vaquero al mismo tiempo que,con una habilidad propia de un demonio,agarró la pistola de James y se la puso en la frente.
James cerró los ojos,entendió que el destino es certero,no quiso volver a mirar a la serpiente, pues él, siempre tuvo la cordura por bandera y en esos momentos ya solo quería desaparecer,volver a no ser nadie,nada,nada,nada...estaba demasiado cansado,la noche pesa mucho.Acarició suavemente la mano con la que Alice empuñaba el arma y él mismo apretó el gatillo,ante el asombro de aquella zorra del infierno llamada Alice,siempre Alice...pobre Alice,otra vez perdía,otra vez la muerte la dejaba a medias
La mitad de su cabeza quedó esparcida por el suelo,y el cuerpo cayó desplomado,haciendo un ruido tan feroz,que pareció que la tierra se había abierto.Héctor entró en cuestión de segundos,miró a Alice salpicada de sangre,la adoraba así,le fascinaba verla tan guapa.
-Vámonos puta,estoy cansado
Alice tiró la pistola al suelo,miró una vez más el cuerpo de James y sin saber por que, una vez más por la ventana, la estrella fugaz ya había desaparecido y pensó que ni una eternidad puede contener la IRA de una mujer. Luego se puso el colgante que momentos antes le había arrancado al pistolero.
Adios vaquero,te llevo conmigo.Siempre.También tú eres parte de mi,y cuando me despedacen allí estarás.Cuida de Sally.
Si alguna vez fue cierto que el alma humana se dividía en tres partes:mente,sabiduría e Ira,en Sunshine,la gente no tenía alma,eran como músicos sin instrumentos que no pueden transmitir ninguna emoción,Sunshine esa noche no brilló,Sunshine esa noche lloró.
La pareja abandonó el edificio del vaquero,se montaron en el coche y se dirigieron a su propio mundo,a su infierno,al único sitio donde se sentían cómodos.Cuando llegaron al 74 de Jersey Street,sintieron que el aire viciado les devolvía a su realidad,todo estaba en su sitio.La bestia encerró a la serpiente en una habitación,la serpiente sintió que cada vez la gustaba menos tener dueño y fuera la muerte había decidido que ésa noche era perfecta para entrar en el edificio.
Eram quod es, eris quod sum



ALICIA MISSTERROR Y NANDO EL RECTOR



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domingo, 13 de noviembre de 2011

En Rojo y Negro

Quiero recuperar,en esta noche silenciosa,escondida del mundo,un relato que escribí hace ya mucho,porque el rojo y el negro son colores que me fascinan,porque el rojo y el negro siempre pertenecieron a la Eternidad,porque la eternidad me pertenece a mí.

¿Cuál es tu color favorito?
-Tengo dos,ya lo sabes
-Bueno cariño, pues ¿cuáles son tus colores favoritos?
-El rojo y el negro mamá, ya te lo he dicho mil veces. …y siempre así, desde niño, siempre así, desde que tengo consciencia del mundo, desde que puedo articular sonidos conexos, desde que puedo diferenciar colores, siempre he tenido claro que el rojo y el negro marcarían mi vida… siempre así.
Recuerdo cuando mi abuela me hacía la estúpida pregunta que suelen hacer todas las abuelas: “¿a quién quires más ,a mamá o a papá?; pues clarísimamente quería más a mi madre, pero nunca lo decía, “a los dos igual abuela”… pero cuando me preguntaban por los colores que me gustaban, la respuesta era alta y clara “rojo y negro, rojo y negro, rojo y negro, rojo y negro”. Los dos colores simpre estaban juntos en mi mente, era incapaz de disociarlos, todo giraba alrededor de estas tonalidadades; el negro era malo y atrayente, el rojo bueno y bello. ROJO Y NEGRO
Mamá era guapa, era como una muñeca siempre a punto de romperse, siempre arreglada y maquillada, olía tan bien… tenía el pelo tan largo y tan negro… había pensado mil veces en arrancarle un buen mechón y metérselo en la boca cuando se la pintaba con carmín rojo… ROJO Y NEGRO
Hasta los 17 años (mi edad actual), fui un chico normal, tenía amigos y últimamante no me faltaban chicas con las que follar, pero desde luego me faltaba algo en mi vida. El rojo estaba dejando paso al negro clarísimamente, ¡vaya mierda!. NEGRO Y NEGRO
La primerta vez que probé el rojo me sorprendió bastante, sentí algo que hasta entonces no había sentido jamás (el rojo era diferente a lo que había pensado hasta entonces,era incluso mejor). El rojo era caliente.
Mamá acababa de llegar de la compra,entró en la cocina y le arreé un martillazo en la cabeza semiescondido en el quicio de la puerta. Se quedó aturdida.
-¿qui..qui..quién es…?
-Pues la jodida Alicia al otro lado del espejo, ¿quién voya a ser mamá? ¡Soy yo!
y otro martillazo… éste último debió romperle el cráneo porque se oyó un sonido seco y comenzó a caer sangre por su cara, por su pecho, por lo brazos, por el pelo… ¡Oh..era tan hermoso!, ese pelo negro con el que tantas veces había fantaseado cubierto de rojo…
La di un beso en la frente, la quería agradecer ese momento de belleza incomparable, mamá siempre me daba lo que yo quería, admito que siempre fui un niño consentido y malcriado. Cuando la besé, probé el rojo, como dije, el rojo era caliente, algo viscoso y tenía un cierto sabor amaderado con el paso de los segundos. Me metí un poco de su pelo mojado en sangre en la boca, quería probar el rojo y el negro juntos, pero me dió un poco de asco tragármelo (eso era porque aquello no debía ser negro originalmente…seguro que mamá se teñía).
Mamá convulsionaba en mis brazos, realmente yo no quería hacerla daño, solo pretendía hacer tangible algo tan intangible como los colores,quería tocar, saborear, oler y sentir el rojo y el negro.
Mamá aguantó tiempo pataleando y luego dejó de moverse. No sé si estaba muerta o no, sólo sé que se quedó quieta. ROJO Y NEGRO
Llevábamos una media hora en el suelo de la cocina, la tenía en mis brazos y admiraba la profunda belleza del rojo fundido con el negro. LLegó mi padre y tras el shock inicial de encontranos a los dos en el suelo, buscó con la mirada de perro sabueso algo que le devolviera a la realidad y lo encontró en el martillo que tenía a mi lado, fue entonces cuando me dio un puñetazo que me rompió la nariz salvajemente, supongo que siempre creyó que algo así terminaría ocurriendo… NEGRO Y NEGRO
Mi sangre era roja y me caía a borbotones por la boca y la barbilla, el dolor era insufrible, pero disfruté tragándome tanta cantidad de rojo como pude, rojo por dentro, rojo por fuera… ROJO Y ROJO
En mi extasis se me pasó por la cabeza probar a quemar la carne hasta que se quedara negra, podía quemar a mi padre, o al vecino, o al primero que me cruzara por la calle, así se vería el negro claramente y si escarbaba un poco con la uña en la carne quemada saldría el rojo inmaculado ¡sublime!. Pero no fue posible, mi padre me sacó a rastras de la casa, casi me mata por el portal… la rabia de sus ojos era asombrosa, insoportable. Gritaba y me preguntaba sin parar preguntas que yo no entendía, yo no oía nada, estaba aturdido, los colores me cegaban, sus sabores me envenenaban, su tacto me escocía, sus olores me mareaban, pero ya eran parte de mi. ROJO Y NEGRO
En la calle, mi padre seguía dándome puñetazos, en ese momento me di cuenta de que cuando no tienes miedo al dolor, los demás no tienen miedo a hacerte daño.
Un hombre nos separó, enseguida vino la policía, me subieron otra vez arriba, me volvieron a bajar, no dije ni una palabra, me llevaron al calabozo, y de ahí no salí más.
No se portan mal, me dejan papel y pinturas, las rojas y las negras están ya gastadas (ojalá papá me trajera más), las demás las tengo apartadas, escondidas debajo del catre.
No me importa estar aquí, a veces cuando como, me clavo el tenedor hasta que el rojo vuelve a salir. Mi celda es bastante oscura y de noche es negra, pero a veces me pongo bastante triste y decepcionado con la vida, yo solo quiero tener dos colores en mi vida, disfrutar de ellos, a mamá siempre la quise mucho, pero ella mejor que nadie sabía que ella era rojo y yo negro, en realidad estar los dos jusntos era lo que más amaba en este mundo. ROJO Y NEGRO
Mañana me voy a mi nueva habitación, los señores que me visitan a menudo me han dicho que es muy bonita (como si yo fuera retrasado…), pero los otros chicos de aquí me han dicho la verdad, es una puta habitación blanca, con un pijama blanco y unos calcetines blancos. El blanco es como volverse loco y yo no estoy loco. En esa habitación se que moriré, mientras tanto, voy a por el tenedor que he cogido del comedor, a ver si esta vez llego al pulmón, me han dicho que si fumas lo suficiente se pone negro y yo aquí estoy fumando más que nunca. ROJO Y NEGRO.



Alicia Missterror


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miércoles, 9 de noviembre de 2011

Cosas que pasan cuando a uno le despiertan

Menuda historia. Yo estaba sentado, mano sobre mano, rumiando alguna hipótesis plausible. Algo más allá, Álvarez hojeaba con desgana el periódico de la víspera. Con las primeras luces la estancia cobraba un aspecto desangelado. Era como si los feos contornos del funcional mobiliario de oficina se desperezaran para sacudirse un mal sueño. Los restos de la cena inconclusa de la noche anterior nos miraban acusadores desde la mesa. Un par de moscas se hacían la corte sobre los restos de un muslo de pollo. Las navidades son unas fiestas entrañables, claro que sí. Porque te remueven las entrañas.
El agente Juan Blasco entró en la sala de guardia, dejando atrás el pasillo que conduce al depósito de cadáveres. Vino a sentarse pesadamente junto a nosotros. Su palidez, acentuada por la luz mortecina del fluorescente, no presagiaba buenas noticias.
-¡Vaya, Blasco!, cualquiera diría que acabas de ver a un difunto-, bromeé sin mucho entusiasmo.
-Y que lo diga, capitán. Nuestro hombre está ahora frío, de eso no hay duda.- Blasco encendió un lúgubre fósforo. Arrimando la lumbre a un mustio cigarrillo, puntualizó: -Anoche, sin embargo, iba bien caldeado.
Los otros dos le miramos inquisitivos.
-¿Tan mamado iba?-, terció Álvarez.
-Más que un lechón. Ardería una semana si le acercara esto.-Agregó Blasco, mostrando la brasa.-El equipo forense estima como posible causa de muerte una parada cardio-respiratoria por intoxicación etílica aguda.
-Bueno, ya sabéis lo que dice ese villancico sobre los peces en el río-, dijo Álvarez. Y, poniendo su mejor voz de borracho, se puso a tararearlo mientras simulaba pegarle un trago a una imaginaria botella de algo que no era agua.-Parece que éste, como no veía a Dios nacer, se ha ido arriba para verlo sentado en su trono.
-Recapitulemos: -dijo Blasco, ignorando el comentario jocoso de su compañero mientras aplastaba la colilla en uno de los muchos platos sucios que había sobre la mesa. Continuó luego:
-Nuestra actual ánima en pena iba esta madrugada la mar de alegre, armando un jaleo espantoso, hasta que nuestro detenido le apuntó y,... -Blasco hizo aquí ese inequívoco gesto que simboliza la tenencia de un arma de fuego, la mano derecha proyectada hacia delante, pulgar e índice formando una L que señalaba justo entre las cejas de Álvarez. - … ¡BANG!, resulta que lo dejó seco. Muchos vecinos de la zona habían llamado ya a la central para quejarse del alboroto, antes de que se produjera el… hum, desdichado incidente. Por lo demás los forenses no tienen nada a lo que agarrarse, salvo la ingesta de alcohol. Al menos por el momento.
             -Podría decirse que nuestro detenido... lo detuvo, valga la redundancia. -Remachó Álvarez.
- Bueno, pues parece que no podemos hacer mucho más por ahora. Y aún tardarán un buen rato en llamarnos desde El Juzgado, para trasladar a nuestro huésped. -Aduje con un suspiro. -¿Qué tal si entretanto echamos unas manos al póquer?
- Por mí de acuerdo. –Dijo Álvarez, barajando ya.

Mientras Álvarez repartía, observé el lugar reservado al calabozo de la comisaría, sumido aún en la más densa oscuridad. Desde el área de descanso que ocupábamos, situada en un rincón de la estancia e iluminada con la pobre luz de un único tubo de neón, podía apreciar cómo la penumbra de la sala iba siendo vencida por el tímido amanecer invernal. La oscuridad se hacía más y más densa hacia el calabozo, permitiéndome distinguir sólo el tenue y acerado brillo de los barrotes que nos separaban de aquel hombre. Unos barrotes que, aún a plena luz del día, se me habrían antojado, en este caso, insuficientes. Más allá de ellos, reinaban una oscuridad y un silencio absolutos. Recordé un documental de tiburones blancos que había visto la noche anterior por televisión. Y aunque era ese sujeto quien se hallaba en el interior de la jaula, era yo quien se sentía como aquel submarinista del programa, intentando averiguar desde mi precario refugio dónde se hallaba aquel pavoroso emisario de la muerte. Ningún ruido procedente de la celda. Si no fuera porque mis compañeros y yo lo habíamos enchironado allí, hacía sólo unas horas, los tres agentes que estábamos sentados a la mesa habríamos podido jurar ante el Altísimo que éramos los únicos presentes en las dependencias policiales. Nuestro hombre debía estar durmiendo. Supongo que para desechar una eventual volatilización del sujeto, nunca se sabe, encendí mi linterna y arrastré hacia la celda el débil haz de luz, haciéndolo rodar pausadamente por el suelo cual si se tratara de un pesado fardo. Las pilas estaban casi gastadas, suele suceder. El tipo había dejado sus gafas encima del lavabo. Ese hecho me tranquilizó de un modo absurdo; pensé que sin gafas, en caso de un hipotético intercambio de disparos, su puntería se vería perjudicada. Estaba tumbado en el catre. Dormido, en efecto. O eso, o disimulaba muy bien. En su cabeza, orientada hacia nosotros, se distinguían algunos pequeños vendajes. Apagué la linterna. Algo en el aire invitaba a la especulación taciturna y a ese diálogo distendido con los viejos camaradas, palabras apenas susurradas que pudieran relajar un ápice la tensión que crepitaba en el aire. Para ser sincero, que un hombre matara a otro disparándole únicamente con el dedo no me parecía un hecho corriente. No pude evitar insistir a Blasco, en voz baja:
-¿Y dices que en la autopsia no han encontrado nada?
-Nada que no sean las consabidas vísceras dentro de un cuerpo sin vida.- Debió entender por mi gesto que me tocaba las narices cuando se ponía dogmático, así que se apresuró a aclarar: -Lo que quiero decir es que no se han hallado ni heridas ni huellas de ninguna clase de arma en el cadáver. Tampoco hay rastro de balas. Nada de hojas metálicas ni de otros objetos punzantes o cortantes. Podría decirse que la muerte se produjo de forma natural. Si es que hay alguna muerte que lo sea.
-¿Muerte natural? ¡Venga ya!- terció Álvarez, también en susurros..-Una muerte tan natural como las tetas de la Obregón, no fastidies.
–Verás, si se pudiera mandar a la gente bajo tierra por el solo hecho de señalarla con el dedo, no habría espacio suficiente en los cementerios de la nación para albergar a todos los difuntos de esta santa ciudad. Yo mismo habría señalado a unos cuantos, te lo aseguro. A mi suegra, por ejemplo.
- Ya. Y a tu casero, ¿no?- Pinchó Álvarez.
- Ése estaría muy entretenido señalándote a ti con su otra cosa. Así que creo que lo dejaría correr, mira tú.- Devolvió con soltura Blasco, envolviendo el regalito con una sonrisa gélida.
- Bueno, bueno, calmaos. – intervine riendo. -Que a este paso no vais a dejar a ningún ciudad-ano en pie. Reconozcamos que en este caso la posibilidad de hallar balas en el cadáver era desdeñable.- Comenté con sorna mientras colocaba mis cartas sobre la mesa.- Full de ases y damas. Señoras y señores, hoy es mi noche. Traed para acá, par de babuinos. El día que aprendáis a jugar, entregaré la placa.
Retiré las monedas del centro de la mesa y, mientras Blasco mezclaba los naipes antes de dar, repasé mentalmente lo que teníamos. Aquella misma noche habíamos metido en “la nevera” el cuerpo de un hombre de 28 años, procedente del Hospital Central, lugar adonde lo habían ingresado, ya cadáver, a las dos y veinte de la madrugada del corriente.
Los hechos acaecieron en la noche del viernes al sábado, estando nuestro detenido acostado  también entonces, sólo que esta vez en su domicilio. El desalmado que ahora se enfriaba en el depósito, había tenido a bien ir largando villancicos a voz en cuello a la vez que daba palmas como un descosido (y con cierto arte, según testigos), con la aviesa y única intención de despertar a todo el vecindario para que compartieran su particular espíritu navideño. Hay que ser cabrón. En éstas estaba el energúmeno cuando alguien le increpó desde la ventana de un primer piso.
-Te vas a callar ahora mismo, tío gamberro.
-¿Ah, sí?-respondió el interpelado con voz ebria, deteniéndose. Sacó entonces una botella de anís El Mono que llevaba en algún lugar de su mugriento abrigo. Echándose primero una generosa ración coleto abajo, bramó luego, mientras blandía la botella hacia la ventana de quien le hablaba:
-¿Y quién es el mal nacido que lo manda?
-Lo mando yo. Y créeme cuando te digo que te conviene hacerme caso.-A estas alturas medio barrio tenía las persianas levantadas para ver qué estaba ocurriendo. Y medio barrio pudo ver por tanto, para su consternación y recuerdo, lo que ocurrió. Cosas que pasan cuando a uno le despiertan.
Lo siguiente sucedió sin mediar palabra. El tipo de la calle, ni corto ni perezoso, giró con fuerza la botella sobre su cabeza y la lanzó hacia la ventana de su interlocutor. La botella se estrelló contra el marco, a sólo un palmo de la cabeza de su objetivo. Algunas esquirlas de la pequeña lluvia de cristales cayeron sobre el hombre del primer piso, produciéndole algunos cortes en la cara y en el cuello, ninguno de consideración. El tipo no se inmutó. Todos los que vieron la escena coinciden en su versión de lo sucedido. El de la ventana levantó lentamente su mano derecha, apuntando con sus dedos índice y medio extendidos hacia quien había estado a punto de descalabrarle. Entonces dijo algo así como:
- ¡Bang!
Algo así. Y todo terminó. El tipo del abrigo puso los ojos en blanco mientras parecía que sus rodillas se alegraran de verse y, echándose las manos al pecho, cayó fulminado en el acto.
Nada más. Después de aquello, la calle se sumió en un silencio sepulcral. Alguien tuvo la feliz ocurrencia de llamar a la policía. El presunto autor del homicidio fue detenido y conducido a la comisaría más cercana, donde se le sometió a interrogatorio por espacio de varias horas. También se tomó declaración a los testigos presenciales, nueve en total si descontamos a una vieja gagá que simplemente miraba a la luna, Dios sabrá qué demonios se le habría perdido allí arriba a esas horas. Todas las versiones coincidían en lo esencial. En lo que no había acuerdo era en la onomatopeya empleada para emular el sonido del disparo. Unos creían haber oído PAM. Otros, PSHIUUU. Otros, POW. Incluso hubo algunos que estaban lo suficientemente cerca para poder ver, pero lo bastante lejos como para no tener que oír lo que fuera que salió de la bocaza de aquel hombre en momento tan aciago. Tengo para mí que quizá no dijera nada. Tal vez nadie oyó ningún sonido, porque tal vez no hubo sonido alguno. Pero negar el sonido era tanto como negar que todo arma hace ruido al disparar. Ya sea una pistola, una escopeta,... o una mano. Negar el sonido era negar cualquier atisbo de existencia de un nexo causal en todo aquello. Y nadie quiere creer en casualidades en momentos como ése, créanme.
Lo único que se había sacado en limpio es que Óscar Leiva, 47 tacos, farmacéutico, casado, dos hijos, se encontraba profundamente dormido cuando aquel salvaje le despertó. A él y al resto del barrio que no fuera sordo. Enfurecido, se levantó y se dirigió como una flecha hacia la ventana de su dormitorio. Luego pasó todo lo demás ya referido. El sargento Pou se encargó de interrogar al detenido, con su habitual falta de eficacia. A la pregunta de por qué diantres hizo eso de dispararle con el dedo, Óscar respondía invariablemente:
-Yo acababa de tener un sueño. En mi sueño alguien intentaba agredirme, y yo le pegaba un tiro.
-Eso suena bastante raro.
-También habría sonado bastante raro que en el sueño alguien me hubiera dicho que esta noche iba a estar aquí hablando con usted. ¿No le parece? Y sin embargo aquí estamos.
-¿Está usted intentando liarme? Haga el favor y no me cambie de tema.- Rezongó el sargento Pou, un gordo policía, algo viejo ya, y que lucía una fea verruga en su frente.
-Así que reconoce usted que iba armado.- Gruñó el abuelote. Pou era, además de algo viejo, del todo estúpido, como supongo habrán adivinado.
-Bueno… En mi sueño, sí- Matizó Óscar, algo perplejo por la pregunta.
Y no hubo modo alguno de que modificara esta línea de los hechos. Por lo demás bastante sencilla, si se piensa. Los numerosos testigos corroboraron esta versión punto por punto (si nos olvidamos de que si pim, pam, pum).
Y ahora estábamos allí, custodiando a nuestro hombre hasta que a un buen magistrado se le ocurriera ponerse la toga después de una noche reparadora para atender de los conflictos entre los hombres. Imaginé a un juez señalando acusador a nuestro reo, culpable por ese gesto hasta de haber nacido, el infalible dedo justiciero, el largo brazo de la ley, que le hacía caer exánime y despatarrado sobre el banquillo de los acusados, causando tremendo estrépito. Un escalofrío irracional me recorrió el espinazo desde la nuca hasta donde la espalda pierde su nombre. Borré aquella imagen de mi mente, no sin esfuerzo.
-Supongo que en nuestro oficio también existen las coincidencias, después de todo.-Logré decir con voz lo bastante firme. Los otros dos se quedaron mirándome de hito en hito, sin saber muy bien qué decir.
Y entonces una voz surgió de la celda del detenido. La voz, al principio vacilante, nos llegó luego tan amenazadora como el filo de un hacha. Y desde luego no era la voz de Óscar Leiva. No al menos la que nosotros le conocíamos. Aquello no se parecía a nada que yo hubiera oído antes. Tal vez ni siquiera fuera una voz humana, ahora que lo pienso. Blasco casi se cayó de su silla y sus cartas protestaron ante el apretón que les propinó. Los tres, por instinto, echamos las manos al cinto, aunque ninguno de nosotros llegara a desenfundar.
-¿Qué carajo es eso?- Soltó Álvarez
- Tal vez esté sonámbulo. –Sugerí, poco convencido.
- ¿Sonámbulo?¡Y un cuerno!
Estábamos los tres tensos en nuestras sillas, sin atrevernos a movernos para evitar perdernos nada de lo que dijera aquella voz horrísona, un murmullo gorgoteante y pleno de silbidos y chasquidos. Aunque estábamos aterrados, nos acuciaba otra clase de urgencia, la necesidad de comprobar que dos más dos seguían sumando cuatro, aunque hubiesen cambiado la pizarra de sitio. Y todos coincidimos, al comentar después este episodio, como algunas veces haríamos desde entonces, que se nos erizó el pelo de la cabeza y de los hombros al oír aquellos sonidos que parecían formar parte de un malsano delirio. Enfoqué la débil luz de mi linterna hacia el bulto que se removía entre las sábanas con espasmos febriles, movimientos sincopados más propios de un ofidio que de un ser humano. Un levísimo resplandor iridiscente parecía irradiar de entre los pliegues de las sábanas convulsas y de las vendas que cubrían su cabeza. Las palabras llegaban confusas y entre ellas anidaba un inteligible parloteo burbujeante. No pudimos poner en pie cuáles de ellas habían tenido sentido, y cuáles carecían de él.
- Anótalo todo ahí,- le dije a Blasco, y le tendí el as de picas que había tenido en mi mano, preparado para jugarlo, para que lo escribiera en el blanco reverso.
Él puso cara de "no me hagas esto, macho". Pero cogió el bolígrafo sin rechistar. Aunque sólo se tratara de las palabras de un hombre dormido, aquel hombre dormido era el mismo que se había cargado a aquel otro, desde considerable distancia y armado tan solo con sus dedos, y sólo por el hecho de que le despertara. Eso daba qué pensar. Por tanto, a todos nos pareció que cualquier cosa que manara de la boca de aquel ser dormido, fuera loquefuese, debía encerrar algo terriblemente importante, algo que había de quedar registrado indefectiblemente. Y no nos equivocábamos respecto a esto.
Entonces, nuestro hombre se calló a la par que se terminaron las pilas de mi linterna, como si el muy mamón hubiera decidido de repente que era mejor hacerse el interesante. Los tres policías que rodeábamos la mesa nos miramos con una tensa impaciencia. Mandé a Álvarez que encendiera la luz del calabozo, para lo cual tenía que acercarse unos cinco metros hacia él.
-Podria dispararme, mi capitán.
-Déjate de leches, Álvarez. Sabes tan bien como yo que está desarmado. Enciende esa luz o te vas a enterar de lo que es un expediente disciplinario por desacato.
El bolígrafo de Ibáñez temblaba en su mano, vibrante. Me vino a la imaginación de forma confusa alguna de esas escenas de espiritismo de una película de serie B. Blascomédium. Álvarez y yo hacía ya un rato que habíamos desenfundado nuestras armas y apuntábamos con ellas en dirección al oscuro calabozo. Álvarez había ido acercándose a la llave de la luz, paso a paso, en cumplimiento de mi orden. Intenté concentrarme. Casi podía oír nuestros corazones, latiendo como uno solo. El silencio llenaba ahora cada rincón de la amplia habitación, como una masa de gelatina amorfa e incómoda. Entonces Álvarez accionó por fin el interruptor y casi nos da un infarto al ver a Óscar Leiva, de pie al lado del lavabo y vuelto hacia nosotros con los brazos en cruz. Estaba desnudo como su madre lo trajo al mundo y sus ojos en blanco debían andar buscando lo poco sano que pudiera quedar en su cerebro. Estuvimos a punto de vaciar sendos cargadores sobre aquel fantoche. Pero, sin previo aviso, una serie de números y palabras empezó a brotar de su boca. Ibáñez anotó todo cuidadosamente, al reverso de la carta que yo le había entregado. Finalmente la voz se detuvo y todo quedó en silencio. Óscar se tumbó desnudo sobre el catre como si tal cosa y Álvarez, con un mal entendido sentido del decoro, volvió a apagar la luz.
-Enciende otra vez la puta luz, Álvarez.
-Pero si ya podemos verle, mire
Cogí la carta que me ofrecía mi amigo y leí lo que ponía en su dorso:
La suerte es esquiva con los ignorantes… Sólo faltan unos días…La Gorgona lo dijo con su redonda boca abierta…. ¡Corred… or vuestras bolas!… (risas)…  como los 15 árboles que te brindan su aliento… (más risas)…(jadeos rítmicos)…5 farolas… para alumbrar tu soledad… y estos 3 hombres… ¿seguro que escuchan?... Y un solo corazón
Eso era todo. Pasó un buen rato hasta que decidimos despertarle. No encendí las luces de su celda para verle mejor, no quería verle mejor. Con la luz del grisáceo día ya era más que suficiente. A veces ni siquiera la luz del sol puede hacer huir a los fantasmas. Le llaméen voz alta por su nombre y el tipo se incorporó maquinalmente en el camastro y se puso los pantalones, pálido y sudoroso. Luego se levantó y se aseó silenciosamente en el lavabo, primero la cara y las manos. Luego el torso y la nucaFinalmente se secó, terminó de vestirse y se sentó en la cama. Actuaba como si la cosa no fuera con él.
-¿Una mala noche?¿Otra vez has soñado que te atacaban?-le presioné con cautela.
-No exactamente.
-¿Qué quieres decir? ¿Recuerdas lo qué has soñado?
- Un tipo se acercó hacia mí. Era una calle oscura, pero él no parecía hostil. Me habló: "No tengas miedo de que ella te elija. Y deja que te toque". Eso fue lo que dijo.
-¿El tipo quería tocarte? Ja, ja, ja. Pero, hombre, ¿qué iba a decir de eso tu señora?
- Cuidado con lo que insinúa. No se refería a él, sino a ella. Hablaba de ella.
- Vale ¿Quién es ella?
- Y yo qué sé.
- Pues vamos bien. ¿Y cómo era él?
- Quién.
-¿Quién va a ser, juanpelotas? El tipo que te asaltó en el callejón.
- No me asaltó, ya se lo he dicho. Era un tipo normal. Alto quizás. Yo qué sé como era. Llevaba un traje negro. Quiero hablar con mi abogado. Sáquenme de aquí. Yo no he hecho nada.
- Eso ya lo veremos.- Y le di la espalda, no sin cierta aprensión.-Coge las llaves del coche patrulla, Blasco. Vamos a custodiar hasta los Juzgados a este señor tan raro.
La brisa de la mañana despejó nuestra cabezas. No pudo llevarse todo lo que habíamos vivido aquella noche, no era una brisa tan fuerte. Tampoco pudo barrer toda la porquería que el desmoronado  señor Leiva iba desgranando en la parte trasera del coche, abatido sobre sus esposas. Hablaba de un experimento fallido en el laboratorio de su farmacia, de como a partir de entonces dioses paganos turbaban su sueño con pesadillas infernales. Habló de Dula y de Astaroth, demonios que gobernaban reinos sangrientos con garras de acero y que se asomaban a través de su débil mente al frágil mundo de los hombres. Habló mucho. Y muy poco de aquello fue lo que se pudo llevar la tenue brisa. Ni un tornado habría podido arrastrar toda esa mierda.

Al día siguiente fuimos a investigar a la calle en que se produjeron los hechos. Era una calle corta. Un operario del Ayuntamiento estaba arreglando una de las farolas que flanqueaban la acera. Las conté. Cinco en total. Cuando sumé el total de los árboles ya no me sorprendí. Saqué el as de picas que había guardado en la cartera y reparé en el dibujo que aparecía en el anverso. Justo en el centro del as negro se veía el dibujo de una cabra riendo. Anoté los números. Supongo que habría tardado algo menos en averiguarlo si aquél farmaceútico tarado me hubiera confesado que el tipo de su segundo sueño premonitorio de aquella noche era calvo como una bola de billar.
-¿Recordáis el nombre de ese puesto de loterías de la calle Serrano?
-La Cabra Majara, creo.-dudó Blasco.
-Casi. Se llama La Cabra Negra.
-Exacto. Pues tenemos que salir pitando para allá. Pitando y con la sirena puesta.
-¿Y eso por qué?
- Porque la Lotería de El Niño se juega pasado mañana. Y los tres queremos salir de pobres.
Cuando llegamos a la Administración de Loterías del Estado no nos sorprendió ver los décimos de ese número colgando del cristal. 015531. Los compramos todos, la serie completa. Cuando nos encontramos preferimos no hablar demasiado del asunto. Pero ninguno de los cuatro hemos tenido que volver a trabajar desde entonces. Y digo ninguno de los cuatro porque le dimos tres a nuestro involuntario benefactor.
             Ser agradecidos es de bien nacidos. Además, así no se expone uno a que le señalen por la calle con el dedo.

AUTOR:GUILLERMO CANELO

martes, 8 de noviembre de 2011

IRA. Anexo: Una Lágrima de Sally

Habían terminado de caer las últimas gotas de lluvia de aquella inesperada tormenta de verano cuando el coche de Sally, con James al volante, se adentraba en el cementerio. Apenas 30 minutos mas tarde, el vaquero, sentado sobre una vieja lápida, observaba el agujero que había cavado en la tierra con sus propias manos, con las uñas llenas de tierra y el olor a hierva mojada impregnado en su piel. Al lado del agujero, el cuerpo de la pequeña y frágil Sally, destrozado. James la miraba desde el otro lado del espejo, haciéndose preguntas que no tenían respuesta, preguntándose como diablos se había llegado a aquella situación, por que Max, su socio, su amigo, le había arrebatado la única cosa valiosa con la que se había topado desde que puso los pies en aquel asqueroso pueblucho de mala muerte. -Sally, la dulce Sally, ¿realmente eras la muñequita inocente que querías aparentar?¿Que yo quería ver? No, supongo que no, supongo que intentaste jugársela al bueno de Max, un tipo difícil si, pero mi amigo y se que jamás me la habría jugado sin un buen motivo, sin una buena razón. Se, que si te hizo esto, es por que lo merecías, es lo que creo o por lo menos, es lo que quiero creer, lo que necesito creer- pensaba el vaquero, aun bajo los efectos del alcohol mientras levantaba la mirada hacia el firmamento, hacia las estrellas, como siempre, buscando una mirada de complicidad, una respuesta. Fría era la piedra de la lápida, tan fría… y allí estaban ellas, cuchicheando desde su mirador de privilegio, juzgándole. –es culpa mía, todo es culpa mía. Si hubiese llegado antes, si no hubiese dejado mi destino en manos del azar emborrachándome en la eternidad, ella aun seguiría viva y con ella, mis sueños, mis anhelos, mis esperanzas. Perdóname Sally, yo te maté.- James se levantó de la lápida y se acercó hasta el cuerpo de la bailarina tullida, fría, sucia, muda. Se agachó y puso su mano sobre la helada mejilla, intentando transmitirle su calor, intentando pedirle perdón, a su manera, pues era orgulloso. Ella, no podía sentirlo, no podía verlo, pero de haberlo hecho, los ojos llorosos del vaquero, habrían sido suficiente consuelo, al menos, esa es la esperanza que el tuvo. Su mano no se detuvo ahí, bajó mas, mas abajo, acariciando su pecho medio calcinado, pútrido y áspero pero tan sensual como la primera vez que lo tocó, la primera vez que sintió que aquella carne, que aquella alma, tenía que ser solo para él, que jamás la compartiría. Pero había algo, algo que permanecía intacto de aquella primera vez, un colgante. Una fina cadena de plata con una lágrima de cristal. James la acarició, la puso sobre su mano durante unos pocos segundos y apretó, luego tiró con fuerza, un tirón seco y se quedó con él, acercándoselo a la cara, restregándoselo por el rostro, intentando empaparse de su recuerdo. Luego se lo puso y juró que jamás se lo quitaría.

Aquellos ojos llorosos cogieron los restos de la chica y de su corona y los tiraron al agujero, cayendo de tal forma que su cara quedó mirando hacia arriba, mirando hacia las estrellas con su único ojo, precioso ojito, quien sabe si buscando también una mirada de complicidad, una respuesta. Las estrellas pero, ariscas como de costumbre, tampoco le dieron aquella satisfacción, ni siquiera a ella, que estaba a punto de emprender tan largo viaje hacia el olvido. James cogió la pala, recogió un puñado de arena y lo lanzó sobre los restos de su amor platónico y como se suele decir, la primera vez es la que mas duele. Una tras otra, cenizas a las cenizas, polvo al polvo. Descansa en paz.

Dejó caer la pala, derrotado, extasiado. Hincó las rodillas en el suelo y dejando libre toda la rabia, todo el dolor que tenía dentro en forma de lágrimas que ahora si, brotaron libres, sin ataduras, sin cadenas, ahora ella ya no estaba, ya no había nadie allí, ya no tenía que esconderse. Las lagrimas de james se filtraron en la húmeda tierra mientras él, arrodillado sobre el barro, se maldecía una y otra vez, envidiando incluso a los malditos gusanos que se comerían el cuerpo de su Sally. – No llores James- interrumpió una dulce y serena voz al canto de los grillos, ajenos a toda aquella desgracia, a todo aquel dolor. James alzó la cabeza y la vio, allí estaba ella, la bailarina sobre el escenario de nuevo, con su corona, tan hermosa, tan luminosa, tan viva. Sus ojos no daban crédito, aquello no podía estar pasando, no podía ser real, pero ella, seguía avanzando hacia él con sus pies descalzos sobre la tierra que instantes antes la había sepultado. El vaquero se retiró hacia atrás de forma brusca, cayendo de espaldas contra el suelo y retrocediendo con los brazos, arrastrándose sobre el fango como el animal que era y ella, seguía acercándose, acercándose, acercándose tanto que todos los muertos que allí yacían enterrados, fueron incomodados de tal manera que se retorcieron en sus tumbas y ella no se detuvo, no se habría detenido ante nada ni ante nadie hasta llegar a acariciar el arrepentimiento de aquel pobre diablo. – No fue culpa tuya- repitió de nuevo mientras dibujaba una tímida sonrisa y acariciaba la sucia cara de aquel diablo pobre. –Perdóname Sally, yo nunca quise hacerte daño, no quise…tan solo quise apagar las luces y observar tu alma, necesitarla, arrancarte la piel, resguardarme dentro de ti, recomponerme, resucitarme, contemplarte desde la pasión mas enfermiza en busca de un equilibrio que jamás tuve, abrazar tu indolencia, calmarla, curarla, adorarte. Tan solo quise, que me ayudases a llegar a casa. Tan solo.

-Lo se James, no te preocupes, lo se. Siempre lo supe. Max me violó en aquel sucio motel, tu me amaste. Quiero pedirte un último favor, un último deseo, prométemelo- te lo prometo, lo que sea- contestó. –Dile a Alice que la quiero y dile, que he oído hablar a la muerte, le ha oído suplicar su nombre, decir cuanto la desea, cuanto la necesita y que hará lo que sea necesario para tenerla a su lado, dile…. Dile que no baile con la muerte, por que el amor a acabado conmigo y el amor, acabará con ella. Díselo James.

-¿Quién es Alice?- preguntó desconcertado. Pero el escenario ya estaba desierto y las luces apagadas. Se había marchado. James, se llevó la mano al pecho y sujetó con fuerza la lágrima de cristal, la lágrima de Sally.



Nando El Rector


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domingo, 6 de noviembre de 2011

Apaga las luces

Apaga las luces
solo necesitas tu alma para observarme
Vivo malherida en esta quietud
que me arranca la piel y me muestra sin temor
Me resguardo en un lugar que no me pertence
partida en mil pedazos
que recompones para resucitarme
abortando la inocencia
vomitándome en este mundo agónico
Y te contemplo,
y lo hago desde la pasión mas enfermiza
desde la suciedad y esta violencia que duele
en busca de un equilibrio que nunca he conocido
y solo quiero que abraces mi indolencia
que la calmes,que la cures,que la adores
que me adores
que me ayudes a llegar a casa
porque mi casa es tu cuerpo
Y si te pierdes,te mostraré el camino
y si caes herido,moriré por rescatarte
Solo apaga las luces
deja que la oscuridad nos amortaje

Alicia Missterror


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